Mensajes Escritos de Impacto
Cuando el
sueño se va
Escrito por Impacto
domingo, 09 de diciembre de 2007
Por: Rev. José Soto Benavides, Vicepresidente
del Movimiento Misionero Mundial
“Aquella misma noche se le fue el sueño al rey,
y dijo que le trajesen el libro de las memorias
y crónicas, y que las leyeran en su presencia”
Ester 6:1
Todos hemos experimentado en alguna ocasión la
pérdida del sueño, cuando esto sucede, nos
embargan sentimientos diversos. En el caso de
este texto se trata de la pérdida del sueño del
rey persa Asuero el cual gobernó su imperio en
el zenit del mismo.
Dentro de su imperio, tuvo al pueblo de Dios
diseminado en unas 125 provincias. En cada
rincón de ese gobierno persa había un pueblo que
esperaba en Dios y en sus promesas, vivían en un
ambiente desfavorable, bajo un gobierno extraño
y opresor. Además de todo esto, estaban lejos de
su tierra y el ambiente que imperaba no era
propicio para la búsqueda de Dios: el reino
persa era materialista, inmoral e idólatra. Mas
a pesar de este ambiente de oscuridad, Dios
siempre ha tenido un pueblo que le ama, y que
desea servirle.
En todo el libro de Ester, no se menciona
directamente a Dios, pero Él se encuentra en
todas las páginas de este libro, se encuentra
detrás de cada detalle, aún de las cosas más
sencillas. El hecho de que el rey Asuero
perdiera el sueño, nos muestra que Dios estaba
detrás de esta experiencia. Desde el punto de
vista espiritual, el sueño no es algo positivo
en la vida de un creyente; la Biblia nos muestra
muchos casos de sueño que produjeron un daño
profundo y terrible. Sansón perdió su cabellera
a manos de Dalila a causa de su sueño, cuando
aparecieron los filisteos para prenderlo, Sansón
trató de defenderse pero su fuerza ya no estaba
con él. No se dio cuenta cuando le pasaron las
tijeras por el cabello, tampoco se percató de la
pérdida del Espíritu de Dios sin lo cual él no
era nada, porque no se trata de nuestras
capacidades sino de la gloria de Dios en
nosotros.
En el Nuevo Testamento, Jesús nos pone en
guardia diciéndonos: “El reino de los cielos es
semejante a un hombre que sembró buena semilla
en su campo; pero mientras dormían los hombres,
vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo,
y se fue”, Mateo 13:24-25, ¿Cuándo se sembró la
cizaña en el campo de trigo? ¡Cuando se
durmieron los hombres!. En Zacarías 4:1,
hallamos otra referencia al sueño: “Volvió el
ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como
un hombre que es despertado de su sueño”. Esto
nos ocurre también a nosotros, nos vamos
descuidando y el soporte espiritual, que domina
y adormece al creyente, hace que el enemigo
saque provecho contra la vida del pueblo de
Dios. Pero Dios interviene en medio del sueño.
A este rey persa se le fue el sueño, esto no fue
casualidad. Dios estaba en el asunto, cuando el
sueño espiritual se va, empiezan a surgir
profundas inquietudes en la vida del pueblo de
Dios, en la iglesia, en la obra, donde quiera
que nos movemos empezamos a afectar el ambiente.
El rey quizá buscó algunos músicos para que
tocaran alguna melodía suave para poder
conciliar el sueño que se le había escapado,
pero no logró el efecto esperado. Tal vez
después llamaría a uno de sus sirvientes para
que le hiciera alguna tisana que le ayudara a
relajarse, pero tampoco consiguió su objetivo.
Finalmente, tras estos intentos fallidos una
inquietud por leer las crónicas de su pueblo fue
naciendo en su mente, este era el registro donde
se anotaban los eventos importantes del reino.
Este sentir lo puso Dios en el corazón del rey
Asuero ¿Cuántas cosas lindas tiene Dios para
nosotros, pero por no seguir ese sentir las
perdemos?
Jesús llevó a sus discípulos al Monte de los
Olivos, les pidió que velaran con Él; se alejó
de ellos para orar y mientras oraba, la
intensidad de su clamor era tal que el sudor era
como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra. Luego que estuvo agonizando por una
hora, fue a ver a sus discípulos ¿Y cómo los
encontró? ¡Durmiendo!, Jesús les reconvino,
diciendo: “¿Así que no habéis podido velar
conmigo una hora? Velad y orad, para que no
entréis en tentación; el espíritu a la verdad
está dispuesto, pero la carne es débil”, Mateo
26:40,41. Los despertó y después de hablarles
los dejó en la disposición de orar; Jesús fue de
nuevo a orar en la presencia del Padre y cuando
regresó a sus discípulos los halló durmiendo
otra vez. Habían perdido la oportunidad de
conocer un episodio profundo de la vida de
Cristo que habría enriquecido su vida
espiritual. No supieron aprovechar ese momento
irrepetible, perdieron la oportunidad única de
profundizar su vida eterna.
