Mensajes Escritos de Impacto
EN EL
MUNDO SÍ, EN LA IGLESIA NO
Rev. Samuel Rolón
2 Reyes 5:1-14
Naamán, general del ejército del rey de Siria…
Era este hombre valeroso en extremo, pero
leproso.
“Si Naamán hubiese vivido en Israel jamás
hubiera tenido ese privilegio, porque la Palabra
de Dios lo descalificaba”
Dios tiene un pueblo escogido, separado apartado
por Él, el cual es portavoz de un mensaje
poderoso para un mundo que se pierde. Un pueblo,
que a través de su vida comunica al mundo el
conocimiento de un Dios amoroso, santo, recto,
poderoso y especial. Un pueblo que debe dar
testimonio del Dios real, al cual sirve.
Deuteronomio 26:18-19, nos habla de la
particularidad de ese pueblo: Separado,
especial, apartado, escogido, distinto a los
demás pueblos de la tierra. Un pueblo diferente,
con características especiales, las cuales están
contenidas en el sagrado libro, la Palabra de
Dios. La Palabra forma al pueblo y le da la
fisonomía espiritual que lo hace distinto y le
provee la identidad de pueblo de Dios.
En Segunda de Reyes encontramos la historia de
un personaje que ilustra bien las cosas que son
permitidas en el mundo (Siria) y las que no se
pueden permitir en la iglesia (Israel).
Este hombre se llama Naamán, general del
ejército de Siria. Toda su vida estuvo en Siria,
el cual era su pueblo. En este caso Siria
representa al mundo.
En ese mismo pasaje encontramos a Eliseo;
profeta de Dios, el ungido de Jehová, el cual
habitaba en Dotán, Israel, representa en este
caso a la iglesia.
Entonces tenemos el territorio del mundo –
Siria, y el territorio de Dios – Israel. En
Siria, Naamán tenía una posición muy elevada.
Era una persona reconocida en su pueblo, un
hombre de prestigio, tenía posición, título,
autoridad y carisma. Era un hombre con gran
ejecutoría militar, su trayectoria y resultados
en el trabajo lo habían destacado. Este general
tenía talentos, estaba dispuesto a defender a su
pueblo, y sobre todo tenía el apoyo de su rey,
el cual lo estimaba. El rey lo había nombrado a
esa posición, porque esta era una prerrogativa
del rey en esos tiempos. Naamán era apreciado en
aquel lugar, aunque era leproso. El perfil de
este hombre, nos refiere a un apersona
sobresaliente en gran manera.
Pero debemos hacernos la siguiente pregunta:
¿Hubiera gozado Naamán de los privilegios y la
posición que gozaba y ostentaba en Siria si
hubiese estado en Israel?
La respuesta es definitivamente, No. Una cosa es
Siria, otra cosa es en Israel. Hay cosas que en
le mundo sí se pueden y se permiten; pero, en la
iglesia, no.
En Siria de donde procedía Naamán no le era
restricción tener lepra para su ejecutoria como
general del ejército. Se le permitía ser lo que
era, a pesar de su enfermedad. De igual manera
es en el mundo, donde se le permite a la gente
ejercer y ostentar posiciones, estén como estén.
La lepra, bíblicamente hablando, es símbolo del
pecado. En Israel la persona que tenía esta
enfermedad, tenía que salir del campamento y era
declarado inmundo.
Si Naamán hubiese vivido en Israel jamás hubiera
tenido ese privilegio, porque la Palabra de Dios
lo descalificaba, lo destituía.
La lepra era algo abominable. En el libro de
Levítico, así como en el libro de Números, se
dan unas instrucciones específicas respecto a la
lepra y a los leprosos. Los leprosos llevaban un
estigma, una marca, de tal manera que lo excluía
del pueblo de Israel (Lev. 13: 1-3, 8, 14-15).
La ley decía que mientras la carne estuviera
viva, era inmunda. Así mismo hoy, cuando usted
responde a los apetitos de la carne, usted se
hace inmundo delante de la presencia de Dios,
porque está respondiendo a algo que a Dios no le
agrada. Pablo decía, consideraos muertos a la
carne. Esta carne tiene que morir a los apetitos
carnales. Todo lo que antes apetecía, cuando
venimos a Cristo, esos deseos mueren, para
agradar a aquel que nos sacó de las tinieblas a
su luz admirable. Cuando la carne de los
leprosos estaba blanca, el sacerdote lo
declaraba limpio.
El único que limpia nuestra carne es Jesucristo
con su sangre preciosa y la trasforma en carne
santificada que vive para Dios. Los que tienen
la carne viva se les nota, porque le apetecen
las cosas del mundo. El leproso tenía que
embozado sus labios decir: “inmundo”, vestir con
vestido rasgado, y la cabeza rapada. Fuera del
campamento era su morada. Según los estatutos
divinos el leproso era excluido del campamento
(Nm. 5:4). Las exigencias divinas son fuertes,
sin embargo, Dios no es duro, Él es recto,
santo, justo. Dios quería evitar que un leproso
fuera a contaminar toda una comunidad, todo un
pueblo, toda una nación. Un solo leproso podía
ser la causa de tal calamidad y desastre. Por
eso era sacado afuera, para salvaguardar la
estabilidad, la salud y la seguridad de todo un
pueblo.
