Mensajes Escritos de Impacto

 

 

 

LA HUMILLACION PRODUCE HUMILDAD

Rev. Manuel Zúñiga

Nadie puede ser humilde si primero se humilla.

La palabra humillación en hebreo tiene cuatro significados: aflicción, ser trabajado y herido, inclinarse, y ser o llegar a ser humilde.



La humildad se va a generar en nosotros a través de la humillación. El capítulo seis de Isaías describe que el profeta miró la grandeza del trono de Dios y que el manto real de Dios cubría todo el templo.



Nuestro Señor Jesucristo es el mejor ejemplo de humillación, desde y hasta la eternidad, al cual podemos referirnos. Porque siendo Dios, se encarnó, tomó forma de hombre, renunciando al trono, donde era y donde estaban bajo su corona los seres vivientes que decían: “santo, santo, santo”. Se despojó de sus ropas reales, del manto de gloria, para vestirse de siervo humilde; entre tanto nosotros, nos hundíamos en el pecado.

Una de las cosas que llevó a Dios a hacer provisión para la reconciliación con Adán, fue lo que dice el salmista “Se acuerda de que somos polvo”,…”Lo hiciste un poco menor que los ángeles”.



Dios miró la triste condición de Adán, su bajeza, su caída y determinó cumplir su plan que había trazado desde antes de la fundación del mundo, para la redención de la raza humana.



Eva llegó donde Adán después de haber probado del fruto del árbol prohibido; y Adán vio a su mujer destruida, la vio caída, sin él estar caído. El no estaba en la misma condición que ella, estaba bien. Mientras tanto, llegó el momento de la comunión con Dios, donde hablaban abiertamente; “aquí estoy y vengo sólo porque la mujer pecó”, y ante esta declaración, Dios posiblemente habría acabado con Eva. Le arranca otra costilla, y le hace otra mujer. Pero Adán amaba a su mujer. Había declarado que era hueso de su hueso, carne de su carne y la llamó “varona”. Adán pecó voluntariamente, consciente que el Señor Todopoderosos habría de cumplir la sentencia de muerte, no solo sobre Eva, sino también sobre él.



Sabía que ambos habrían de morir, conforme Dios lo había dicho, desobedeció voluntariamente y se hizo pecador al igual que su compañera; ambos participaron de lo mismo. Dentro del plan de salvación, la Palabra de Dios nos dice: “Y aquel que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros”. Cristo se hizo pecado por nosotros, aunque nunca cometió un solo pecado y nuca hubo engaño en su boca. Cristo fue nuestro sustituto, tomó nuestro lugar en la cruz, murió por nosotros; para salvarnos de la condenación eterna. Dios no improvisó un plan. El todo lo tiene bajo su control y siempre está preparado, porque El es Soberano. El enemigo de Dios ya había sido destronado, entiéndase Lucifer, ya había sido lanzado de los cielos y Dios levantó una creación diferente, un poco menor que los ángeles. Conociendo que el hombre iba a fallar, Dios en su propósito eterno, había hecho provisión para poderlo alcanzar. Jesucristo nos miró cuando estábamos caídos, destruidos y sin esperanza, trayéndonos la reconciliación y la salvación. Mientras que el diablo esperaban un juicio de maldición y exterminio para Adán y Eva, Dios los miró con ojos de compasivos y los bendijo.



El día que Dios dictó sentencia de juicio, Satanás estuvo allí; y el veredicto contra él fue más severo que el del hombre. Erguido y en forma de serpiente, estaba parado con el pecho hinchado, sintiéndose victorioso de que había derribado la creación de Dios; pero el Señor le dijo (parafraseado) “que haces ahí parado delante de mi, tírate abajo, sobre tu pecho te arrastrarás y polvo comerás de la tierra”. Lo derribó, lo echó abajo. Por otro, al hombre lo levantó y le dijo a la mujer “espérate, tu sentencia es: voy a multiplicar los dolores de tu preñeses, pero de ti va a salir quien le aplaste la cabeza a éste”.



El hombre hecho en su condición un poco menor que los ángeles y el diablo siendo un ser espiritual poderoso (aunque limitado), porque Dios es Todopoderoso; estaba sentenciado a ser arruinado por un ser inferior.



Cuando en el cielo surgió la pregunta: ¿quién irá por nosotros?, ninguno de los seres celestiales respondió, nadie quería ese compromiso. Jesús estaba consciente de que Dios le había apropiado cuerpo para esta misión; y dijo “Heme aquí envíame a mi”. Jesucristo no se aferró al trono, no se agarró que era Dios para evadir tan grande cometido por estos pedazos de carne. El no protestó, sino que cuando escuchó la pregunta, miro a su novia en pecado y comenzó a despojarse de sus ropas reales en el cielo, desde allí comenzo la humillación. “yo iré por ellos”. Renuncio a la adoración de todos los seres angelicales y cambio adoración por afrenta. Cambio el trono por el pesebre, dejo el cielo, por el fango, porque amó a la iglesia.

Cristo en la condición de hombre mira a su novia (la iglesia) caída en pecado, y como el Adán terrenal amó a su esposa, así asume su misma conducta amando a su novia y entregándose por ella.



