Mensajes Escritos de Impacto

 

 

 

LOS PELIGROS DEL ÉXITO

Rev. Jorge Álvarez

Josué 7

Siempre que Dios nos permita alcanzar el éxito, cuidémonos de no caer en las peligrosas redes del fracaso. El momento mas vulnerable del creyente es cuando este esta en el disfrute máximo de el éxito, o la bendición.



Luego de que Jehová le dijo a Josué que le había entregado a Jericó en sus manos, el pueblo de Israel vio caer los muros de aquella ciudad; y después de haber alcanzado el éxito frente al pueblo pagano, ahora Israel es derrotado frente a otros de sus adversarios, los habitantes de Hai. ¿Qué ocasionó que luego del éxito, se produjera este fracaso? Es que el éxito también acarrea grandes peligros de los cuales nos tenemos que cuidar.



El secreto del éxito de la caída de Jericó fue seguida por la caída temporal de Israel. Dios le dio instrucciones claras y específicas a Josué de cómo sería conquistada aquella cuidad. Jericó era una ciudad que tenía sus puertas bien aseguradas por temor a los israelitas, nadie podía salir o entrar.



Sus muros impenetrables hacían más difícil su conquista. El Señor le dio un plan estratégico a Josué, humanamente era imposible y fuera de lo común. Lo único que tendría que hacer el pueblo, era marchar alrededor de la ciudad una vez por seis días. Siete sacerdotes llevarían trompetas hechas de cuernos de carneros, y marcharían frente al arca. El séptimo día marcharían siete veces, mientras los sacerdotes tocarían las trompetas y cuando todos escucharan el toque de guerra, el pueblo gritaría a voz en cuello, entonces los muros de la ciudad se derrumbarían y entrarían sin impedimento. (Josué 8:1-5).



Dios le dijo al pueblo a través de Josué que todo lo que encontraran en esa ciudad era anatema y que sería destruido. Los únicos habitantes que se habrían de salvar en aquella ciudad eran Rahab, una mujer ramera que le prestó ayuda a los espías del pueblo, y su familia.



Josué obedeció las instrucciones y el pueblo Israelí conquistó a Jericó. Luego que cayeron los muros y la ciudad de Jericó fue conquistada, Acán confiando en la victoria que Dios le había dado a Israel, tomo del anatema, incurriendo en un grave y falta de peligro para él y para Israel. En medio del regocijo por el éxito alcanzado, surge que tenían que ir a conquistar otra ciudad. El pueblo entrevió la victoria anticipadamente, ya que se enfrentarían a pocos hombres y era una ciudad muy fácil de conquistar. Sin embargo, comienza el relato Bíblico diciéndonos en el capítulo 7:1 de Josué, que los israelitas desobedientes al Señor conservando lo que él había decidido que fuera destinado a la destrucción, pues un hombre del pueblo provocó la ira de Dios. Este hombre se llamaba Acán que significa perturbador, hijo de Carmí de la tribu de Judá. Aquí observamos el primer peligro del éxito:



I. La desobediencia (“Acán tomó del anatema”)

Notemos que uno sólo fue el culpable, pero se le imputa la ofensa o prevaricación a toda la congregación. Esto ocurre cuando se desobedecen los mandatos y la voluntad de Dios. Es entonces que “El” ha prescrito, vergüenza y desgracia al pueblo. Ante un pueblo como Hai, tan pequeño y sin muchas posibilidades, Israel perdió treinta seis soldados, en una vergonzosa derrota. Hubo terror en todo el campamento y lo único que puedo hacer el ejército israelita fue huir ante el enemigo. El Señor fue claro en sus instrucciones Josué 6:18 “Pero vosotros guardaos del anatema; no toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema al campamento de Israel, y lo turbéis”. Acán pecó a sabiendas, no en ignorancia. El hecho de ocultar lo tomado hablaba de su mala intención y acción. Así encontramos que muchas personas prefieren el mundo y lo que en él hay, ocultándose con una apariencia de santidad, engañando a los hombres, pero no a Dios.

La actitud hipócrita de Acán es reflejada en muchos hombres de hoy, y tristemente aún entre cristianos y obreros de Dios. Escondemos pecados creyendo engañar a Dios, pero Dios no puede ser burlado.



