LA COMUNICACIÓN DE LA FAMILIA
FONDO BIBLICO: PR. 13:1-3, 13-17; 15.1, 7, 23;
AM. 3:3; LC 6:45; EF 4:29; FIL 2:2; COL 4:6
VERDAD CENTRAL: PARA QUE HAYA UNA COMUNICACIÓN
EFICAZ DENTRO DE LA FAMILIA HACE FALTA QUE SE
TENGAN RESPETO POR LA DIGNIDAD DE CADA PERSONA,
Y SENSIBILIDAD ANTE LOS SENTIMIENTOS DE LOS
DEMAS.
TEXTO AUREO: “NINGUNA PALABRA CORROMPIDA SALGA
DE VUESTRA BOCA, SINO LA QUE SEA BUENA PARA LA
NECESARIA EDIFICACION, A FIN DE DAR GRACIA A LOS
OYENTES.” EF. 4:29
I. INTRODUCCION
La franqueza en la comunicación es esencial para
el desarrollo de una vida familiar aceptable.
Hay que comprender por que se necesita una
comunicación eficaz en el seno de la familia, y
que principios la rigen. Todos los que componen
la familia deben sentirse en la posibilidad de
hablar libre y abiertamente con la plena
seguridad de ser oídos, para que reine
verdaderamente la armonía en el hogar.
La transparencia en la comunicación les permite
a todos en la familia hablar la verdad, toda la
verdad, y nada más que la verdad en cualquier
situación en que se encuentren. Los padres deben
demostrar esta apertura en la forma en que se
comunican delante de sus hijos cuando éstos
están aun en pleno crecimiento. De no ser así,
la vedad parecerá estar siempre oculta y surgirá
el engaño.
La capacidad de comunicarse es una cualidad
básica del ser humano. Es innata. No obstante,
la forma de comunicarse debe ser aprendida a
medida que se desarrolla la personalidad. Este
aprendizaje se realiza únicamente a través del
ejemplo, reforzado por la seguridad de que
siempre hay la posibilidad de una interrelación.
Pablo ofrece una buen fórmula para la
comunicación correcta en la familia cristiana:
“siguiendo la verdad en amor“(Ef. 4:15). Esto
sólo es posible cuando cada miembro de la
familia está dispuesto a compartir con los demás
sus más íntimos pensamientos y sentimientos con
amor y está seguro de que se le escuchará sin
criticas.
II. ¿QUE SE TRATA DE HACER AL COMUNICARSE? - -
PR. 15:1, 7, 23; LC 6:45; EF 4:29; COL 4:6
Captar la atención
La comunicación empieza con la atención. Antes
de hablar, para estar seguro de que nos están
escuchando, siempre debemos atraer la atención
de la persona a la cual nos dirigimos. Esta es
la suposición de Salomón cuando asegura que la
blanda respuesta quita la ira. Si usted es la
persona que recibe el mensaje, debe prestar la
atención debida, tanto a su contenido verbal
como al emocional, a fin de poder responder
correcta y eficazmente.
Una de las tareas difíciles de los padres es
cerciorarse de que su hijo los está atendiendo
antes de tratar de decirle algo. De manera que,
para que la comunicación sea buena, asegúrese de
que sus hijos lo están escuchando con toda
atención. Para comunicar en la forma debida,
necesita hablar clara y distintamente, con un
mínimo de emoción en la voz. Es mucho más fácil
responder a un mensaje claro y firme. Esto es
verdad no sólo en los casos de comunicación
entre padres e hijos, sino también entre esposos.
¿Cómo podemos saber si contamos con toda la
atención de la persona a quién nos dirigimos?
Cada vez que haya terminado de darle una
instrucción o un mensaje a su hijo, pídale que
se lo repita, para estar seguro de que lo ha
entendido. La obediencia requiere comprensión, y
para comprender es necesario oír.
Obtener una respuesta
Para poder responder a un mensaje se requiere
que lo hayamos escuchado y entendido. La mejor
comunicación ocurre cuando hay una “blanda
respuesta”, es decir, una respuesta que sea
amable y tierna, tanto en palabras como en
contenido. Es poco lo que se puede lograr cuando
los temperamentos se alteran entre padres hijos
y se gritan unos a otros al tratar de
comunicarse. Cuando un padre o un hijo opta por
utilizar palabras ofensivas que hieren y
entristecen al que las recibe, su comunicación
ha dejado de ser eficaz. La palabra correcta,
dicha en el momento oportuno, ¡qué buena es!
(Pr. 15:23). El escritor de los Proverbios
también declara que como “manzana de oro con
figuras de plata es la palabra dicha como
conviene”, una obra maestra del arte creador de
Dios. (Pr. 25:11).
¿Por qué hay familias cuyos integrantes no
pueden comunicarse con eficacia entre si? He
aquí algunas razones posibles:
1. Algunos tienen temor de ser rechazados. Temen
que sus ideas, sugerencias y opiniones no sean
aceptadas por los demás, por lo que no quieren
expresarse.