Dice la Palabra que: le hicieron en forma de hombre. En embrión, lo trajeron al vientre de María y lo introdujeron en su matriz. Hoy, la ciencia se jacta de que pueden injertar embriones, pero eso es viejo para Dios. Hace dos mil y un poco más de años que Dios lo hizo, adelantándose a la ciencia. En el Salmo 139:16 dice: “Mi embrión vieron tus ojos y fueron hechas todas las cosas sin faltar ni una de sus palabras”. Ese pequeño ser que estaba siendo injertado en el cuerpo de María, iba a ser el verdugo de la muerte y el matador del diablo. En el libro de Ezequiel le dice al diablo: “Yo seré tu matador” y en Oseas le dice a la muerte “Muerte yo seré tu muerte”.



Jesús estuvo esperando el tiempo de su Padre, esperó el tiempo de su manifestación. Alos treinta años descendió a las riberas del Rió Jordán, y Juan el Bautista lo miró y delante de todos lo presento diciendo “Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Eso lo dijo Juan, pero cuando Jesús se sumergió en las aguas y emergió, se oyó la voz del Dios Todopoderoso que decía: “Este es mi Hijo Amado en quién tengo complacencia”. Dios estaba diciendo al mundo; mírenlo, ese es el que estuvo aquí conmigo, pero ahí lo tienen, se lo entrego, se lo regalo.

Nuestro Señor Jesucristo es el mejor ejemplo de humillación, desde y hasta la eternidad, al cual podemos referirnos



Satanás levantó una seria de persecuciones y aflicciones en contra de la humanidad de Jesús, atacándolo en todas las áreas. No obstante, Jesús atravesó el camino de la crítica, el menosprecio, la decepción y la soledad. Le dijeron vividor, borracho, hijo de fornicación, sedicioso pero en ningún momento, abrió su boca para hacer aclaración o defenderse.



El Señor absorbió eso. El llevaba todas estas cosas delante del Padre en sus noches de oración y vigilia. Recibiendo fortaleza de lo alto para proseguir su camino. Jesús sabía que su pelea no era contra seres humanos; era con el diablo y con la muerte. La Biblia dice: “nuestra pelea no es contra carne ni sangre, sino con principados y potestades”. La pregunta clave sería por qué entonces nos enojamos con los hermanos, o por qué nos resentimos con los líderes o con los oficiales, si nuestro único enemigo es el diablo y sus huestes. No es la voluntad de Dios que la armonía de la iglesia se rompa, el se despojo, se humillo, dejo todo lo que tenia, se encarno y vino a padecer por cada uno de nosotros. No vino a ser galardonado, vino a ser perseguido.



El Señor no contesto a ningunos de los vituperios, a ningunas de las afrentas, porque caminaba hacia su misión, hacia su comisión, y no podía detenerse a perder el tiempo. Amados, no atiendas a cosas que te detengan, tenemos que seguir con la visión que Dios nos ha dado. Aunque nos digan que somos falsa doctrina, aunque nos digan que somos vividores y nos digan lo que nos digan, debemos sentirnos gozosos que somos participantes de los sufrimientos del Señor.



Había que despojarse y El se despojó. Me pregunto ¿Se ha despojado usted? Jesús dijo: “el que toma su cruz cada día y viene en pos de mí ese es digno de mi”. Es fácil decir yo tengo una corona allá en el cielo. Pero hay que cargar aquí la cruz. Aunque a algunos no le gusta sufrir.



El Señor cargó el yugo del pecado. Ya el Señor llevó nuestro yugo y quiere cambiarlo por otro. El apóstol Pedro decía. “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas aflicciones. No sean sorprendidos por el fuego de la prueba, como si algo extraño aconteciese”. No es extraño, dice también “que al mundo le parece cosa extraña que usted no corra en el mismo desenfreno que ellos corren y por eso nos ultrajan”. Hay que dar gloria a Dios aunque le juzguen sin razón. Lleve su cruz contento, alegre. Porque pronto llegaremos y se acabará todo sufrimiento.



Cuando uno esta siendo humillado o siendo golpeado, debe tener confianza en Dios. El Salmo 125 dice: “Los que confían en Jehová, son como el Monte de Sión, no dice serán, ni fueron, sino, son; en eterno presente. ¿Son que?... decididos, valientes, dispuesto, todo lo bueno que Dios tiene, pero para confiar en Dios usted tiene saber quién es Dios. Usted tiene que saber que Dios no es un pedazo de manera, ni una estampa, es real, Dios existe, es una persona, tiene ojos y lo ve, oídos y lo oye, boca y le habla, tiene manos y le toca. Usted tiene que conocer a Dios. Tiene que saber quien lo salvo. A El le gusta que sus hijos le pidan. Pida fortaleza, sabiduría, entendimiento.



Entienda que la humillación lleva un propósito en su vida, si usted no sabe quién es Dios, ¿cómo va a saber que hay un propósito en su vida? ¿Cómo quiere saber? La humillación le va a producir, le va a traer algo que lo va a ayudar para toda su vida.



Amado lector, la humillación cuando comienza a manifestarse y usted asimilarla va a producir humildad en su vida. Dios no quiere nada con gente altiva.



Jesús dijo “aprended de mí, que soy manso y humilde.” El humilde sabe adorar a Dios porque sabe que es inmerecedor de tan inmensa gracia.