Mensajes Escritos de Impacto
UN LLAMADO
A LA RECONCILIACIÓN
Escrito por Impacto
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo”, Apocalipsis
3:20.
Hay gente que no quiere involucrarse en ningún
programa de la iglesia, no quiere evangelizar,
no quiere cooperar, no quiere visitar, no quiere
orar, no quiere ayunar, no quiere vigilar; son
indiferentes, gente que no quiere comprometerse
con Dios, menos con la obra, y el Señor ve la
condición de este pueblo descarriado, tibio,
mundano e indiferente.
Nuestro Dios no debería estar afuera, Él debe
estar adentro, más bien la gente es la que
debería estar suplicando al Señor, ellos
deberían pedirle que le abra la puerta, que los
escuche, que tenga misericordia, pero es todo lo
contrario. Y es Dios el hacedor, el salvador, el
libertador, el perdonador que se humilla y llega
y toca la puerta y nos ruega todavía qué si
queremos que Él nos perdone, que si deseamos que
Él rompa las cadenas, Él nos sana, nos levanta
del fango y del muladar del pecado.
Es el lenguaje del Dios que ama llamando al
pueblo a la reconciliación, porque él anhela
tener comunión con su pueblo, por eso hace la
invitación, aquí está hablando de comunión, de
intimidad, de una buena relación, de hacer las
paces, de amistarse.
Cuando el hombre se amista con Dios todo le va
bien, le viene la paz, gozo, sanidad, unidad en
su familia, unidad al pueblo de Dios,
bendiciones materiales; pero el rebelde no
quiere tener comunión con Dios, el rebelde
quiere estar aislado, como si dijera “no me
interesa, no me conviene, no necesito del amor
de Dios”. Es su orgullo que hace que el hombre
caiga en esa dureza de corazón.
¿Quién no necesita de Dios? Todos necesitamos a
Dios pero el pecado nos endurece, el pecado
engaña al hombre, llegando a decir que no
necesita nada de Dios.
Los mandamientos de Dios no son una carga para
nosotros, todo lo contrario nos ayuda, nos da la
vida, nos da gozo, trae grandes bendiciones.
Para algunos los mandamientos del Señor los
restringe demasiado y desean libertad, pero
libertad para arruinarse, para corromperse, para
el libertinaje, para la concupiscencia, para la
lujuria, para la idolatría, para la
prostitución, para la mundanalidad, eso es lo
que ellos llaman libertad. Pero en realidad eso
es esclavitud, eso es caer bajo las cadenas,
bajo el yugo del infierno, bajo los yugos del
diablo y bajo los tentáculos de la propia carne.
Eso no es libertad, la verdadera libertad es la
que nos hace verdaderamente libres. El Señor
Jesucristo dijo: “Y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres”, Juan 8:32.
Así que amados acepten la invitación del Señor,
antes que sea demasiado tarde.
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