El sueño, hablando en términos espirituales,
representa el descuido, la insensibilidad, la
oscuridad, la inactividad. El estar despierto,
alerta, representa todo lo contrario: nadie
piensa en dormir durante todo el día, el Señor
dijo que el día era para trabajar y la noche
para descansar, (Juan 9:4). La Biblia nos dice
que nosotros somos del día (Colosenses 5:8). Los
que duermen, de noche duermen; los que se
embriagan de noche se embriagan; pero nosotros
vivimos de día. Jesús dijo: “El que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de
la vida”, Juan 8:12. No somos de las tinieblas,
somos de la luz; por lo tanto, somos llamados a
velar en todo tiempo; somos llamados a velar, a
estar alertas, activos y fructíferos en la obra
de Dios. Una persona que duerme todo el día es
improductiva. ¿Usted se imagina a un creyente
que no sienta nada de parte de Dios, que
mientras se mueve el poder de Dios a su
alrededor, mientras otros están llenándose de la
gloria de Dios, éste no siente nada? Esto es
mortal para la vida espiritual.
Hasta esa noche en que el sueño se le fue, el
rey Asuero no se había mostrado interesado, ni
se había preocupado por la vida del pueblo de
Dios. Esa noche, todo cambió ¿Por qué? Porque
cuando a uno se le va el sueño se ubica en los
propósitos divinos y sabe dónde está parado. En
el momento en que el rey perdió el sueño, Dios
empezó a usarlo de forma extraordinaria. Aunque
él no era consciente de la importancia de su
participación, Dios lo tomó sin que este lo
supiera o decidiera. Dios usó su soberanía. Fue
la soberanía divina la que produjo la
introducción de Ester en el palacio real. Cuando
la reina Vasti decidió no presentarse al
banquete real desafiando la orden del rey
Asuero, por cuanto se estaban emborrachando los
príncipes y súbditos del reino. Esta acción
trajo como consecuencia su destitución
inmediata. Por consiguiente, Ester ocupó el
lugar de reina en el imperio persa.
Hay momentos cuando nos parece que el maligno
lleva las riendas, que hace lo que quiere, que
anda dando tumbos. ¡No se equivoque, hermano!
Dios no ha dejado de ser soberano. Al apóstol
Juan le tocó vivir un tiempo más peligroso que
el nuestro, pero cuando fue arrebatado al cielo
y vio la ciudad celestial, a Dios sentado en su
trono. A Él nadie lo mueve de su trono, ningún
“reyezuelo” de este mundo; ningún gobernante,
autoridad o demonio puede mover a Dios de su
trono, ni trastocar sus designios. En el reino
de Asuero, Dios tomó la decisión de poner en el
trono de la reina a una joven que no declaró su
nacionalidad, pero que era judía. Dios introdujo
a Ester en el palacio de Asuero usando su
belleza, su donaire, para ubicarla en el centro
del imperio persa. ¡Dios sabe lo que hace!
En medio de este mover divino surge algo
negativo. Nadie debe sorprenderse que, en medio
de la bendición de Dios, se levante alguien como
Amán. Este sujeto empezó a ascender en el reino.
Fue nombrado visir, cargo de gran importancia;
era casi un virrey. Pero lo más glorioso es que
antes que este hombre ascendiera a esa posición,
ya Dios había colocado a Ester en el trono real.
Amán se enalteció ante la importancia de su
cargo y cada vez que estaba en algún vestíbulo
del palacio la gente debía arrodillarse delante
de él. Pero Mardoqueo, padre adoptivo de Ester
que también estaba en los vestíbulos del
palacio, viendo lo que Amán estaba imponiendo,
se mantuvo firme en su posición de no doblar la
rodilla delante de ningún hombre. Mardoqueo,
hombre de fe pujante y vasto conocimiento de la
Palabra de Dios, decidió mantenerse. La biblia
dice que Mardoqueo “ni se arrodillaba, ni se
humillaba”, Ester 3:2.
Existe mucha gente que fácilmente se arrodilla y
humilla ante el diablo y los “amanes” de este
mundo. Gracias a Dios que todavía están en pie
aquellos “mardoqueos”, aunque cada vez menos.
¿Qué nos puede faltar? si Dios está con nosotros
lo tenemos todo.
En su euforia y ascenso, Amán no se había
percatado de la posición de Mardoqueo hasta que
alguien lo denunció. Al instante, Amán mando a
llamar a Mardoqueo y le preguntó la razón por la
cual no se arrodillaba delante de él; éste le
contestó que sólo se arrodillaba delante de
Dios. Al oír esto, Amán se enfureció y decidió
matar a Mardoqueo y a todo el pueblo de judío.
Al consultar con los astrólogos le dijeron que
los astros y las estrellas estaban a su favor.
Con esta respuesta, Amán fue donde el rey Asuero
y le dijo que existía un pueblo, diseminado en
su reino, que no aportaba, que era improductivo
y que no merecía vivir. Ofreció pagar diez mil
talentos de plata para destruir a los judíos. El
rey Asuero, que nada sabía sobre este pueblo ni
tampoco le importaba lo que sucediera, le
respondió: “La plata que ofreces sea para ti, y
asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que
bien te pareciere”.
Aman envío un anuncio por todo el imperio en
distintos idiomas. Correos a caballo para que el
día trece del mes duodécimo todo el pueblo de
Israel fuera exterminado, destruido y sus
propiedades expropiadas. Era una orden
irrevocable, la sentencia se tenía que cumplir.
El pueblo de Israel gemía, la escritura dice: “…
y el edicto fue dado en Susa capital del reino.
Y el rey y Amán se sentaron a beber; pero la
ciudad de Susa estaba conmovida”, Ester 3:15.
Fue en este momento de angustia, desesperación y
dolor en que Dios hizo que al rey se le quitara
el sueño y empezara a usarlo sin que éste lo
supiera. Si Dios despertó a un rey impío, ¿Cómo
no despertará a aquel que, siendo suyo, se ha
adormecido?
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