El leproso en Israel perdía todos sus
privilegios; de padre de familia, de cónyuge, no
podía ver sus hijos, estar en su casa. Así hoy,
vemos gente que han perdido el privilegio de su
familia, por tener la lepra de pecado en su
vida. Quizás se encuentren sin su familia porque
han sido excluidos del campamento. La lepra los
ha descalificado como padres, madres, como
ciudadanos. El leproso estaba sujeto a una
separación drástica, aún en contra de su
voluntad tenía que separarse, era así por la
voluntad de Dios del Cielo, el cual tiene unas
exigencias que nadie las puede violentar. Esto
se daba también en el orden espiritual, por más
título, elocuencia, carisma, influencia, no
importando todos los atributos que podría tener
la persona, si tenía la condición de leproso,
era excluido. Aunque fuera de la tribu de Leví,
no podía ejercer el sacerdocio, no podía ser
ministro “de y en” la casa de Dios. Dios no
negocia ni cambia su Palabra por nadie, ni con
nadie. Su condición lo descalificaba.
Siria representa la iglesia mundanalizada. Vemos
que este hombre aún leproso, era estimado por
sus talentos, facultades y habilidades. El
criterio humano fue utilizado para colocarlo
como general del ejército. En Israel no podía
porque no hubiese tenido el privilegio, esto no
es asunto de mayoría, ni popularidad, estima o
criterios humanos, sino de lo que Dios dice en
su Santa y bendita Palabra.
Tristemente en muchos sectores cristianos, del
llamado pueblo de Dios; vemos que se están
apartando de la Palabra, de los principios
bíblicos y los criterios de Dios, ya no son
válidos. Vemos como se le otorgan títulos,
posiciones, cargos y privilegios a personas que
a pesar de su condición; los cuales son
viciosos, adúlteros, fornicarios, mujeriegos,
hostigadores, lascivos, materialistas,
orgullosos, soberbios, altivos, rebeldes,
amadores de sí mismos, mentirosos, perversos,
avaros, homicidas, aborrecedores de lo bueno,
crueles e irreverentes; aun así se le otorgan
privilegios y posiciones dentro de la iglesia.
Eso es permitido en el mundo secular.
No es de extrañar que esto ocurra en el mundo,
pero estamos viendo que aún se está colando en
la iglesia de Cristo, donde hay gente que no
cumplen con los requisitos mínimos, ni con los
requisitos bíblicos y ocupan un lugar que no le
corresponde. Estamos viendo que en algunas
iglesias, se le están otorgando privilegios y
posiciones, a gentes desobedientes, que son
infieles, detractores, mundanos, irreverentes,
carnales, profanos, desleales, injustos,
perversos, chabacanos, envidiosos, injuriosos,
necios, implacables, inmisericordes,
materialistas, humanistas, vanagloriosos,
altaneros, altivos, soberbios, orgullosos,
rebeldes, blasfemos, impíos, ingratos,
traidores, amadores de los deleites más que de
Dios, amadores del dinero, de la fama; y estos
no deberían estar ocupando posiciones dentro de
la obra de Dios. Sabemos que en el mundo si,
pero en la iglesia no.
Dios exige santidad, rectitud, separación,
pureza, temor de Dios, apartarnos del mal, que
seamos amadores de Dios por encima de todas las
cosas. Se tiene que ser humilde, sencillo, libre
de todo materialismo, de toda aspiración humana
y aspiraciones terrenales. Para ministrar en el
verdadero pueblo de Dios, en la verdadera
iglesia de Jesucristo, se tiene que estar limpio
de la lepra y limpio del pecado, de todo lo que
no le agrada a Dios, de toda maldad, falsedad de
todo engaño y mentira. De todo lo que a Dios no
le agrada en su divina presencia.
El que quiere ser limpio de la lepra tiene que
ir al pueblo de Dios, a los ministerios
genuinos. No donde están los embaucadores, los
materialistas. Y Naamán fue al lugar correcto y
a la persona correcta. Eliseo no salió donde
Naamán porque eso era lo que decía la ley.
Eliseo no tocó a Naamán porque se constituía
inmundo. Naamán se enojó, y así hay muchos que
estando leprosos quieren reclamar privilegios en
el territorio de Dios. En la obra de Dios, las
cosas son diferentes, son distintas para los que
anden leprosos.
Dios tiene un pueblo especial, porque Él es un
Dios especial. Dios no quiere que ese pueblo se
contamine, se mezcle, que entre en relaciones
impropias, en relaciones inaceptables en la
bendita presencia de Dios. No podemos abrir la
puerta para aquellos que vienen procurando lo
que no le corresponde. Quien viene al territorio
de Dios, tiene que sujetarse a los mandamientos
y requerimientos de la Palabra. No importa lo
que los hombres, las denominaciones, y los
concilios digan, lo que prevalece es la Palabra
de Dios. Nosotros no vamos a negociar, cambiar o
diluir la Palabra. Esta obra nació en el corazón
de Dios y se fundamente en la Palabra. No vamos
a cambiar por nada ni por nadie. Seguiremos
diciendo “aunque en el mundo sí, aquí No”. Dios
sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos
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