Poder por la Oracion
Cp 6. El Ministerio Fructífero
La causa principal de mi pobreza e ineficacia es
debido a una inexplicable negligencia en la
oración. Puedo escribir, leer, conversar y oír
con voluntad presta pero la oración es más
íntima y espiritual que estas cosas y por eso mi
corazón carnal fácilmente la rehuye. La oración,
la paciencia y la fe nunca quedan sin efecto.
Hace tiempo que he aprendido que si llego a ser
un ministro será por la oración y la fe. Cuando
mi corazón está en aptitud y libertad para orar,
cualquier otra tarea es comparativamente
sencilla.
Richard Newton
Es necesario establecer como un axioma
espiritual que en todo buen ministerio la
oración es una fuerza dominante y manifiesta no
sólo en la vida del predicador, sino en la
espiritualidad profunda de su obra. Un ministro
puede ser todo lo dedicado que se quiera sin
oración, asegurar fama y popularidad sin oración;
toda la maquinaria de la vida y obra del
predicador puesta en movimiento sin el aceite de
la oración o con un poco apenas para engrasar
alguno de los dientes de las ruedas, pero ningún
ministro puede ser espiritual y lograr la
santidad del predicador y de su pueblo, sin la
oración como fuerza dominante y manifiesta.
El predicador que ora tiene la ayuda efectiva de
Dios en su obra. Dios no muestra su presencia en
la obra del predicador como cosa natural o en
principios generales, sino que viene por la
oración urgente y especial. Que Dios puede ser
hallado el día que le busquemos con todo el
corazón, es tan cierto para el predicador como
para el penitente. Un ministerio donde hay
oración es el único capaz de poner al predicador
en simpatía con el pueblo. La predicación le
liga tanto a lo humano como a lo divino. Sólo el
ministerio donde hay oración es idóneo para los
altos oficios y responsabilidades de la
predicación. Los colegios, el saber, los libros,
la teología, la predicación, no pueden hacer por
el predicador lo que hace la oración. La
comisión para predicar dada a los apóstoles fue
una hoja en blanco hasta que no la llenó el
Pentecostés pedido en oración. Un ministro
devoto ha ido más alla de las regiones de lo
popular, es más que un hombre ocupado de
actividad mundana, de atractivo en el púlpito.
Ha ido más allá del organizador o director
eclesiástico hasta alcanzar lo sublime y
poderoso, lo espiritual. La santidad es el
producto de su obra; los corazones y vidas
transfiguradas son el blasón de la realidad de
su trabajo, de su naturaleza genuina y
substancial. Dios está con él. Su ministerio no
se proyecta sobre principios mundanos o
superficiales. Tiene grandes reservas y
conocimientos profundos de los bienes de Dios.
Su comunión frecuente e íntima con Dios de su
pueblo y la agonía de su espíritu luchador le
han coronado como un príncipe en el reino de
Dios. El hielo del simple profesional se ha
derretido con la intensidad de su oración.
Los resultados superficiales del ministerio de
algunos, la inercia del de otros, tienen que
explicarse en la falta de oración. Ningún
ministerio puede alcanzar éxito sin mucha
oración, y esta oración ha de ser fundamental,
constante y creciente. El texto, el sermón han
de ser la consecuencia de la oración. Su cuarto
de estudio ha de estar bañado en oración, todos
los actos impregnados de este espíritu. "Lamento
haber orado muy poco", fue la expresión de
pesadumbre que tuvo en su lecho de muerte uno de
los escogidos de Dios, remordimiento que nos
entristece tratándose de un predicador. "Deseo
una vida de muy grande, profunda y verdadera
oración", decía otro predicador notable. ¡Que
esto digamos todos y para ello nos esforcemos!
Los genuinos predicadores de Dios se han
distinguido por esta gran característica: han
sido hombres de oración. A menudo difieren en
algunos rasgos, pero han coincidido en el
requisito central. Quizás han partido de
diferentes puntos y atravesado distintos caminos
pero están unidos en la oración. Para ellos Dios
fue el centro de atracción y la oración ha sido
la ruta que los ha conducido a él. Estos hombres
no han orado ocasionalmente ni en cortas
proporciones a horas regulares, sino que sus
oraciones han penetrado y formado sus
caracteres; han afectado sus propias vidas y las
de otros, y han formado la historia de la
iglesia e influenciado la corriente de los
tiempos. Han pasado mucho tiempo en oración, no
porque lo marcaran en la sombra del reloj o las
manos de un reloj moderno, sino porque para
ellos fue una ocupación tan importante y
atractiva que difícilmente la abandonaban. La
oración para ellos ha sido como fue para Pablo,
un ardiente esfuerzo del alma; lo que fue para
Jacob, haber luchado y vencido; lo que fue para
Cristo "gran clamor y lágrimas". "La oración
eficaz" ha sido el arma más poderosa de los
soldados más denodados de Dios. "Orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos".
Lo que se dice de Elías respecto de que "Era
hombre sujeto a pasiones semejantes a las
nuestras, y oró fervientemente para que no
lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres
años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo
dio lluvia, y la tierra produjo su fruto"--,
incluye a todos los profetas y predicadores que
han guiado hacia Dios la generación en que han
vivido, dando a conocer el instrumento por el
que han hecho maravillas.
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