Mensajes Escritos de Impacto
UN REINO
INCONMOVIBLE
Rev. Álvaro Garavito
Dios necesita instrumentos útiles en quienes él
pueda depositar su confianza, la responsabilidad
de llevar su obra adelante. Instrumentos que
puedan hacer y cumplir con la encomienda que él
nos ha dejado.
Fuimos llamados para cumplir con una
responsabilidad. Un día tendremos que rendir
cuentas a nuestro Dios de lo que hemos recibido
de El. Daremos un informe de los talentos, los
dones, las capacidades, las actitudes y las
habilidades de las cuales fuimos dotados por el
Señor, para hacer el trabajo que nos encomendó
en esta tierra. Será individualmente, delante
del Invisible, del que todo lo conoce del que
todo lo mira, del que todo lo sabe. Del que vio
tus lágrimas, tus padecimientos, tus alegrías,
de aquel que vio cuando desfrutabas de las
bendiciones y cuando te quejabas en las luchas;
allí tendremos que dar cuentas de todas las
cosas que hicimos, mientras vivimos en este
cuerpo.
¿Por qué Dios busca instrumentos que le sean
útiles?
Primero porque hemos recibido un reino
inconmovible. Ya que hemos recibido tan grande
herencia, tenemos que mantener la gratitud,
según expresa la Palabra de Dios. “Así que,
recibiendo notros un reino inconmovible,
tengamos gratitud y mediante ella sirvamos a
Dios agradándole con temor y reverencia”. (Heb.
12:28) Un reino inconmovible es un reino
imperturbable, que no se inmuta, no se deshace,
no cambia, no se confunde, no se trastorna, es
sólido, real.
Le servimos no a un Dios de bromas, de
pasatiempos, de religiones, no es un ídolo de
palo o de yeso, es un Dios vivo que nos ha
llamado a este reino inconmovible. Todas las
cosas en el Antiguo Testamento eran como sombra
de lo que había de manifestarse. Por ejemplo:
los sacrificios eran verdaderamente una sombra
de lo que sería el sacrificio expiatorio de
Nuestro Señor Jesucristo. Porque todo los días
debía hacer una ofrenda en el altar. Fueron
muchas las ovejas y los machos cabríos que
tuvieron que morir para tratar de cubrir el
pecado del hombre. Pero resultó ser imposible,
porque todo esto era movible, era pasajero, era
una sombra que anunciaba algo que sería estable
y eterno.
Hoy no estamos bajo una sombra, estamos bajo el
reinado inconmovible de Cristo. Todo lo que
estamos haciendo aquí, no es sombra de algo que
viene, estamos acumulando para una eternidad que
empezamos a vivir y donde vamos a disfrutar de
nuestro trabajo realizado aquí en este planeta.
Tal vez usted no ha sido felicitado por la labor
que ha estado realizando. O tal vez, nadie se le
ha acercado para abrazarlo y darle las gracias
por su trabajo en el Señor. No se sienta mal por
eso. Quizás se ha sentido cargado por los
sacrificios, los desvelos, las hambres, la
escasez, los trabajos en medio de enfermedades
del cuerpo, a veces arrastrándose para poder
hacer y cumplir lo que tiene que realizar
delante de Dios, sin ver recompensas humanas. No
se inquiete ni se preocupe por eso, porque no
estamos bajo una sombra. Estamos parados en el
sitio eterno. Estamos en la eternidad. Todo lo
que estamos haciendo es acumulando, para la
eternidad. Una eternidad que se hace cada vez
más real y más hermosa en medio de nuestras
luchas y debilidades. Y estando en este reino
inconmovible sabemos que no estamos sentados y
reinando solos, estamos sentados en lugares
celestiales con Cristo Jesús Señor Nuestro. El
Rey de Reyes está con y en nosotros.
Así mismo este verso de la Palabra nos refiere
lo que Dios es “porque nuestro Dios es fuego
consumidor”. Dios es un Dios de fuego.
Tenga en cuenta que el Dios que servimos y
adoramos es un Dios de fuego. Es necesario tener
el fuego poderoso dentro de nuestras vidas para
poder ser lo suficientemente útil en este reino
inconmovible. Y muchas de las cosas que
realizamos para su gloria, giran alrededor de
ese poder; a través del fuego. Dentro de la
Palabra de Dios encontramos muchos ejemplos del
fuego de Dios realizando obras portentosas.
