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La Iglesia en el Siglo II
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO Y EL MONTANISMO
Los "Dones del Espíritu Santo" en la Iglesia
Primitiva y su permanencia en el tiempo.
La herejía Catafrigia: El Movimiento Montanista
o "Nueva Profecía".
Excesos del Montanismo y similitudes con el
movimiento carismático moderno.
1. LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
PRIMITIVA Y SU PERMANENCIA EN EL TIEMPO.
Que la iglesia primitiva fue una iglesia donde
los llamados "Dones del Espíritu Santo" se
manifestaron, no se puede poner hoy en duda, ni
desde el punto de vista Neotestamentario, ni
desde el de la historia.
Mucho se ha discutido hoy sobre la permanencia
de los dones espirituales tras la era apostólica,
en gran parte debido a la moderna teología
dispensacionalista y a la polémica suscitada en
el pasado siglo XX con el llamado "Movimiento
carismático" o "Movimiento Pentecostal".
Grandes figuras de la época paleocristiana
(Anterior al Concilio de Nicea), como Ireneo de
Lyon, discípulo de Policarpo, que a su vez fue
discípulo directo del apóstol Juan, y que vivió
entre el 130-195 d.c. ejerciendo de obispo en
las Galias, más en concreto en la ciudad de
Lyon, mencionan la permanencia de los Dones o
Carismas hasta bien entrado el siglo II, tras la
era apostólica. Si bien encontramos estos textos
de Ireneo en su conocido "Contra las Herejías",
él mismo es citado por Eusebio en los albores
del siglo IV en su "Historia Eclesiástica" en
los siguientes términos: "Ireneo también
menciona estas cosas, de acuerdo con los relatos
que ya discutimos, en los cinco libros titulados
"Refutación y destrucción de la falsamente
llamada ciencia" (o "Contra las Herejías"). En
el segundo libro de esta obra muestra que, en
algunas iglesias, permanecían hasta entonces
manifestaciones del sorprendente poder Divino (Habla
aquí de la segunda mitad del s. II d.c.). Usa
los siguientes términos: "Pero si afirman que el
Señor ha hecho esto de forma aparente (se
refiere a las herejías gnósticas), haciéndoles
volver a los escritos proféticos, les
mostraremos con ellos que de este modo estaba
predicho por Él [...] Por ello también sus
verdaderos discípulos, tomando la gracia de Él,
la ponen en actividad para el bien de los demás
hombres, de acuerdo con el don que cada cual
recibió de Él. Porque algunos sacan demonios
firme y verdaderamente, de modo que a menudo
ocurre que los que fueron limpiados del espíritu
perverso creen y están en la iglesia; otros
tienen conocimiento del porvenir, visiones y
palabras proféticas; mientras que otros sanan
enfermos por la imposición de manos y los
restablecen sanos; pero aún más, de acuerdo con
lo que dijimos, incluso muertos han resucitado y
han quedado con nosotros durante bastantes años
[...] también hemos oído que hay muchos hermanos
en la iglesia que tienen don de profecía, que
por el Espíritu hablan en todo tipo de lenguas,
que descubren los secretos de los hombres cuando
es propicio y que declaran los misterios de
Dios".
Esto es lo que se sabe acerca de la permanencia
de los diversos dones hasta el tiempo aludido
entre los que eran dignos". ("Historia
Eclesiástica"Eusebio de Cesarea, Libro V, cap.
7, págs. 300-301. Ed. Clíe, 1988, Terrassa,
España)
Eusebio hace aquí una afirmación interesantísima
cuando dice que los diversos dones permanecieron
en la iglesia "hasta el tiempo aludido", que es
la segunda mitad del siglo II y principios del
siglo III.
Si este escrito que nos muestra que, bien
entrado el siglo segundo, y casi comenzando el
tercero, aún se manifestaban en la iglesia los
dones espirituales o carismas no es suficiente
para al menos hacer recapacitar a aquellos que
afirman que dichas manifestaciones del Espíritu
de Dios acabaron con los apóstoles, más
interesante aún si cabe, es la descripción que
un pagano hace de un hombre hablando en lenguas
y profetizando. Nos referimos a Celso, autor del
libro escrito entre finales del s.II d.c. y
principios del III d.c., "El Discurso verdadero
contra los Cristianos". Allí Celso nos hace esta
curiosa y burlesca descripción: "Esos
predicadores de Fenicia y de Palestina son de
diversas categorías. Muchos oscuros y sin nombre,
sea a propósito de los que fuera, se ponen a
gesticular como poseídos del ardor profético;
otros adivinos ambulantes, recorren las ciudades
y los campos, ofreciendo el mismo espectáculo.
