Poder por la Oracion
Cp 11. Una Vida de Oración
Es necesario que la comunión con Cristo sea una
comunión creciente. Siempre encontramos cortinas
por descorrer, que antes no eran visibles, y
nuevos pliegues de amor en él. Desespero de
llegar a la total comprensión de ese amor, tiene
tantas complicaciones. Por tanto, cava
profundamente, suda, trabaja y afánate por él, y
aparta cuanto más tiempo del día te sea posible
para la oración. El que lucha, vence.
Samuel Rutherford
Dios tiene y ha tenido muchos de estos
predicadores devotos, hombres en cuya vida la
oración ha sido una fuerza poderosa,
controladora y conspicua. El mundo ha sentido su
poder, Dios los ha honrado y su causa ha
progresado rápidamente por medio de las
oraciones de sus siervos cuya santidad ha
brillado en sus caracteres con divina
refulgencia.
Dios encontró uno de los hombres que buscaban en
David Brainerd, cuya obra y nombre han pasado a
la historia. No era un hombre mediocre, sino
capaz de brillar en cualquier grupo de personas
así fueran sabias y distinguidas, eminentemente
capacitado para ocupar los púlpitos más
atrayentes y para trabajar entre la sociedad
culta y refinada que ansiaba tenerlo como
pastor. El presidente Edwards da testimonio de
que era "un joven de talento sobresaliente, con
un conocimiento extraordinario de los hombres y
de las cosas, profundamente versado en teología
para su edad, especialmente en todos los asuntos
relacionados con la religión experimental.
Ninguno de su edad le igualó en las nociones
claras y precisas de la naturaleza y esencia de
la verdadera religión. Su actitud en la oración
era inimitable, de tal manera que rara vez he
conocido algo semejante. Su ilustración era
considerable y tenía dotes extraordinarias para
el púlpito".
Ninguna historia más sublime se ha registrado en
los anales del mundo que la de David Brainerd;
ningún milagro confirmó con una fuerza más
divina la verdad del cristianismo que la vida y
obra de ese hombre. Solo en las selvas feraces
de América, luchó día y noche con una enfermedad
mortal, se privó de la cultura intelectual
ocupado en el cuidado de almas; su acceso a los
indios durante gran parte del tiempo se
realizaba únicamente por el tosco medio de un
intérprete pagano, pero con la Palabra de Dios
en el corazón y en la mano, el alma encendida
con la llama divina y un sitio y un tiempo
apartados para derramar su alma a Dios en
oración, estableció ampliamente el culto de Dios
y logró todos sus buenos resultados. Los indios
sufrieron un gran cambio, desde el más bajo
embrutecimiento de un paganismo ignorante y
degenerado hasta un cristianismo puro, devoto e
inteligente; todos los vicios corregidos, los
deberes cristianos externos aceptados y
practicados; el establecimiento de la oración
familiar; el día de descanso instituido y
religiosamente observado; las gracias internas
de la religión manifestada en toda su fuerza y
dulzura. El secreto de estos resultados se
encuentra en el propio David Brainerd, no en las
condiciones o accidentes sino en el hombre mismo.
Fue un hombre de Dios y consagró a él todo su
tiempo. Dios se mostró en su vida sin estorbo
alguno. La omnipotencia de gracia nunca fue
detenida o dificultada por las condiciones de su
corazón; el paso estaba allanado para que Dios
con sus fuerzas poderosas bajara al desierto
inculto y sin esperanza para transformarlo en
jardín floreciente y fructífero; nada es
demasiado difícil para Dios si encuentra al
hombre a propósito para colaborar con él.
La vida de Brainerd fue de santidad y de oración.
Su diario está lleno con el testimonio a veces
monótono de sus temporadas de ayuno, meditación
y retiro. El tiempo que dedicaba a la oración
privada ascendía a varias horas durante el día.
"Cuando regreso a casa --decía-- y me entrego a
la meditación, a la oración y el ayuno, mi alma
desea experimentar mortificación, abnegación,
humildad y separación de todas las cosas del
mundo". "Nada tengo que hacer con la tierra --continúa--
solamente trabajar honradamente en ella por
Dios. No deseo vivir ni un minuto por lo que la
tierra puede ofrecer". De esta manera tan
elevada oraba: "Experimentado la dulzura de la
comunión con Dios y la fuerza de su amor, y cuan
admirablemente cautiva el alma y centraliza en
Dios todos los afectos y anhelos, aparto este
día para el ayuno y la oración privada para
rogar a Dios me bendiga y dirija en la gran obra
que tengo delante de mí de predicar el evangelio
y que el Señor se vuelva a mí y me muestre la
luz de su presencia. Hacia mediodía tenía poca
vida y fuerzas. En la tarde Dios me capacitó
para luchar ardientemente en intercesión por mis
amigos ausentes y en la noche el Señor me visitó
de una manera maravillosa en oración. Creo que
mi alma nunca había sufrido tanta agonía. No
sentí más limitaciones porque los tesoros de la
gracia divina fueron abiertos para mí. Intercedí
por mis amigos ausentes, por la cosecha de almas,
por las multitudes de pobres almas e
individualmente por muchos que pensaba yo que
eran hijos de Dios en lugares distantes. Estuve
en tal agonía desde que salió el sol hasta que
se ocultó, que estaba cubierto de sudor, y sin
embargo, me parecía que no había hecho nada. ¡Mi
querido Salvador sudó gotas de sangre por las
pobres almas! Ansiaba más compasión hacia ellas.
Luego me sentí tranquilo, en un suave estado de
alma, con la sensación de la gracia y el amor
divino y en estas condiciones me acosté con el
corazón puesto en Dios". La oración dio a la
vida y ministerio de este hombre su maravilloso
poder.
Los hombres de oración poderosa son hombres de
fuerza espiritual. Las oraciones nunca mueren.
De día y noche oraba. Antes y después de
predicar oraba. Cabalgando entre las soledades
interminables de la selva oraba. Sobre su lecho
de paja o alejado en los espesos y abandonados
bosques oraba. Hora tras hora, día tras día, en
la mañana temprano y a las altas horas de la
noche oraba y ayunaba, derramando su alma en
intercesión y comunión con Dios. Era poderoso
ante Dios por la oración y Dios lo empleó
poderosamente, de manera que estando muerto aún
habla y labora, y así continuará hasta el fin y
entre los glorificados en el gran día él será
uno de los primeros.
Jonathan Edwards dice de él: "Su vida muestra el
camino del éxito en la obra del ministerio. Lo
buscaba como el soldado busca la victoria en un
sitio o en una batalla; o el hombre que toma
parte en una carrera para obtener un gran premio.
Animado por el gran amor de Cristo y de las
almas, ¿cómo trabajó? Siempre fervientemente. No
sólo en palabra y en doctrina, en público y en
privado, sino en oraciones de día y de noche,
luchó con Dios con gemidos angustiosos y agonías,
hasta que Cristo se posesionó del corazón de la
gente a quien fue enviado. Como un verdadero
hijo de Jacob perseveró en la lucha durante las
tinieblas de la noche hasta que el día
desapareció".
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