Surge que a través de aquella victoria de conquista, nacieron en Acán unos sentimientos de los cuales debemos de cuidarnos por que son muy peligrosos después de haber alcanzado el éxito. El orgullo y confianza en sí mismo. Lucifer el ángel resplandeciente, se enorgulleció por el resplandor, por el brillo que no emanaba de él, el cual él pensó que lo irradiaba él.



II. La codicia que es el segundo peligro.



“Vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, los cuales codicié y tomé”. Josué 7:21

en medio de la victoria por los despojos obtenidos en Jericó y el éxito que celebraban, el pecado entró por una mirada. Debemos cuidar donde ponemos nuestra mirada. La Biblia nos exhorta a que pongamos nuestra mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2). El pecado comienza con una mirada. Eva vio el fruto y fue tentada, aunque Dios había dicho “más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás”. Ella sucumbió ante la tentación porque miró con insistencia. También tenemos otro caso; el de David, quién también miró y codició la mujer que no le pertenecía. Amado, cuidémonos de no mirar y codiciar. Muchas veces escogemos por lo que miramos y no buscamos la voluntad perfecta de Dios.



El pecado de Acán no sólo fue ver el oro, sino que lo codició, es decir, amó la ganancia prohibida y el deseo hizo que su mano lo alcanzara. Es por eso que debemos cuidarnos porque el pecado se contempla, luego se desea, se codicia, y cuanto más lo mira más lo desea. Acán oculto su pecado pero la Palabra nos enseña que no hay nada oculto que no salga a la luz.



El libro de Josué capitulo 7:18, la palabra nos dice: “Hizo acercar su casa por los varones, y fue tomado Acán hijo de Carmí”. Entre los miles que habían en Israel, Acán fue descubierto.



Nada queda oculto a la mirada de Nuestro Dios, sale a luz pública cada cosa escondida. Es necesario que examinemos si en nosotros hay algo que esté mal o socavando los preceptos y mandamientos de Dios. Debemos limpiarnos con corazones contritos y humillados, y sacar lo que no edifica e impide una relación efectiva con Dios, no sea que Dios lo saque a la luz pública. Acán creía que tendría más éxito, entre más escondiera los despojos de Jericó. En ocasiones hemos visto que no son despojos ni ambiciones personales las que se esconden, sino que son situaciones o acciones realizadas por otros, las cuales ocultamos. El mejor ejemplo es la contestación dada a Dios por Caín, luego de haber asesinado a su hermano. “Soy yo acaso guarda de mi hermano” estaba justificando su propia mala acción. Pero a veces conociendo nosotros de fatal y pecados de otros, nos queremos justificar ante el Señor diciendo lo mismo que Caín “¿soy yo guarde de mi hermano?” Es mejor señalar o declarar las faltas y corregirlas a tiempo, ante que el juicio de Dios caiga sobre toda la congregación.



III. Otro de los peligros es el Fracaso:



“Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos”. Josué 7:25. No hay vía de escape ¿Cómo escaparemos? Observamos que existe un contraste entre la casa de Rahab la ramera y la casa de Acán: la casa de Rahab la ramera fue salvada – Josué 6:25, la casa de Acán terminó en el fracaso, condenada y destruida. La casa de Rahab obró en obediencia, la casa de Acán desobedeció. Como padres, ministros y hermanos en la fe ¿cómo actuaremos? Como Rahab o como Acán. ¿Cuál será el final de nuestra casa? ¿Salvación y Vida o Destrucción y Muerte?. Tenemos en nuestras manos la respuesta. Nosotros decidimos.





Amados hermanos que podamos caminar con pasos firmes y victoriosos. Que el éxito que el Señor nos permita alcanzar no sea motivo para que optemos por caminar con pasos dirigidos al fracaso o hacia un final deshonroso. Aprendamos en medio del éxito y la conquista, a colocar nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos. Que no actuemos en confusión. Que aprendamos a escudriñarnos y a humillarnos delante de Dios. Que entendamos que El todo lo examina y que nuestras actitudes pesan mucho en su presencia. El señor aborrece el pecado, pero ama al pecador que se arrepiente. No nos quedemos con los anatemas del mundo. No permitamos que el anatema entre en nuestras casas, iglesias y sobre todo en nuestros corazones. Que siempre tengamos en mente que el verdadero autor de nuestros éxitos, es el Dios Soberano y a El sea la Gloria y la Honra por siempre.