Nada les es más fácil de decir, y no dejan de
hacerlo: "¡Yo soy Dios, soy Hijo de Dios, soy el
Espíritu de Dios, vengo porque el mundo se va a
acabar, y vosotros los hombres vais a perecer
bajo el peso de vuestras iniquidades!.
Entretanto quiero salvaros y me veréis armado de
un poder celeste. ¡Bienaventurado entonces quien
me haya reverenciado hoy! Enviaré a todos los
demás al fuego eterno, a los de las ciudades y a
los de los campos. Los que todavía no saben los
suplicios que los aguardan, se arrepentirán
entonces y han de gemir en vano, en cuanto que
los que crean en mí los protegeré por toda la
eternidad... A estas predicciones jactanciosas,
mezclan palabras de posesos, confusas y
absolutamente incomprensibles, a las que ningún
sensato podría descubrir su significado, tan
oscuras y vacías de sentido son, pero que
permiten al primer imbécil impostor llegado
apoderarse y apropiarse de las voluntades." (Celso;
"El discurso verdadero contra los cristianos"
pág. 98 Alianza Editorial; Madrid 1988).
Como vemos, la iglesia primitiva, al menos hasta
el siglo II d.c. abundó en las manifestaciones
de los dones del Espíritu. Sea pues así o de
otra manera, lo cierto es que desaparecieron en
esa época (y aventurar el porqué no es más que
especulación) y no se vuelve a hablar del tema
hasta principios del siglo XX con la aparición
entre los protestantes o evangélicos del
movimiento Pentecostal y más tarde del
movimiento carismático. A esto se unieron los
graves abusos con los dones de lenguas y
profecía en los que incurrieron, por vanidad o
vanagloria en unos casos, y por simple herejía
en otros, aquellos cristianos de los primeros
siglos (para saber más ir al apartado Doctrinas
Paleocristianas).
En este sentido resulta interesantísimo y muy
esclarecedor un comentario que Ireneo de Lyon
hace en su obra más conocida y estudiada:
"Contra las Herejías", al respecto del
endurecimiento de algunas iglesias de su época
en contra de los Carismas o Dones espirituales,
debido al mal uso o abuso que algunos (como
desgraciadamente hoy tan comúnmente sucede)
hacían de los dones de profecía y lenguas : "Son
realmente unos desgraciados aquellos que,
tomando como pretexto la existencia de falsos
profetas, se comportan igual que los que a causa
de la existencia de falsos hermanos, se
abstienen de relacionarse con los verdaderos
hermanos. Es normal que fueran este tipo de
personas los que no quisieran recibir ni
siquiera al mismo Apóstol Pablo. Porque éste, en
la carta a los Corintios, ha hablado con
precisión de los dones proféticos y reconoce a
los hombres y mujeres que profetizan en la
iglesia. Por consiguiente, por estas actitudes,
pecan contra el Espíritu de Dios y caen en un
pecado imperdonable" ("Adversus Haereses", Libro
III, 11:9)
Así es: a veces un excesivo celo por mantenerse
dentro de la ortodoxia, nos lleva a caer en el
pecado de aquellos puntillosos escribas judíos
que "colaban el mosquito, pero dejaban pasar el
camello". Seamos pues prudentes a la hora de
apresurarnos a juzgar como malas ciertas
manifestaciones que no entendemos o que no
compartimos, y tampoco caigamos en el mal uso o
abuso de dichas manifestaciones (pues algunos
juegan con fuego), lo cual es una grave falta de
temor de Dios, y un gran tropiezo para las
Iglesias y hermanos en la fe. Ambos extremos son
reprobados por la Palabra de Dios, y ambos
extremos fueron combatidos por aquellos héroes y
paladines de la fe como es el caso de Ireneo de
Lyon a lo largo de la obra citada.
