Mensajes Escritos de Impacto
Alcanzando
una mayor Bendición
Escrito por Impacto
viernes, 21 de diciembre de 2007
Por: Rev. Enrique Centeno, Oficial Internacional
“Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de
vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el
nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta
hoy.” Josué 5:9.
Existen cuatro lugares donde podemos alcanzar
una mayor bendición. Se registra en el libro de
Josué, capítulo cinco que el pueblo de Israel se
circuncidó en GILGAL por orden de Jehová.
Nosotros sabemos que la circuncisión que Dios
quiere hoy no es física, sino espiritual. Que se
efectúe en nuestros corazones, pues hay en la
vida de muchos, cosas que no agradan a Dios. No
podemos seguir siendo los mismos, con las
costumbres de tiempo atrás. Muchos continúan
fallándole a nuestro Señor, lamentablemente
luego dicen ser cristianos. También entre ellos
abunda la avaricia, la codicia, el amor al
dinero. “Porque raíz de todos los males es el
amor al dinero, el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe, y fueron traspasados de
muchos dolores”, 1Timoteo 6:10.
Hay quienes dominados por la codicia no pagan
sus diezmos, ni ofrendas, pero los tales no
tienen la bendición de Dios. “Traed todos los
diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y
probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, sino os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde”, Malaquías 3:10. Viven
señalando las faltas de otros, poniendo excusas
y amando al mundo. Dios exige de su pueblo
santidad y ésta nace en el corazón de manera que
se exterioriza. “Seguid la paz con todos, y la
santidad, sin la cual nadie verá al Señor”,
Hebreos 12:14.
Como creyentes no podemos ocultar nuestra
identidad, tenemos que llegar a Gilgal y
circuncidar todo aquello que a Dios no le agrada.
“Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro
corazón, y no endurezcáis vuestra cerviz”,
Deuteronomio 10:16.
Cuando Jacob le arrebató el derecho de la
primogenitura a su hermano Esaú, huyó de delante
de él. En su cansancio y fatiga, cuando el sol
declinaba, quiso ir al descanso y colocó por
cabecera una piedra (Génesis 28:11).
Sumido en un profundo sueño vio una escalera
cuyo extremo inferior tocaba la tierra y su
extremo superior tocaba el cielo. En lo alto de
aquella escalera estaba la presencia del Señor y
ángeles que subían y bajaban por ella. No sólo
estaba bajo el cuidado de los ángeles, sino que
Jehová le dio promesa para él y su descendencia.
“Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y
el Dios de Isaac; la tierra en que estás
acostado te la daré a ti y a tu
descendencia”,Génesis 28:13. Y más adelante le
dice: “No temas”. Esta es la frase con la cual
el Señor alienta a su pueblo, lo que quiere
decir que cada día del año el Señor nos dice:
“No temas”.
Jacob se despertó sobresaltado y dijo: “¡Cuán
terrible es este lugar! No es otra cosa que casa
de Dios y puerta del cielo”. BET-EL significa
casa de Dios y en la casa de nuestro Dios es que
tenemos experiencias preciosas. Es allí donde
encontramos salvación y salud para el cuerpo.
Es un privilegio estar en Betel. Hay muchos que
han perdido el interés de estar en la casa de
Dios. El salmista dijo: “Una cosa he demandado a
Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de
Jehová todos los días de mi vida, para
contemplar la hermosura de Jehová, y para
inquirir en su templo”, Salmos 27:4. “Yo me
alegré con los que me decían: A la casa de
Jehová iremos”, Salmos 122:1. “En tu presencia
hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para
siempre”, Salmos 16:11.
En Bet-el, Jacob hizo pacto con Jehová y recibió
promesas de parte del Altísimo. Elías también
estuvo en Bet-el, pero no se quedó allí. Cuando
el profeta Elías le dice a Eliseo que se quede
en Bet-el, porque Jehová lo había enviado a
Jericó, éste le contestó: “Vive Jehová, y vive
tu alma, que no te dejaré. Y vinieron, pues, a
Jericó”, 2 Reyes 2:4.
