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La Iglesia en el Siglo I
PERSECUCIONES DEL Siglo. I
INTRODUCCIÓN:
Hasta que los emperadores romanos del siglo IV
no vieron en el cristianismo un aliado
interesante para mantenerse en el poder, y tener
unido al imperio, lo persiguieron de muy
diversas maneras.
En los comienzos del cristianismo el hecho de
llamarse cristiano podía suponer en el mejor de
los casos la muerte y el bautismo muchas veces
era la antesala del Circo Romano y los leones.
Entonces "ser cristiano" era una verdadera
decisión a "vida o muerte".
A continuación leeremos un estudio al respecto
de las primeras persecuciones que sufrieron los
cristianos en el siglo I.
La naturaleza de las persecuciones del siglo I
Además del texto que se reproduce más abajo y
que hace mención a la persecución Neroniana,
hemos de decir como preámbulo a este tema, que
Tertuliano de Cartago, conocedor de las leyes
Romanas afirma sin duda alguna que existió un "Institutum
Neronianum" o ley del emperador Nerón contra los
cristianos, cuyo fundamento básicamente era este:
"Ut christiani non sint" o lo que es lo mismo
"No es lícito ser cristiano". De este modo,
aunque los mismos paganos que los condenaban,
como es el caso de Plinio, de manera patente se
daban cuenta de la inocencia de los cristianos,
como fue en el caso de los cristianos de Bitinia,
los paganos parecían decir: "La ley está por
encima de toda verdad, y por esto es preciso
obedecerla" (del mismo modo hoy en día, muchos
dentro del cristianismo
"Desde sus inicios, la fe cristiana no fue cosa
fácil ni sencilla. El propio Señor a quien los
cristianos servían había muerto en la cruz,
condenado como un malhechor cualquiera. Y, como
ya hemos visto, pronto Esteban sufrió una suerte
semejante, al ser muerto a pedradas tras su
testimonio ante el concilio de los judíos. Algún
tiempo después el apóstol Jacobo -o Santiago-
era muerto por orden de Herodes. Y a partir de
entonces, hasta nuestros días, nunca han faltado
quienes se han visto en la necesidad de sellar
su testimonio con su sangre.Sin embargo, no
siempre las razones y las condiciones de la
persecución han sido las mismas. Ya en los
primeros años de vida de la iglesia pudo verse
cierta evolución en este sentido.
Los primeros cristianos no creían que
pertenecían a una nueva religión. Ellos eran
judíos, y la principal diferencia que les
separaba del resto del judaísmo era que creían
que el Mesías había venido, mientras que los
demás judíos seguían aguardando su advenimiento.
Su mensaje a los judíos no era por tanto que
tenían que dejar de ser judíos, sino al
contrario, que ahora que la edad mesiánica se
había inaugurado debían ser mejores judíos. De
igual modo, la primera predicación a los
gentiles no fue una invitación a aceptar una
nueva religión recién creada, sino que fue la
invitación a hacerse partícipes de las promesas
hechas a Abraham y su descendencia. A los
gentiles se les invitaba a hacerse hijos de
Abraham según la fe, ya que no podían serlo
según la carne. Y la razón por la que esta
invitación fue posible era que desde tiempos de
los profetas el judaísmo había creído que con el
advenimiento del Mesías todas las naciones
serían traídas a Sión. Para aquellos cristianos,
el judaísmo no era una religión rival del
cristianismo, sino la misma religión, aún cuando
los que la seguían no vieran que ya las
profecías se habían cumplido. Desde el punto de
vista de los judíos no cristianos, la situación
era la misma. El cristianismo no era una nueva
religión, sino una secta herética dentro del
judaísmo. El judaísmo del siglo primero no era
una unidad monolítica, sino que había en él
diversas sectas y opiniones. Por lo tanto, al
aparecer el cristianismo, los judíos lo veían
como una secta más. La conducta de aquellos
judíos hacia el cristianismo se comprende si nos
colocamos en su lugar, y vemos el cristianismo,
desde su punto de vista, como una nueva herejía
que iba de ciudad en ciudad tentando a los
buenos judíos a hacerse herejes. Además, en
aquella época -y no sin fundamentos bíblicos-
muchos judíos creían que la razón por la cual
habían perdido su antigua independencia, y
quedado reducidos al papel de súbditos del
Imperio, era que el pueblo no había sido
suficientemente fiel a la fe de sus antepasados.