Tomemos a un hombre que fue caracterizado como
el profeta del fuego. Y fue conocido de esta
manera no porque el fuego le saliera por los
poros, por las rodillas o por la nariz.
Era que el fuego caía del cielo, porque el que
enviaba el fuego era el Señor. Confirmando lo
que el mismo Señor dice: “Sin mi nada podéis
hacer”. Separados de esa llama poderosa no
podemos hacer nada.
El Dios de fuego debe estar viviendo en el
corazón, alma y espíritu de cada creyente.
Tenemos que estar compenetrados de la verdad. No
de una verdad meramente intelectual, sino de la
verdad experimental. Por que de esta manera
podemos ser capaces de enfrentarnos al enemigo,
de retar al infierno y a la muerte en momentos
determinados.
Dios levantó un hombre llamado Elías en un
momento trágico y difícil; por el cual
atravesaba la sociedad de aquel entonces, la
nación de Israel. Dios no necesita un gran
teólogo, un filósofo, un doctor en medicina, o
un arquitecto para cumplir su propósito. El
quería un instrumento útil. No solamente
conocedor de la realidad existente del entorno
de aquella sociedad, sino que ese instrumento
estuviera envuelto en esa llama poderosa del
fuego de Dios. La situación espiritual que vivía
la nación, era caótica. Había un avivamiento
terrible de falsedades, de falsas doctrinas, de
falsos profetas, de brujas, de hechiceros, de
ídolos y de inmoralidad. El escenario no era
fácil, había muchos profetas que tenían una
mordaza puesta, que no hablaban porque veían
peligro; cuidaban de su propia vida y de sus
propios intereses se quedaban callados, no se
atrevían a decir nada.
Dios entonces, se propuso levantar un testigo
poderoso de Él. Encontró un instrumento
dispuesto a morir, dispuesto a declarar delante
de los grandes de la tierra y de los pecadores
corruptos, que todavía El estaba sentado en su
trono. Encontró un instrumento que quería
declarar las verdades sellado con el fuego de su
gloria. Elías fue llamado en un momento difícil.
Dice la Palabra de Dios: “Entonces Acab convocó
a todos los hijos de Israel y reunió a los
profetas en el Monte Carmelo”.
El rey convocó a una convención corrupta;
envuelta de religiosidad, de pasatiempos, y de
inmoralidades. Allí iban asistir las brujas, los
hechiceros, los espiritistas, los falsos
profetas de aquella época. Todo lo falso, todo
lo inmoral, todo lo sucio corrió para aquella
convención. Se estaba convocando a la nación y
era el rey el que los convocaba. Elías aceptó
que se convocara a todo la nación porque era
necesario que el pueblo de definiera. Hermanos,
estamos en un tiempo donde existe la gran
necesidad de estar definidos. No podemos adorar
juntos y ser como el agua y el aceite que no
tienen compatibilidad.
Tenemos que estar definidos en la línea de
batalla, defensora de la sana doctrina y de las
verdades eternas. Tenemos que estar claramente
definidos. Elías le pregunto al pueblo “hasta
cuando claudicaréis entre dos pensamientos”.
Hasta cuando tendrán una pierna con Baal y la
otra con el Dios de los cielos. Aquí hay que
definirse, hay que ser una cosa; o adoramos a
Baal o adoramos al Dios de los cielos, a Jehová
de los Ejércitos. El verso 24 dice que Elías le
dijo: “E invocad luego vosotros el nombre de
vuestros dioses y yo invocaré a Jehová. Y el
Dios que respondiese por medio de fuego, ese sea
Dios”. Y todo el pueblo respondió diciendo bien
ha dicho. En otras palabras, estamos de acuerdo,
amén, amén, se va hacer como tu palabra ha
dicho. Traigan los bueyes para ponerlos en el
sacrificio. Dice que pasaron estos hombres desde
la mañana gritando frenéticamente, sajándose sus
cuerpos, sangraban y gritaban delante de sus
dioses paganos y muertos, delante de los baales,
pero no hubo respuesta. Ya roncos, cansados,
fatigados, arrastrados, muriéndose de la derrota
aceptaron que Elías tomara la parte que le
correspondía. Sus dioses no respondieron ni con
agua ni con fuego. Porque el diablo no tiene
poder con los elementos. El diablo no tiene
poder sobre las cosas que Dios tiene bajo su
control. Cuando Dios cierra una puerta ningún
demonio, ningún principado podrá violentar esa
puerta porque Dios es Soberano. Cuando El no
quiere actuar nadie moverá su mano, pero cuando
tiene que hacerlo se mueve y lo hace con poder.