¡Cuanto cuidado deberían poner por sus excesos
ciertas iglesias Pentecostales y Carismáticas en
hacer caso a las advertencias y ejemplos de la
historia!, y lo mismo decir de ciertas iglesias
"Ultraortodoxas" que directamente tachan de
manifestación demoniaca o histérica algunas
actuaciones que bien podrían estar dirigidas por
el Espíritu de Aquel que "Es el Mismo Ayer, Hoy
y por los Siglos...".
2- LA HEREJÍA CATAFRIGIA: EL MONTANISMO O "LA
NUEVA PROFECÍA"
A la hora de hablar del Montanismo, así como de
muchos otros movimientos heterodoxos dentro del
cristianismo, hemos de tener sumo cuidado, ya
que las informaciones de que ellos disponemos
son las que nos han llegado por medio de
aquellos que les combatieron, por lo que hemos
de considerarlas en muchos casos sesgadas e
incluso distorsionadas. En el caso del
Montanismo es necesario decir que los que les
combatieron o más biena pusieron en guardia a
los hermanos contra sus excesos fueron los
mismos primitivos cristianos que se dejaban
comer por los leones por causa de su fe.
Sea como fuere, en el año 156 d.c. en la
provincia de Frigia, en Asia Menor, un ex-sacerdote
pagano recientemente convertido al cristianismo
llamado Montano, comienza a profetizar y a
anunciar el comienzo de una nueva era en la
iglesia, a la que llama "Era del Espíritu",
pronto se le unen dos mujeres llamadas Priscila
y Maximilla (que previamente dejan a sus maridos
para unirse a Montano) y otros muchos dentro de
la iglesia.
Si bien el hecho de profetizar y dar lugar a los
dones del Espíritu no era anormal dentro de la
Iglesia de aquel entonces, la pretensión de ser
los adalides de un nuevo "mover" del Espíritu (que
ellos llaman "Nueva Profecía"), pronto despertó
los recelos de las demás iglesias. No podemos
negar, por lo que parece decirnos la historia,
que hubo desvíos dentro del Montanismo, y
exageraciones, propio de las iglesias de Asia
Menor y en especial de la zona de Frigia tan
influenciada por las ideas gnósticas. A este
movimiento se le llamó también "Herejía
Catafrigia" y muy pronto se extendió entre todas
las iglesias, influenciando mucho al
cristianismo de la época. No podemos decir que
Montano fuese el fundador de algo nuevo, o de
una nueva herejía, de hecho desde el punto de
vista de la ortodoxia y de la doctrina, fue muy
difícil condenarlos en los diversos sínodos que
se convocaron para tratar este tema, ya que eran
ortodoxos en cuanto a la doctrina se refiere.
El Montanismo ponía el acento en el "hablar en
lenguas" y más especialmente en el don de
profecía, práctica que no era nada anormal en
las iglesias de la época; el problema del
montanismo está en su rechazo a toda autoridad
eclesiástica y al hecho de poner sus profecías (las
de Montano y sus dos lugartenientes femeninos)
al mismo nivel, cuando no por encima, de la
Escritura. Profecías por otro lado que hacían
hincapié en la inminente segunda venida del
Señor y el fin del mundo (cosa que por otro lado
el resto de iglesias, hasta bien poco antes,
debido a las persecuciones de finales del s.I y
principios del s.II también tenían como
inmediato). Así por ejemplo Maximilla predijo el
fin del mundo para el tiempo inmediatamente
posterior a su muerte, y sabemos también que
predijeron que la "Nueva Jerusalén" se
establecería en las ciudades de Pepuza ó Tymion
(en Frigia) a las que llamaron con el nombre de
la Ciudad Santa (como tantos herejes después a
lo largo de los siglos hicieron con sus ciudades).
Podemos pues decir, que salvados estos "deslices",
el movimiento se mantiene dentro de la ortodoxia
doctrinal, y es más un movimiento reaccionario y
de restauración del fervor del primer siglo tal
y como ellos lo entendían.