2. Algunos no creen que hablar les sea de alguna
utilidad. Quizá hayan intentado en el pasado
hacer oír sus pensamientos y sentimientos y los
hayan rechazado y criticado.
3. Algunas personas tienen un bajo concepto de
si mismos y piensan que no tienen nada bueno que
ofrecer.
4. En otros casos lo que ocurre es que las
personas están muy absortas con numerosas
preocupaciones y no tienen tiempo de comunicarse
entre sí. Su vida es una rueda continua de
actividades y afanes y les quedan muy pocas
energías y tiempo para desarrollar las
relaciones interpersonales.
5. Algunas parejas comparten muy pocas cosas o
intereses, así que tienen muy pocos temas de los
cuales hablar. Cada uno vive su propia vida y no
le interesa involucrarse ni siquiera en
detenerse a saber lo que ocurre en la vida de
los otros miembros de la familia.
Mientras más abiertos y francos sean los
miembros de una familia y más comuniquen
libremente las cosas, mejor será la corriente de
comunicación que habrá en el hogar.
III. LOS PROBLEMAS DE LA COMUNICACIÓN - -PR
13.1-3; 13-17
Hay que aprender a escuchar
¿Qué se necesita para ser un buen oyente?
Algunas de las normas para ser un buen oyente
son.
Deje de hablar.
Haga que la persona que le habla se sienta bien.
Demuestre interés con su mirada y sus gestos.
Haga a un lado toda distracción.
Trate de ponerse en el lugar del que habla
Sea paciente
Controle su temperamento
No discuta. Aún cuando ganara la discusión,
saldría perdiendo.
Haga preguntas.
10. No se ponga a pensar en lo que va a decir
mientras el otro está hablando.
No es posible hacer buen papel de oyente si
siempre se está tratando de hablar. Dicen que
Dios nos dio dos oídos, pero una sola lengua,
para que nos sirva de lección y pasemos más
tiempo escuchando que hablando. Sin embargo, en
muchas personas ocurre lo contrario.
Para que la comunicación sea aceptable, es
necesario que seamos “prontos para oír” (Stg.
1:19). Escuchar quizá sea la tarea más difícil
en la vida familiar. Al tratar con adolescentes
muchas veces es necesario pedirles que definan
algunas de las palabras que usan. Los grupos de
jóvenes adoptan formas propias de expresarse y
usan palabras cuya definición sólo ellos
conocen. También es necesario reprimir la
tendencia a responder emocionalmente a lo que se
está diciendo que detengan su evaluación hasta
que la persona haya terminado de decir lo que
quiere. Mientras no haya dicho todo, es absurdo
interrumpir la comunicación. Si hace eso, es
posible que surja un conflicto, porque la
conversación se convierte en algo parcial, ya
que usted no se ha enterado de todos los
detalles.
El rechazo
El hijo que se niega a oír, o el que menosprecia
lo que oye, tendrá confusión en la vida. En
cambio, se prometen recompensas para los que
escuchan y atesoran los mandamientos del Señor.
La actitud ejemplar de los padres será para los
hijos como una fuente de vida y los ayudará a no
caer en la trampa de los pensamientos corruptos
y la vida desordenada.
La gracia con Dios y el buen entendimiento con
la familia se logran solamente a través de una
comprensión correcta de la vida cristiana. En
cambio, “El camino de los transgresores es duro”
(Pr 13:15). La persona que es prudente saca
beneficio de la información que recibe. Esta se
convierte en conocimiento para ella. Por el
contrario, la que rechaza los consejos está
manifestando su propia necedad e ignorancia en
lo que dice y hace. ¡Cuán hermoso es traer
bendición a las relaciones familiares por medio
de la aplicación de la verdad a la comunicación
en el hogar! Rechazar los consejos que nos da
nuestra familia equivale a acarrearnos agonías
innecesarias para nuestra vida.
IV. LOS PRINCIPIOS DE LA COMUNICACIÓN - - AM
3:3; FIL 2:2
El acuerdo
La meta final de la comunicación es llegar a un
entendimiento, a un acuerdo. Amós hace una
sucinta pregunta cuya respuesta es obvia:
“¿Andarán dos juntos, si no estuvieran de
acuerdo?” (Am. 3:3). Por supuesto, la respuesta
es “NO”.
Los esfuerzos por vivir en armonía dentro de la
famita son tareas de toda la vida. Hay muchas
maneras de ver y juzgar las cosas e interpretar
los mensajes. Ponga a cuatro personas en
diferentes esquinas a observar el mismo
acontecimiento y tendrán versiones diferentes.