Por tanto, el sentimiento nacionalista y
patriótico se exacerbaba ante la posibilidad de
que estos nuevos herejes pudieran una vez más
provocar la ira de Dios sobre Israel. Por estas
razones, en buena parte del Nuevo Testamento los
judíos persiguen a los cristianos, quienes a su
vez encuentran refugio en las autoridades
romanas. Esto puede verse, por ejemplo, cuando
algunos judíos en Corinto acusan a Pablo ante el
procónsul Gallón, diciendo que "este persuade a
los hombres a honrar a Dios contra la ley", y
Gallón les responde: "Si fuera algún agravio o
algún crimen enorme, oh judíos, conforme a
derecho yo os toleraría. Pero si son cuestiones
de palabras, y de nombres, y de vuestra ley,
vedlo vosotros; porque yo no quiero ser Juez de
estas cosas" (Hechos 18:14-15). Y más tarde,
cuando se produce un motín en el Templo porque
algunos acusan a Pablo de haber introducido a un
gentil al recinto sagrado, y los judíos tratan
de matarle, son los oficiales romanos quienes le
salvan la vida al apóstol. Luego, los romanos
concordaban con los primeros cristianos y con
los Judíos en que se trataba aquí de un
conflicto entre Judíos. Y, siempre que no se
produjera un alboroto excesivo, los romanos
preferían que los propios judíos resolvieran esa
clase de problemas. Pero cuando el tumulto era
demasiado, los romanos intervenían para
restaurar el orden y a veces para castigar a los
culpables. Un caso que ilustra esta situación es
la expulsión de los judíos de Roma por el
emperador Claudio, alrededor del año 51. Hechos
18:2 menciona esta expulsión, aunque no explica
sus razones. Pero el historiador romano Suetonio
nos ofrece un dato intrigante al decirnos que
los judíos fueron expulsados de Roma porque
estaban causando disturbios constantes "a causa
de Cresto". La mayoría de los historiadores
concuerda en que "Cresto" no es otro que Cristo,
cuyo nombre ha sido mal escrito. Por lo tanto,
lo que sucedió en Roma parece haber sido que,
como en tantos otros lugares, la predicación
cristiana causó tantos desórdenes entre los
judíos, que el emperador decidió expulsarles a
todos. En Roma, en estos tiempos, todavía la
disputa entre judíos y cristianos parecía ser
una cuestión interna dentro del judaísmo. Sin
embargo, según el cristianismo fue extendiéndose
cada vez más entre los gentiles y la proporción
de judíos dentro de la iglesia fue disminuyendo,
tanto cristianos como judíos y romanos fueron
estableciendo distinciones cada vez más claras
entre el judaísmo y el cristianismo.
También hay ciertas indicaciones de que, en
medio del creciente sentimiento nacionalista que
llevó a los judíos a rebelarse contra Roma y que
culminó en la destrucción de Jerusalén, los
cristianos -especialmente los gentiles entre
ellos- trataron de mostrar claramente que ellos
no formaban parte de ese movimiento. El
resultado de todo esto fue que las autoridades
romanas se enfrentaron por primera vez al
cristianismo como una religión aparte del
judaísmo. Fue entonces que comenzó la historia
de dos siglos y medio de persecuciones por parte
del Imperio Romano. En ese contexto la
persecución bajo Nerón fue de enorme importancia,
no tanto por su magnitud, como por haber sido la
primera de una larga serie, de crueldad siempre
creciente. Empero, antes de pasar a discutir la
persecución bajo Nerón, debemos señalar un hecho
que ha tenido consecuencias fatídicas para las
relaciones entre los cristianos y los judíos a
través de los siglos. Durante los primeros años
del cristianismo, éste existió dentro del marco
del judaísmo. En esa situación, el judaísmo
trató de aplastarlo (de ello hay abundantes
pruebas en el libro de Hechos y en otros libros
del Nuevo Testamento). Pero a partir de entonces,
nunca más ha estado el judaísmo en posición de
perseguir a los cristianos, mientras que muchas
veces los cristianos sí han estado en posición
de perseguir a los judíos. Cuando el
cristianismo vino a ser la religión de la
mayoría, y los judíos se volvieron una minoría
dentro de toda una sociedad que se llamaba
cristiana, fueron muchos los cristianos que,
impulsados por lo que se dice en el Nuevo
Testamento acerca de la oposición de los judíos
al cristianismo, fomentaron el sentimiento
antijudío, y llegaron hasta el extremo de las
matanzas de judíos. Por lo tanto es de suma
importancia que nos percatemos de que aquellos
judíos que persiguieron a los cristianos en el
siglo primero lo hicieron creyendo servir a
Dios, y que los cristianos que hoy vuelven la
situación al revés, y practican el antijudaísmo,
están haciendo precisamente lo mismo que
condenan en aquellos judíos de antaño.