JERICÓ representa el lugar de lucha, combate y
victoria. El relato bíblico nos narra que Israel
había cruzado el río Jordán y había puesto sus
pies en territorio cananeo. Esta era la tierra
prometida a Israel y ellos comenzaron a
conquistarla. La primera ciudad fue Jericó y
Josué su líder, estaba cerca del lugar meditando
y esperando las instrucciones del Altísimo para
luego lanzarse a la conquista. En ese momento
vio un varón con una espada desenvainada en su
mano. Entonces Josué le dijo: ¿Eres de los
nuestros, o de nuestros enemigos? En el camino
del Señor tenemos que estar bien identificados,
con quién estamos, con Cristo o con Satanás. Si
estamos con Cristo debemos actuar como Él.
Y éste le dijo: “No; mas como Príncipe del
ejército de Jehová he venido ahora”, Josué
5:13,14. ¿Qué diremos si Jehová es con nosotros
quién contra nosotros? “Mas Jehová dijo a Josué:
Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su
rey, con sus varones de guerra”, Josué 6:2.
“Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de
guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y
esto haréis durante seis días. Y siete
sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de
carneros delante del arca; y al séptimo día
daréis siete vueltas a la ciudad, y los
sacerdotes tocarán las bocinas”, Josué 6: 3,4.
Quizás los habitantes de Jericó se burlaron del
ejército, ya que este tipo de bocina se
utilizaba para llamar a los rebaños y no para la
guerra. Definitivamente lo que para muchos
resulta ridículo, Dios lo puede tomar y hacer
grandes cosas.
Los sacerdotes no hicieron ningún tipo de
conjeturas o preguntas sino que obedecieron y
continuamente se oía aquel sonido. Josué le dijo
al pueblo algo muy importante: “Vosotros no
gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá
palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os
diga: Gritad; entonces gritaréis”, Josué 6:10.
¿Por qué Josué le dijo estas palabras al pueblo?
Para ellos el permanecer callados era una prueba
de su fe, de su paciencia, de su obediencia.
Ellos querían hablar, pero Josué les dijo: No lo
hagan, cierren la boca hasta que se les ordene;
pero sólo dirán lo que se les indique. Cuando
recibieron la orden, ¿Cuál fue el grito? “Porque
Jehová os ha entregado la ciudad”, Josué 6:16.
Los habitantes de Jericó cuando vieron al pueblo
de Israel dando vueltas, quizás pensaron que
estaban locos, pero ellos no veían la multitud
de ángeles que estaban socavando las murallas.
Allí hubo una gran victoria. Cada uno de
nosotros tenemos un Jericó que conquistar.
El rey de Siria ponía emboscadas al pueblo de
Israel y todas eran evadidas. Él entonces pensó
que había un espía en medio de ellos, pero el
“espía” era el Rey de Reyes y Señor de Señores
al que nada se le escapa. Cuando el rey consultó
al ejército sirio, estos le contestaron que
había un profeta llamado Eliseo en Samaria que
Dios le revelaba todos los secretos y los
planes. Entonces el rey decide traer al profeta
Eliseo. En la noche sitiaron el lugar donde
estaba el profeta. En la mañana el criado de
Eliseo, cuando mira a la llanura observa que
había un gran ejército sirio de manera que quedó
impresionado y comenzó a gritar. Eliseo mira al
cielo, y éste observa la cantidad de ángeles que
están a su favor, mientras el criado cuenta al
ejército. Fue entonces cuando el profeta clamó a
Jehová para que los ojos de su criado fueran
abiertos y se diera cuenta de que eran más los
que estaban con ellos que los que estaban en su
contra.
El JORDÁN nos habla de muerte y de humillación y
nos trae a la memoria al general del ejército de
Siria llamado Naamán. Este gozaba de gran
prestigio dentro del ejército Sirio, pero era
leproso. En una ocasión una de sus criadas le
informa al general que podía ser sanado si se
presentaba ante el profeta en Samaria.
