Pastor Ezequias Garcia

Poder por la Oracion                                  

Cp 15. Orad sin Cesar
Dadme cien predicadores que no teman más que al pecado, que no deseen más que a Dios, no importa si son clérigos o laicos; solamente ellos conmoverán las puertas del infierno y establecerán el reino de los cielos sobre la tierra. Dios no hace nada sino en respuesta a la oración.

Juan Wesley

Los apóstoles conocían la necesidad y el valor de la oración para su ministerio. Ellos sabían que su gran comisión como apóstoles, en lugar de revelarlos de la necesidad de la oración, los obligaba con más urgencia; de modo que eran excesivamente celosos en conservar su tiempo para ese trabajo y que nada les impidiese orar como debían; por eso señalaron laicos que atendieran los deberes delicados y absorbentes de ministrar a los pobres, para que ellos (los apóstoles) pudieran, sin impedimento, "persistir en la oración y en el ministerio de la palabra". Se asignó a la oración el primer lugar y la relación que le atribuyeron fue de las más fuertes, "persistir" (entregarse a ella), estar ocupados y rendidos a la oración con fervor, con empeño y dedicación.

¡Con cuanta santidad los hombres apostólicos se dedicaron a esta obra divina de la oración! "Orando en todo tiempo", es la opinión en que coincide la devoción apostólica... ¡Cómo estos predicadores del Nuevo Testamento se entregaron por completo a la oración por el pueblo de Dios! ¡Cómo pusieron a Dios con su poder en las iglesias por sus oraciones! Estos santos apóstoles no se imaginaban vanamente que habían cumplido sus altos y solemnes deberes con interpretar fielmente la Palabra de Dios, sino que fijaban su predicación por medio del ardor y la insistencia de sus plegarias. La oración apostólica era tan exigente, tan laboriosa e imperativa, como la predicación apostólica. Oraban mucho de día y de noche para conducir a su pueblo a las regiones más altas de fe y de santidad. Oraban mucho más para mantenerlos en esta elevada altura espiritual. El predicador que nunca ha aprendido en la escuela de Cristo el arte superior y divino de la intercesión por su pueblo, nunca aprenderá el arte de la predicación aunque se vacíen sobre él toneladas de homilética y aunque posea el genio más elevado para hacer y exponer sermones.

Las oraciones de los santos líderes apostólicos han influido mucho para el perfeccionamiento de los que no tienen el privilegio de ser apóstoles. Si los líderes de la iglesia en años posteriores hubieran sido tan cumplidos y fervientes en la oración por su pueblo como lo fueron los apóstoles, los tiempos tristes de la mundanalidad y apostasía no habrían echado un borrón en la historia que eclipsó la gloria y detuvo el avance de la iglesia. La oración apostólica hace santos apostólicos de los tiempos apostólicos y preserva en la iglesia la pureza y el poder.

¡Qué elevación de alma, qué limpidez y excelsitud de motivo, qué abnegación y sacrificio, qué intensidad de esfuerzo, qué ardor de espíritu, qué tacto divino, se requieren para ser un intercesor de los hombres!

El predicador tiene que entregarse a la oración por su pueblo, no simplemente para que sea salvado, sino para que sea salvado poderosamente. Los apóstoles se postraban en oración para que sus santos fueron hechos perfectos; no para que se sintieran ligeramente inclinados a Dios sino para "que fueran llenos de toda la plenitud de Dios". Pablo no se apoyaba en su predicación para conseguir este fin, antes "por esta causa doblaba sus rodillas al Padre de Nuestro Señor Jesucristo". La oración de Pablo conducía a sus convertidos más allá en el camino de la santidad que su misma predicación. Epafras hizo tanto o más con sus oraciones por los santos de Colosas que por medio de su predicación. Se esforzó fervientemente, siempre en oración, para que "permanecieran perfectos y completos en toda la plenitud de Dios".

Los predicadores son preeminentes los guías del pueblo de Dios. Son responsables principalmente de la condición de la iglesia; moldean su carácter, dan expresión a su vida.

Mucho depende de esto líderes, ellos dan forma a los tiempos y a las instituciones. La iglesia es divina, el tesoro que encierra es celestial, pero lleva el sello humano. El tesoro está en vasos terrenos y toma el sabor de la vasija. La iglesia de Dios hace a sus líderes o es hecha por ellos; sea que la iglesia los haga, o bien que sea hecha por ellos, la iglesia será lo que son sus líderes: espiritual si ellos lo son, secular si lo son ellos, unida si ellos lo están. Los reyes de Israel imprimieron su carácter sobre la piedad del pueblo. Una iglesia rara vez se rebela en contra o se eleva por encima de la religión de sus jefes. Los líderes muy espirituales, que guían con energía santa, son prueba del favor de Dios; el desastre, la falta de vigor, siguen la estela de los líderes débiles o mundanos. Israel había sufrido un gran descenso cuando Dios le dio niños por príncipes y bebés por gobernantes. Ningún estado de prosperidad predicen los profetas cuando los niños oprimen al Israel de Dios y las mujeres lo gobiernan. Los tiempos de dirección espiritual son de grande prosperidad para la iglesia.

La oración es una de las características principales de una fuerte dirección espiritual. Los hombres de oración poderosa son hombres de energía que plasman los acontecimientos. Su poder para con Dios es el secreto de sus conquistas.

¿Cómo puede predicar un hombre sin obtener en su retiro un mensaje directo de Dios? ¡Ay de los labios del predicador que no son tocados por esa llama del altar! Las verdades divinas nunca brotarán con poder de esos labios secos y sin unción. En lo que concierne a los intereses reales de la religión, un púlpito sin oración será siempre estéril.

Un hombre puede predicar sin oración de una manera oficial, agradable y elocuente, pero hay una distancia inconmensurable entre esta clase predicación y la siembra de la preciosa semilla con manos santas y corazón empapado de angustia y oración.

Un ministerio sin oración es el agente funerario de la verdad de Dios y de la iglesia de Dios. Aunque tenga un ataúd costoso y las más hermosas flores no es más que un funeral a pesar de los bellos adornos. Un cristiano sin oración nunca aprenderá la verdad de Dios; un ministerio sin oración nunca será apto para enseñar la verdad de Dios. Se han perdido siglos de gloria milenaria para una iglesia sin oración. El infierno se ha ensanchado y ha abierto su boca en la presencia del servicio muerto de una iglesia que no ora.

La mejor y mayor ofrenda es una ofrenda de oración. Si los predicadores del siglo XX aprendieran bien la lección de la oración y usaran ampliamente de su poder, el milenio tendría su día antes de terminar la centuria. "Orad sin cesar" es la llamada de la trompeta a los predicadores del siglo XX. Si esta época los contempla extrayendo de la meditación y la oración sus textos, sus pensamientos, sus palabras y sus sermones, el nuevo siglo encontrará un nuevo cielo y una nueva tierra. La tierra manchada por el pecado y el cielo eclipsado por la iniquidad desaparecerán bajo el poder de un ministerio que ora.