La persecución bajo Nerón
Nerón llegó al poder en octubre del año 54,
gracias a las intrigas de su madre Agripina,
quien no vaciló ante el asesinato en sus
esfuerzos por asegurar la sucesión del trono en
favor de su hijo. Al principio, Nerón no cometió
los crímenes por los que después se hizo famoso.
Aun más, varias de las leyes de los primeros
años de su gobierno fueron de beneficio para los
pobres y los desposeídos. Pero poco a poco el
joven emperador se dejó llevar por sus propios
afanes de grandeza y placer, y por una corte que
se desvivía por satisfacer sus más mínimos
caprichos. Ya diez años después de haber llegado
al tronó, Nerón era despreciado por el pueblo y
poetas y literatos, a cuyo número Nerón
pretendía pertenecer sin tener los dones
necesarios para ello.
Cuantos se oponían a su voluntad, o bien morían
misteriosamente, o bien recibían ordenes de
quitarse la vida. Cuando la esposa de uno de sus
amigos le gustó, sencillamente hizo enviar a su
amigo a Portugal, y tomó la mujer para sí. Todos
estos hechos -y muchos rumores- corrían de boca
en boca, y hacían que el pueblo siempre esperara
lo peor de su soberano. Así estaban las cosas
cuando, en la noche del 18 de julio del año 64,
estalló un enorme incendió en Roma. Al parecer,
Nerón se encontraba a la sazón en su residencia
de Antium, a unas quince leguas de Roma, y tan
pronto como supo lo que sucedía corrió a Roma,
donde trató de organizar la lucha contra el
incendio.
Para los que habían quedado sin refugio, Nerón
hizo abrir sus propios jardines y varios otros
edificios públicos. Pero todo esto no bastó para
apartar las sospechas que pronto cayeron sobre
el emperador a quien ya muchos tenían por loco.
El fuego duró seis días y siete noches; y
después volvió a encenderse en diversos lugares
durante tres días más. Diez de los catorce
barrios de la ciudad fueron devorados por las
llamas. En medio de todos sus sufrimientos, el
pueblo exigía que se descubriera al culpable, y
no faltaban quienes se inclinaban a pensar que
el propio emperador había hecho incendiar la
ciudad para poder reconstruirla a su gusto, como
un gran monumento a su persona. El historiador
Tácito, que probablemente se encontraba entonces
en Roma, cuenta varios de los rumores que
circulaban, y él mismo parece dar a entender que
su opinión era que el incendio había comenzado
accidentalmente en un almacén de aceite. Pero
cada vez más las sospechas recaían sobre el
emperador. Según se decía, Nerón había pasado
buena parte del incendio en lo alto de la torre
de Mecenas, en la cumbre del Palatino, vestido
como un actor de teatro, tañendo su lira, y
cantando versos acerca de la destrucción de
Troya. Luego comenzó a decirse que el emperador,
en sus locas ínfulas de poeta, había hecho
incendiar la ciudad para que el siniestro le
sirviera de inspiración. Nerón hizo todo lo
posible por apartar tales sospechas de su
persona. Pero todos sus esfuerzos resultaban
inútiles mientras no se hiciera recaer la culpa
sobre otro. Dos de los barrios que no habían
ardido eran las zonas de la ciudad donde había
más judíos y cristianos, por tanto el emperador
pensó que le sería fácil culpar a los cristianos.