Debido a esto para el resto de iglesias fue muy
difícil condenar el montanismo: los medios
tradicionales para detectar a los falsos
profetas (p.ej. la Didaké) no eran suficientes o
aplicables a este movimiento. Tampoco encontró
la iglesia en las Escrituras, fuesen del Antiguo
o Nuevo Testamento, nada con que condenarlos. El
motivo del recelo y la condena fue la pretensión
de Montano de que el Parakletos (Espíritu Santo)
hablaba por medio de él de manera especial (es
necesario insistir en que en esa época el don de
profecía era muy común en las iglesias), y que
por ello ponían sus oráculos en el mismo o
superior nivel a las Escrituras, a esto se unía,
como hemos dicho, un desprecio por las reglas
eclesiásticas, la profesión de la fe, etc. lo
que hizo que el movimiento montanista o de la "nueva
profecía" fuese excomulgado en los concilios de
Asia Menor. A pesar de esto la "nueva profecía"
se expandió rápidamente hacia occidente, y
parece ser que en Roma fue reconocido y tolerado
por bastante tiempo, e incluso que hacia los
años 177-178 se pensó en reconocerlo, lo que fue
impedido por Praxeas (que propagó la llamada
herejía "monarquista" que no viene a cuento aquí
comentar).
En las Galias hubo montanistas que causaron gran
impresión por su talento de profetas, así los
Mártires de Lyon escribieron en favor de este
movimiento (evidentemente contra la opinión de
otros sectores de su comunidad), se trata de las
cartas a las iglesias de Asia y Frigia, así como
al obispo de Roma Eleuterio, tratando de actuar
en favor de la reconciliación.
Cuando a la muerte de Maximilla en el año 179 el
fin del mundo que ella había profetizado no se
produjo, el movimiento no se debilitó, lo que si
pasó fue que el fervor de espera frenética del
acontecimiento se debilitó. Entendamos que el
movimiento montanista o de la "nueva profecía"
pese a surgir con estos tres personajes arriba
mencionados es más un movimiento conservador que
probablemente se hubiese producido sin sus tres
fundadores. El Montanismo surge como una
reacción natural de vuelta a los orígenes,
caracterizándose por su rigor, así se dio gran
importancia al ayuno, el segundo matrimonio se
consideraba fornicación, no se aceptaba de
vuelta a la iglesia de los excomulgados o los
que habían apostatado ante el martirio salvo que
pasasen el resto de sus vidas bajo prueba, se
anhelaba el martirio y no se debía huir de este,
todo adorno era pecado y toda arte o ciencia
eran condenados.
El principal error del montanismo, fue poner las
profecías a la misma altura que las Escrituras,
lo que de haber triunfado, hubiera hecho de este
movimiento un grupo de fanáticos exaltados. Pese
a todo, su influencia positiva fue grande en la
iglesia, donde reacciones similares se
produjeron en otros sitios. La figura más grande
del Montanismo fue Tertuliano, considerado hoy
en día como un Padre de la Iglesia incluso por
Roma y defensor de la ortodoxia contra las
herejías (de hecho es el autor de la fórmula
Trinitaria), pero que en los últimos años de su
vida se pasó a las filas del Montanismo,
movimiento que a partir del año 200
aproximadamente se desembarazó de sus primeros
excesos y se supo ganar el respeto de las demás
iglesias de la época. Así Ireneo de Lyon se
resistió a condenarlo, ya que veía que eso
forzaría a rechazar los dones del Espíritu
cuando estos fueran genuinos. Epifanio, el
apologista contra las herejías del s. IV d.c.
tampoco pudo hallar nada especialmente serio
para condenarlo, salvedad hecha de los
mencionados excesos propios de todo movimiento a
lo largo de la historia del cristianismo.
Los concilios que se reunieron para debatir la
cuestión Montanista fueron varios, especialmente
en el 170 d.c. donde se les excomulgó, si bien
sus errores no fueron tenidos por tales en toda
la cristiandad, ya que con el tiempo y la
entrada de figuras como Tertuliano, se moderó
mucho en sus exageraciones y llegó a ser
respetado por muchos cristianos notables.