La forma en que piensan los hombres es distinta
de la manera en que las mujeres piensan. Se ha
dicho frecuentemente que los hombres piensan
lógicamente, mientras que las mujeres piensan
intuitivamente. Es necesario un esfuerzo
constante para lograr la armonía en la
comunicación familiar. Para hacer esto hay que
ser especifico y evitar las generalizaciones. Un
consejo muy útil es usar el pronombre “yo” al
dar nuestro mensaje, para identificarnos con él.
Eso nos hace responsables de lo que estamos
diciendo y sintiendo. La comunicación en el
hogar cristiano debe ser un modelo de
sinceridad, claridad y apertura ante los demás.
Se ofrecen las siguientes sugerencias para que
haya una comunicación mejor en el matrimonio:
1. No dé por sentado que conoce a su cónyuge a
la perfección. No crea que sabe como él o ella
se siente o piensa. Deje que él o ella lo
exprese a su manera.
Trate de ver las cosas desde el punto de vista
de su cónyuge.
3. Deténgase y piense bien antes de decir algo
que pudiera lamentar por el resto de su vida.
4. Cultivar entre ambos el hábito de hablar
claramente las cosas. Separen tiempo para estar
juntos, apartados de los demás, a fin de poder
hablar con libertad.
5. Evite el uso de tácticas de presión, como el
sarcasmo o el silencio, para que las cosas
salgan siempre a su manera.
6. Diga lo que siente, pero haga lo que pueda
para que su cónyuge entienda por qué razón se
siente así.
7. Interésese siempre en la persona de su
cónyuge. Trate de entender cuáles son sus
necesidades y esfuércese por ayudarlo a
satisfacerlas, siempre y cuando esté dentro de
sus posibilidades.
No tomar decisiones muy importantes sin haberlas
discutido entre si.
9. Sea optimista. Un problema está ya medio
resuelto si se puede ver positivamente.
10. Permita que su fe cristiana sea la fuente de
su fuerza. Ore por sus problemas y permita que
en su vida se desarrollen los frutos del
Espíritu Santo (Ga. 5:22, 23) y que se
manifiesten en su vida matrimonial.
La solución de los conflictos
El hecho de que se tengan opiniones diferentes
no quisiere decir que se tenga que romper las
relaciones de todas maneras. Puesto que los
hombres piensan de una manera diferente a como
piensan las mujeres y los jóvenes tienen puntos
de vista distintos a los de sus padres, habrá
siempre una variedad de opiniones en la familia.
Si estas opiniones son discutidas amplia y
claramente conforme van surgiendo, no tienen por
qué llegar a provocar una ruptura en la
comunicación. En cambio, si permanecen ocultas y
van minando secretamente la mente de los que las
albergan, pueden llegar a ser las semillas de la
discordia y el descontento.
Los conflictos son normales en la familia y
constituyen una parte inevitable de la condición
humana. En el corazón de todo conflicto siempre
hay valores y necesidades personales arraigados
en conceptos de autoridad: ¿Quién crees tu que
eres para decirme lo que yo debo hacer? Para
poder resolver los problemas en el hogar se
requiere que cada uno de sus integrantes coloque
los principios cristianos por encima de sus
demandas personales y esté dispuesto a llegar al
mejor acuerdo posible con los demás. Una buena
parte de los conflictos familiares convergen en
torno a los derechos individuales. Hay ocasiones
en las cuales lo mejor que se puede hacer es
renunciar a los derechos personales con el fin
de contribuir al bien general de toda la familia
(Ef. 5:21).
A veces los conflictos surgen porque alguien
quiere hacer las cosas como a él le gustan sin
importarle las molestias que puedan causar a
otros. Cuando hay choques de opiniones o deseos
es obvio que no todos podrán quedar satisfechos
completamente. Es entonces cuando surgen las
negociaciones y las concesiones. Cada uno recibe
un poco de lo que busca, pero nadie lo consigue
todo. ¿No es esta la manera cristiana de
conservar la armonía, tanto en el hogar como en
la iglesia?
Jesús nos dice que si venimos al altar de
adoración y allí el Espíritu Santo nos revela
que estamos en conflicto con otros cristianos,
aun sin saberlo, debemos dejar nuestro presente
e ir a poner en orden nuestra relación con la
persona con la que hemos estado en discordia. El
no dice que sea necesario que nos perdonen,
simplemente nos manda a ir e intentar la
reconciliación. Si la otra persona quiere
perdonarnos o no, es secundario. Dios nos
perdonará si hemos cometido alguna falta y nos
honrará si hacemos lo que es correcto, en busca
de comunión y acuerdo (Mt. 5:23, 24). Este es el
modelo según el cual deben resolverse los
problemas en el hogar cristiano. Este método
será eficaz en el mismo grado en que cada
miembro de la familia se esfuerce en tener al
Señor Jesucristo como el Dueño y Señor de su
vida. Usese siempre la Palabra de Dios para la
orientación sobre los mejores métodos de
comunicación entre los cristianos.
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