El historiador Tácito, que parece creer que el
fuego fue un accidente, y que por tanto la
acusación hecha contra los cristianos era falsa,
nos cuenta lo sucedido:"A pesar de todos los
esfuerzos humanos, de la liberalidad del
emperador y de los sacrificios ofrecidos a los
dioses, nada bastaba para apartar las sospechas
ni para destruir la creencia de que el fuego
había sido ordenado. Por lo tanto, para destruir
ese rumor, Nerón hizo aparecer como culpables a
los cristianos, una gente a quienes todos odian
por sus abominaciones, y los castigó con muy
refinada crueldad. Cristo, de quien toman su
nombre, fue ejecutado por Poncio Pilato durante
el reinado de Tiberio. Detenida por un instante,
esta dañina superstición apareció de nuevo, no
sólo en Judea, donde estaba la raíz del mal,
sino también en Roma, ese lugar donde se dan
cita y encuentran seguidores todas las cosas
atroces y abominables que llegan desde todos los
rincones del mundo. Por lo tanto, primero fueron
arrestados los que confesaron [ser cristianos],
y sobre la base de las pruebas que ellos dieron
fue condenada una gran multitud, aunque no se
les condenó tanto por el incendio como por su
odio a la raza humana (Anales, I S. 44)."Estas
palabras de Tácito son valiosísimas, pues
constituyen uno de los más antiguos testimonios
que han llegado hasta nuestros días del modo en
que los paganos veían a los cristianos Al leer
estas líneas, resulta claro que Tácito no creía
que los cristianos fueran verdaderamente
culpables de haber incendiado a Roma. Aún más,
la "refinada crueldad" de Nerón no recibe su
aprobación. Pero al mismo tiempo este buen
romano, persona culta y distinguida, cree mucho
de lo que se rumora acerca de las "abominaciones"
de los cristianos, y de su "odio a la raza
humana". Tácito y sus contemporáneos no nos
dicen en qué consistían estas "abominaciones"
que supuestamente practicaban los cristianos.
Tendremos que esperar hasta el siglo segundo
para encontrar documentos en los que se
describen esos rumores malsanos. Pero sean
cuales hayan sido, el hecho es que Tácito los
cree, y que piensa que los cristianos odian a la
humanidad.
Pero Tácito sigue contándonos lo sucedido en
Roma a raíz del gran incendio:"Además de
matarles [a los cristianos] se les hizo servir
de entretenimiento para el pueblo. Se les vistió
en pieles de bestias para que los perros los
mataran a dentelladas. Otros fueron crucificados.
Y a otros se les prendió fuego al caer la noche,
para que la iluminaran. Nerón hizo que se
abrieran sus jardines para esta exhibición, y en
el circo él mismo ofreció un espectáculo, pues
se mezclaba con las gentes disfrazado de
conductor de carrozas, o daba vueltas en su
carroza. Todo esto hizo que se despertara la
misericordia del pueblo, aun contra esta gente
que merecía castigo ejemplar, pues se veía que
no se les destruía para el bien público, sino
para satisfacer la crueldad de una persona (Anales
15:44)."
Una vez más, vemos que este historiador pagano,
sin mostrar simpatía alguna hacia los cristianos,
sí da a entender que el castigo era excesivo, o
al menos que la persecución tuvo lugar, no en
pro de la justicia, sino por el capricho del
emperador. Además, en estas líneas tenemos una
descripción, escrita por uno que no fue
cristiano, de las torturas a que fueron
sometidos aquellos mártires.Del número de los
mártires sabemos poco. Además de lo que nos dice
Tácito, hay algunos documentos cristianos de
fines del siglo primero, y del siglo segundo,
que recuerdan con terror aquellos días de
persecución bajo Nerón. También hay toda clase
de indicios que dan a entender que Pedro y Pablo
se contaban entre los mártires neronianos. Por
otra parte, todas las noticias que nos llegan se
refieren a la persecución en la ciudad de Roma,
y por tanto es muy probable que la persecución,
aunque muy cruenta, haya sido local, y no se
haya extendido hacia las provincias del imperio.
Aunque al principio se acusó a los cristianos de
incendiarios, todo parece indicar que pronto se
comenzó a perseguirles por el mismo hecho de ser
cristianos -y por todas las supuestas
abominaciones que iban unidas a ese nombre-.
El propio Nerón debe haberse percatado de que el
pueblo sabía que se perseguía a los cristianos
no por el incendio, sino por otras razones. Y
Tácito también nos dice que en fin de cuentas
"no se les condenó tanto por el incendio como
por su odio a la raza humana". En vista de todo
esto, y a fin de justificar su conducta, Nerón
promulgó contra los cristianos un edicto que
desafortunadamente no ha llegado a nuestros días.
Probablemente los planes de Nerón incluían
extender la persecución a las provincias, si no
para destruir el cristianismo en ellas, al menos
para lograr nuevas fuentes de víctimas para sus
espectáculos. Pero en el año 68 buena parte del
imperio se rebeló contra el tirano, y el senado
romano lo depuso. Prófugo y sin tener a dónde ir,
Nerón se suicida. A su muerte, muchas de sus
leyes fueron abolidas. Pero su edicto contra los
cristianos siguió en pie. Esto quería decir que,
mientras nadie se ocupara de perseguirles, los
cristianos podían vivir en paz; pero tan pronto
como algún emperador u otro funcionario
decidiera desatar la persecución podía siempre
apelar a la ley promulgada por Nerón. Por lo
pronto, nadie se ocupó de perseguir a los
cristianos.
