Mensajes Escritos de Impacto
SE BUSCA UN VOLUNTARIO“
Por: Rev. Manuel Zúñiga, Supervisor Misionero en
Centroamérica.
Después oí la voz del Señor que decía: ¿A quién
enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces
respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”, Isaías
6:8.
Es hermosa la forma como Dios trata con el ser
humano. Dios nunca obliga al hombre a nada; y
aunque Él podría perfectamente privarnos de
actuar conforme a nuestra voluntad. Antes el
Señor nos llama, y nosotros somos quienes
decidimos. Él quiere voluntarios para su
servicio.
¿Qué es un voluntario? Una persona que se presta
a hacer algo por voluntad propia y no por
obligación. Ahora bien, ¿en qué consiste la
voluntad? La voluntad reside en el alma del ser
humano, que es el motor central de nuestro ser.
El alma se compone de tres elementos: el
intelecto, las emociones y la voluntad. La
interacción de estos tres elementos compositivos
del alma es la siguiente: el intelecto actúa
sobre las emociones, y éstas últimas ejercen
presión, a su vez, sobre la voluntad.
I. DIOS NO OBLIGA AL SERVICIO
El principio divino de buena voluntad opera en
todos los ámbitos de la vida del hombre, desde
la salvación hasta el llamado al ministerio. En
efecto, Dios no tenía por qué redimirnos del
pecado, antes de la fundación del mundo Él
preparó un plan de redención para salvar a los
hombres.
Nos corresponde a nosotros recibir o desechar
este maravilloso regalo. La Palabra de Dios
dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis
3:20). Dios nunca forzará la puerta de nuestro
corazón, sino que nos esperará.
Y, de la misma manera como Dios no nos obliga a
ser salvos, tampoco nos obliga a servirle. Él
nos pregunta si queremos hacerlo: “¿A quién
enviaré, y quién irá por nosotros?”. Ante tal
demanda divina, el hombre tiene dos opciones muy
simples: aceptar y acatar, o negarse a cumplir.
No obstante, una extraña y muy frecuente
reacción de los creyentes ante un llamado como
éste estriba en negociar con Dios y
condicionarle su servicio. Esto proviene de un
serio problema: muchas veces no entendemos quién
es Dios y quiénes somos nosotros. El es el
Creador de los cielos y la tierra, y nosotros
sus criaturas frágiles como flores del campo.
Amados lectores, ¿acaso no es grande la
misericordia de Dios, que el Todopoderoso venga
a pedirle favores a seres tan limitados como
nosotros? Entonces, ¿Quiénes somos nosotros para
ponerle condiciones? ¿Quiénes somos nosotros
para ser llamados por Dios al servicio, cuando
lo que merecíamos era el infierno y la muerte
eterna? Sin embargo Dios nos ha llamado para que
le sirvamos; más grande aún es que Él deposite
Su confianza en nosotros. Cuán sublime es que el
Señor entregue Su Palabra a Sus siervos, para
que éstos la proyecten al pueblo de forma fiel y
sin adulteraciones. ¡Qué honra tan grande cuando
Dios nos confía la predicación de la Palabra!
II. LAS CARACTERÍSTICAS DEL VOLUNTARIADO
Las características que rodean a un voluntario
ascienden a cinco. En efecto, éste es: 1)
esforzado; 2) valiente; 3) convencido; 4)
paciente y sumiso; 5) dispuesto y decidido.
Vamos a analizar brevemente cada una de estas
características.
Josué fue un líder revestido de autoridad divina,
el cual infundió en el pueblo de Israel el deseo
de servir y de adorar a Dios. Asimismo, Josué
fue un animador de la doctrina en medio de la
congregación, ya que, en el primer capítulo de
su libro, le fue encomendado guardar el libro de
la ley y no apartase de él con miras a ser
exitoso en la conquista (Josué 1:8). Por último,
el líder esforzado anima a luchar, por cuanto
recibe de Dios un plan de trabajo y de
liberación para Su pueblo (Jueces 6:12).
1.- Esfuerzo. La persona esforzada infunde ánimo
a los que le rodean. Amados compañeros de
milicia, Dios no nos ha enviado a desanimar a la
iglesia, sino a infundirle ánimo. Cuando la
congregación ve que su pastor no baja los brazos
ante la adversidad, y mantiene una actitud
positiva ante todas las circunstancias negativas,
esto es una fuente de aliento para ella.
2.- Valentía. Ser valiente significa: ser eficaz
y activo su línea física o moralmente hablando.
La valentía se declina, por ende, en eficacia y
en acción. Cierto es que no existe nada peor que
un líder perezoso o amedrentado.