El Montanismo se fue confundiendo con otros
movimientos que abogaban contra la relajación de
las costumbres en la iglesia como los Novacianos
del s. III y los Donatistas del IV y siguientes,
y podemos decir que estos movimientos que
comenzaron siendo tenidos como herejías o
exageraciones por parte de los otros cristianos,
serían en siglos posteriores la verdadera luz
del evangelio cuando la iglesia "oficial" se
había apartado ya de las verdades Bíblicas. Así
movimientos tan importantes como los Valdenses
del s. XI d.c. (cristianos evangélicos de la
Edad Media) y que perduran hasta hoy como una
denominación protestante, tienen sus orígenes en
estos cristianos ortodoxos de los primeros
siglos, como el mismo inquisidor de Passau en el
s.XII dijo de los mismos: "Entre todas las
sectas que existen o que han existido, no hay
ninguna más perniciosa para la iglesia; y esto
por tres razones: La primera por su gran
antigüedad, pues algunos dicen que los Valdenses
se remontan al tiempo de Silvestre y hasta hay
quien asegura que al tiempo de los apóstoles. La
segunda por que es la más extendida y apenas si
hay un país donde no exista esta secta. La
tercera razón es que, mientras todas las demás
sectas despiertan horror y la repulsa de sus
oyentes por sus blasfemias en contra de Dios,
esta demuestra una gran semblanza de piedad;
tanto que sus adherentes viven justamente
delante de todos los hombres y creen en todos
los artículos del Credo, respetando en todo a
Dios: Solamente blasfeman de la Iglesia y del
clero romanos; por esto tan grandes multitudes
de laicos les prestan atención." ("Catolicismo
Romano: Orígenes y Desarrollo" José Grau. Tomo
I, pág. 330. Ed. EEE, Barcelona 1987)
El Montanismo perduraría como tal, libre de sus
exageraciones del principio, hasta el s. VI en
el norte de Africa (donde se les menciona en las
leyes de la ya corrupta iglesia romana, aliada
del poder civil), entremezclado con el Donatismo,
desapareciendo en el s.VIII con las invasiones
musulmanas. En Frigia, donde este movimiento
arraigó con más fuerza, fueron exterminados a
espada en el s.VI por el emperador Justiniano,
defensor de la incipiente institución temporal
que se llamaría más tarde iglesia Católica
Apostólica Romana.
(
3- EL MONTANISMO Y SUS SIMILITUDES CON EL
MOVIMIENTO CARISMÁTICO MODERNO.
Si bien como hemos dicho, el movimiento
Montanista poco a poco con el paso del tiempo,
se supo ganar el respeto de sus correligionarios,
los comentarios que nos han dejado de este
movimiento las grandes figuras cristianas de la
antiguedad, nos hacen pensar (muchas veces con
una sonrisa en la boca al constatar que "no hay
nada nuevo bajo el sol") del actual movimiento
SeudoCarismático. Veamos algunos textos:
En este texto de Ireneo de Lión se nos cuenta
como, se fuerza al neófito a profetizar o a
hablar en lenguas o profetizar "a toda costa"
llevándole a una especia de frenesí místico y
emocional:
"...El entonces pronuncia nuevas invocaciones
para llenar de admiración a la pobre engañada,
diciéndole: «Abre tu boca y habla cualquier cosa,
y profetizarás». Ella entonces, envanecida por
lo que se le ha dicho, siente calentarse su alma
con el sueño de que está por profetizar; su
corazón se pone a palpitar fuertemente, se
atreve a hablar cosas delirantes y cualquier
cosa que le viene, sin sentido pero con osadía,
pues siente arder en ella el espíritu..." (Ireneo
de Lión, Contra las Herejías, Libro I, 13:3)
Aquí Ireneo nos cuenta como estos Montanistas,
al igual que en ciertas reuniones de modernos
carismáticos, juegan en sus reuniones a
profetizarse unos a otros:
"...como esa gente suele hacerlo en sus fiestas,
jugando a los videntes y mandándose unos a otros
profetizar y anunciando unos a otros profecías
que satisfagan sus caprichos" (Ireneo de Lión,
Contra las Herejías, Libro I, 13:4)
Más adelante Ireneo nos menciona como los
verdaderos creyentes no usan el tema de los
dones ni los milagros como fuente de ganancia,
como tan desgraciadamente hacen hoy en día