A la muerte de Nerón, se siguió un período de
desorden, hasta tal punto que los historiadores
llaman al año 69 "el año de los cuatro
emperadores". Por fin Vespasiano pudo tomar las
riendas del estado, y luego le sucedió su hijo
Tito, el mismo que en el año 70 había tomado y
destruido a Jerusalén. En todo este período, el
Imperio parece haberse desentendido de los
cristianos, cuyo número seguía aumentando
silenciosamente.
La persecución bajo Domiciano
En el año 81 Domiciano sucedió al emperador
Tito. Al principio, su reino fue tan benigno
hacia la nueva fe como lo habían sido los reinos
de sus antecesores. Pero hacia el final de su
reino se desató de nuevo la persecución.No
sabemos a ciencia cierta por qué Domiciano
persiguió a los cristianos. Sí sabemos que
Domiciano amaba y respetaba las viejas
tradiciones romanas, y que buena parte de su
política imperial consistió en restaurar esas
tradiciones. Por lo tanto, era de esperarse que
se opusiera al cristianismo, que en algunas
regiones del Imperio había ganado muchísimos
adeptos, y que en todo caso se oponía tenazmente
a la antigua religión romana. Además, ahora que
ya no existía el Templo de Jerusalén, Domiciano
decidió que todos los judíos debían enviar a las
arcas imperiales la ofrenda anual que antes
mandaban a Jerusalén. Cuando algunos judíos se
negaron a hacerlo o mandaron el dinero al mismo
tiempo que dejaban ver bien claro que Roma no
había ocupado el lugar de Jerusalén, Domiciano
empezó a perseguirles y a exigir el pago de la
ofrenda. Puesto que todavía no estaba del todo
claro en qué consistía la relación del judaísmo
con el cristianismo, los funcionarios imperiales
empezaron a presionar a todos los que
practicaban "costumbres judías". Así se desató
una nueva persecución que parece haber ido
dirigida, no sólo contra los cristianos, sino
también contra los judíos. Como en el caso de
Nerón, no parece que la persecución haya sido
igualmente severa en todo el Imperio. De hecho,
es sólo de Roma y de Asia Menor que tenemos
noticias fidedignas acerca de la persecución. En
Roma el emperador hizo ejecutar a su pariente
Flavio Clemente y a su esposa Flavia Domitila.
Se les acusó de "ateísmo" y de "costumbres
judías". Puesto que los cristianos adoraban a un
Dios invisible, por lo general los paganos les
acusaban de ser ateos. Por tanto, es muy
probable que Flavio Clemente y su esposa hayan
muerto por ser cristianos.
Estos son los únicos dos mártires romanos bajo
Domiciano que conocemos por nombre. Pero varios
escritores antiguos afirman que fueron muchos, y
una carta escrita por la iglesia de Roma a la de
Corinto poco después de la persecución se
refiere a "los males y pruebas inesperados y
seguidos que han venido sobre nosotros" (I
Clemente 1).De la persecución en Asia Menor sí
sabemos más, gracias al Apocalipsis, que fue
escrito en medio de esa dura prueba. Juan, el
autor del Apocalipsis, había sido deportado a la
isla de Patmos, y por tanto sabemos que no todos
los cristianos eran condenados a muerte. Pero sí
hay muchas otras pruebas de que fueron muchos
los que sufrieron y murieron en tal ocasión. En
medio de la persecución, el Apocalipsis muestra
una actitud mucho más negativa hacia Roma que el
resto del Nuevo Testamento. Pablo había ordenado
a los romanos que se sometieran a las
autoridades, que habían sido ordenadas por Dios.
Pero ahora el vidente de Patmos describe a Roma
en términos nada elogiosos, como "la gran ramera
... ebria de la sangre de los santos, y de la
sangre de los mártires de Jesús" (Apocalipsis
17:1,6). Y Pérgamo, la capital de la región, es
el lugar "donde está el trono de Satanás" (Apocalipsis
2:13).Afortunadamente, cuando se desató la
persecución el reino de Domiciano se acercaba a
su fin. Al igual que Nerón, Domiciano había
cobrado fama de tirano, y por fin fue asesinado
en su propio palacio, y el senado romano hizo
que se borrara su nombre de todas las
inscripciones y monumentos en su honor. Una vez
más, el Imperio parece haberse olvidado de la
nueva fe que iba esparciéndose por entre sus
súbditos, y por tanto la iglesia gozó de un
período de relativa paz.
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