En Éxodo 14, leemos que el pueblo de Israel se
hallaba en una posición de peligro y sin
escapatoria; el Mar Rojo enfrente, detrás los
egipcios, y a los lados las montañas. Moisés le
dijo a la congregación en una poderosa
declaración de fe: “No temáis; estad firmes, y
ved la salvación que Jehová hará hoy con
vosotros; porque los egipcios que hoy habéis
visto, nunca más para siempre los veréis” (Éxodo
14:13).
Moisés confiaba en que si Dios había dirigido a
Israel hacia aquel lugar, era porque Él pelearía
por ellos, y de una forma y otra, les abriría
camino. El hombre valiente, por ende, aunque
esté acorralado siempre proclama que hay una
salida. Moisés nunca mostró su temor al pueblo,
sino que fue a la presencia de Dios a pedir
auxilio. Si este líder no hubiese sido valiente,
Israel habría regresado a Egipto a servir como
esclavos.
3.- Convicción. Una convicción estriba en una
idea fuertemente adherida a uno. Dios nos salvó
para que llegáramos un día al Cielo, y nos
equipó para resistir cualquier ataque del
enemigo. Los que regresan al mundo, es porque
han vivido el Evangelio como una religión más,
pero nunca como una convicción nacida de y
anclada en la revelación divina. La persona
convencida no se deja llevar por líderes
farsantes o vientos de doctrinas nuevas que
intentan cambiar la revelación que ha recibido
de Dios.
Tenemos seguridad en cuanto a la promesa de
Dios, porque lo que Él nos dice es. No importa
cuánto tiempo pase, si Dios ha prometido algo a
uno de Sus hijos, éste debe creer que lo mismo
acontecerá aunque parezca imposible. De no
hacerlo, su incredulidad está tratando a Dios de
mentiroso.
4.- Paciencia y sumisión. La epístola a los
Hebreos 5:8-10 revela una característica crucial
del carácter de Cristo: la paciencia: “Y aunque
era hijo, por lo que padeció aprendió la
obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino
a ser autor de eterna salvación para todos los
que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo
sacerdote según el orden de Melquisedec”.
Cristo merecía el título de Sumo Sacerdote, y
podía haberlo usurpado; mas Él esperó que el
Padre lo nombrara. Era menester primero, en
efecto, que nuestro amado Salvador cumpliera con
los requisitos del sumo sacerdote según el orden
de Dios. Hay gente que tiene fiebre de púlpito,
mas nunca ha pagado el alto precio que esto
requiere. El hombre genuinamente nombrado por
Dios no tiene por qué estar defendiendo su
ministerio, sino su salvación con temor y
temblor, como dice la Palabra de Dios.
5.- Disposición y decisión. El voluntario tiene
dos últimas características: es dispuesto y
dedicado. La persona dispuesta cumple sin
rechinar las órdenes que recibe, por cuanto se
le ha delegado autoridad para cumplir con las
mismas. La disposición va a la par también con
ser diligente a la hora de realizar las cosas.
En el servicio a Dios, sólo hay una manera de
hacer las cosas; y estriba en hacerlas lo mejor
posible que esté a nuestro alcance. La
disposición es, pues la clave del secreto para
el triunfo de una vida dedicada al servicio.
Por último, el carácter dedicado hace de los
voluntarios personas emprendedoras y
conquistadores aguerridos para el reino de los
cielos. Ser dedicados es imprescindible para
llevar a cabo lo que Dios nos pide; por cuanto
nos hace proyectarnos hacia la meta, vislumbrar
los triunfos y el logro antes de que sucedan. El
Apóstol Pablo expresa la misma idea con estos
términos: “Hermanos, yo mismo no pretendo
haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a
la meta, al premio del supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13,14).
III. CONCLUSIÓN
Amado lector, ¿es usted un voluntario? ¿Ha
entregado su corazón a Cristo obligado por
otros? Dios no quiere que usted le sirva
forzado, sino que ponga su vida en sus preciosas
manos de forma voluntaria. Sus ojos están
puestos sobre usted mientras está leyendo estas
líneas, y Él está llamando a la puerta de su
corazón, esperando que usted le abra. La
decisión está en sus manos… ¿Lo dejará entrar o
lo dejará esperando en la puerta?
Hermano, ¿está sirviéndole al Señor de mala
gana? Entonces es mejor que no lo haga, eso no
agrada a Dios. El hombre que sirve a Dios de
buena voluntad es esforzado, valiente,
convencido, paciente, dispuesto y decidido.
En el servicio a Dios, sólo hay una manera de
hacer las cosas; y estriba en hacerlas lo mejor
posible que esté a nuestro alcance. La
disposición es, pues la clave del secreto para
el triunfo de una vida dedicada al servicio.
|