Porque El es Dios de poder, el todo poderoso. No
pudo responder nadie por ello. Elías dijo: Ahora
hagan una zanja. Llénenla de agua, pongan leña,
pongan el buey pongan todo lo que requería para
hacer aquel holocausto. Porque llegó la hora de
ver quién es quién. Dice la Palabra que levantó
los ojos al cielo y clamo al Señor y después de
haber clamado, descendió fuego sobre aquel
holocausto. El cual lamió el agua, lamió la
tierra, arrebató, desmenuzó y desapareció todo
lo que había allí, sobre el altar. Aquel fuego
venia acompañado con pavor, con miedo, con
terror sobre los enemigos; de tal manera, que
Elías le dijo al pueblo: “no me dejen escapar ni
uno solo”. Agárrenles y todo el pueblo se
abalanzó sobre aquellos falsos profetas, los
tomaron y los degollaron allí. Ninguno se escapó
y todo el pueblo después que vieron descender el
fuego decían Jehová es Dios.
El día que usted y yo podamos ver el fuego de
Dios sobre nuestras vidas, de ese día en
adelante nadie sacará de nuestras mentes y
nuestro corazón la realidad de que el Dios de
Abraham, Isaac y Jacob, es el Dios de fuego. El
Dios nuestro, el Dios de poder, de milagros, de
maravillas, portentos, el que responde con
fuego. Solo El es Dios.
Hoy vivimos en medio de un avivamiento terrible
de falsos profetas, de falsedad y de inmoralidad
que está minando toda la nación, la cual está
impregnada del mal. Se necesitan esa clase de
instrumentos que sean como Elías. Dios esta
buscando en esta hora nuevamente ese
instrumento. Dios está buscando un creyente que
le diga al Señor aquí estoy; aunque estoy vacío
necesito que me llenes de ese fuego poderoso,
porque con ese fugo poderoso podré servir y
podré ser útil, donde quiera que vaya; y donde
quiera que me mandes. Cuando Dios tiene que
actuar, El actúa, El no está amarrado de manos
ni amordazado, El es Todopoderoso.
Tenemos un enemigo que no lo podemos ignorar,
por lo tanto, debemos llenarnos del poder y el
fuego de Dios para poder resistir las fuerzas
del maligno. Estamos en una guerra. Si Elías
tuvo que enfrentar los problemas, la situación
moral y religiosa de la nación, que era crítica
en su contexto; cuanto más nosotros que vivimos
en una situación peor que esa. Porque en el
tiempo de Elías se podían contar los profetas
falsos o por lo menos se podía decir que Jezabel
tenía 450 y Acab 400, pero hoy no se pueden
contar los falsos profetas. Vivimos en medio de
un avivamiento de apostolados a granel,
cualquiera quiere ser apóstol. No son apóstoles,
son apóstatas de la fe. Mercaderes del alma, que
pisotean los postulados del evangelio,
engañadores perversos. Estamos en un mundo
convulsionado con herejías de perdición, de
maestros por montones “según sus propias
concupiscencias” que como dice la Palabra, que
no perdonan al rebaño, no le importan las almas
ni la vida de nadie. En medio de esa condición y
convulsión, Dios ha llamado a esta Obra en
representación de toda una labor misionera en
desarrollo y en avance.
Hay que seguir trabajando para traer más vidas a
este reino inconmovible, porque hay gran
necesidad en el mundo de hombres de verdad, de
instrumentos útiles. El fuego de Dios tiene que
limpiarnos, sacar la inmundicia y llenar
nuestras vasijas del fuego, para que cuando
lleguemos donde lleguemos, seamos respaldados
por ese poder. Dios necesita esos instrumentos.
Si Elías combatió y el fuego de Dios descendió
tú y yo, lo podemos hacer también. Reafirmados y
seguros que nada podrá contra este reino
inconmovible.
“Las puertas del infierno no prevalecerán contra
el reino de Dios.
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