Al enterarse el general solicita al rey le
proporcione cartas para poder ir a Samaria. Esta
solicitud es aprobada por el rey. El monarca de
Israel pensó que la presencia de Naamán le
traería conflictos con los sirios y que estaban
buscando un motivo para salir a la batalla.
Surgió la interrogante ¿Soy yo Dios, que mate y
dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un
hombre de su lepra?, 2 Reyes 5:7. Enterándose el
profeta Eliseo envía al general a lavarse siete
veces en el Jordán para que sea sanado. Dice la
Palabra que Naamán se fue muy enojado porque el
profeta no le recibió sino que le envió un
recado y no consideró su título ni posición
delante de los hombres.
Delante de Dios no hay títulos con valor, no hay
jerarquías. En Romanos 3:23 dice: “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria
de Dios”. No importa la posición social o
económica que tengamos, todos necesitamos acudir
a Jesucristo para lavarnos de nuestros pecados
con la sangre que Él derramó en la cruz del
Calvario. Tenemos que despojarnos de lo que
creemos que somos. Naamán tenía sus propias
opiniones y conceptos, pero tuvo que descender a
las aguas del Jordán. Jesús descendió cada vez
los peldaños de la humillación, “...se humilló a
sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es
sobre todo nombre...”, Filipenses 2:8-11.
Eliseo transitó estos cuatro lugares, pero le
faltaba algo más, aunque había alcanzado el
Jordán, aunque Elías le había preguntado cuál
era su petición y se le había concedido. La
Palabra nos dice que Eliseo nunca más volvió a
ver a Elías y tomando sus vestidos los rompió en
dos partes. Hay vestidos en nuestra vida que
tienen que ser rotos y esto nos habla de
quebrantamiento. La humillación y el
quebrantamiento no son aceptados fácilmente por
nuestra naturaleza humana, pero a Dios le agrada
que su pueblo se humille “Si se humillare mi
pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y
oraren, y buscaren mi rostro, y se
convirtieren...”, 2 Crónicas 7:14.
Todo creyente anhela una mayor bendición,
primero en lo espiritual y luego en lo material.
Hay muchas bendiciones que Dios quiere darnos,
pero así como Eliseo transitó por GILGAL,
BET-EL, JERICÓ y el JORDÁN de igual manera
debemos nosotros caminar, aunque hayamos
alcanzado alturas y tengamos experiencias como
creyentes o como ministros del Señor hay que
tener sumo cuidado en mantenernos humillados
ante su presencia y reconocer que toda la gloria
y la honra le pertenecen a Él.
Termino con esta ilustración. En una ocasión
iban un alpinista experimentado y un
principiante escalando el monte Everest. Cuando
lograron alcanzar la cumbre, el principiante
puesto en pie levantó sus manos en señal de
satisfacción porque había logrado su objetivo,
mas el alpinista experimentado le tomó y le hizo
caer postrado y le dijo: muchacho una vez que se
ha alcanzado la cima no se puede estar en pie,
sino de rodillas porque puede venir una fuerte
ráfaga de viento y arrastrarte al precipicio. De
igual manera, cuando hemos alcanzado alturas
debemos reconocer que no somos nosotros, sino la
gracia del Señor. ¿Cómo sentirnos enorgullecidos
por lo que hemos alcanzado? No, es entonces
cuando más debemos doblar nuestras rodillas y
humillarnos delante de Dios. “No a nosotros, oh
Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da
gloria, por tu misericordia, por tu verdad”,
Salmos 115:1.
AUNQUE HAYAMOS ALCANZADO ALTURAS Y TENGAMOS
EXPERIENCIAS COMO CREYENTES O COMO MINISTROS DEL
SEÑOR, HAY QUE TENER SUMO CUIDADO EN MANTENERNOS
HUMILLADOS ANTE SU PRESENCIA Y RECONOCER QUE
TODA LA GLORIA Y LA HONRA LE PERTENECEN A ÉL.
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