algunos:
"Por eso sus discípulos verdaderos en su nombre
hacen tantas obras en favor de los seres humanos,
según la gracia que de él han recibido (...) Y
no lo hacen para seducir a nadie ni para ganar
dinero, pues, así como ella (la iglesia) lo ha
recibido gratis de Dios, así también gratis lo
distribuye" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías,
Libro II, 32:4-5)
Ireneo también advierte del gravísimo peligro en
el que se hayan los que profetizan o dicen
hablar de parte de Dios cuando sus profecías
resultan ser falsas o incumplidas:
"También juzgará (Dios) a los pseudoprofetas,
los cuales, no temiendo a Dios ni aceptando de
Dios el don de la profecía, fingen profetizar,
mintiendo contra Dios, o por vanagloria, o por
interés de ganancias, o por influjo del mal
espíritu" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías,
Libro IV, 33:6)
Eusebio el historiador cristiano del siglo IV
nos dice, en boca de un apologista del siglo II
contra este movimiento, cual debe ser la actitud
del cristiano verdadero frente a esta "Nueva
Profecía" que él llama "Falsa Profecía" (y que
tanto recuerda a las novedosas innovaciones que
se van sucediendo cada cierto tiempo):
Mantenerse firme en la Doctrina del Nuevo
Testamento:
"La Doctrina del Nuevo Testamento, a la cual
ninguno que ha escogido comportarse según este
Evangelio, puede añadir ni sacar nada" (Historia
Eclesiástica Libro V, Cap. 16:3).
Es de notar también que en el siglo II los
Montanistas tenian lenguas y manifestaciones
corporales extrañas, según nos comentan los
cristianos de la época:
"Por el excesivo anhelo de su alma por ser el
primero, permitió al enemigo entrar en su vida y
quedó sujeto por el espíritu (malo). De pronto
quedó como arrabatado y entró en éxtasis como un
poseído; empezó a hablar y a pronunciar "raras
palabras", profetizando desde entonces" (Escritor
del siglo II en cita de Eusebio en su H.E. Libro
V, cap. 16: 7).
Otra de las manifestaciones que pusieron en
guardia a la iglesia primitiva contra estos "carismáticos"
del siglo II fueron además de estas "lenguas
raras" el desorden de sus reuniones y el no
cumplimiento de los requisitos para hablar en
lenguas que hay en 1ª Corintios 12 y 14 :
"...hasta incluso levantó a otras mujeres más y
las llenó del espíritu corrupto, de modo que
también hablaban en delirio, fuera de tiempo, y
de manera extraña" (Escritor del siglo II en
cita de Eusebio en su H.E. Libro V, cap. 16:
9)..
El escritor del siglo II Milciades, que escribió
un tratado contra esta herejía, explica que no
es necesarios que un profeta para profetizar
deba "entrar en éxtasis" o en hacer cosas raras.
(H.E. de Eusebio, Libro V, Cap. 17:1).
Otro escritor llamado Apolonio, del siglo II,
menciona algunos errores de Montano como son:
"...enseñó la disolución de matrimonios,
instituyó la ley de los ayunos, llamó con el
nombre de Jerusalén a Pepuza y a Timio (dos
poblados Frigios) (...) estableció recaudadores
de dinero (...) estas primeras profetisas
dejaron a sus maridos desde el mismo instante en
que fueron llenas de aquel espíritu" (Apolonio,
en boca de Eusebio, Op. citada Libro V, Cap.
18:2-3) .
Dice Apolonio más adelante (siempre en pluma de
Eusebio), refiriéndose a como estos engañadores
obtenían beneficio económico de sus oyentes:
"¿No crees que toda la escritura prohíbe que un
profeta tome dones y dinero? Así, cuando veo a
la profetisa que ha recibido oro, plata y ropas
costosas, ¿cómo no he de recharzarla?"
Y
"...demostramos que los que entre ellos se
llaman profestas y mártires toman su dinero, no
solo de los ricos, sino incluso de los pobres,
de los huérfanos, y de las viudas"
Efectivamente: no hay nada nuevo bajo el sol. ¡Cuántos
desmanes económicos se han dado y se dan hoy en
día entre los telepredicadores de las novedosas
unciones de la "super fe", "movimiento de las
prosperidad" y similares "nuevas unciones"
carismáticas!
Más adelante habla del lujoso modelo de vida de
estos carismáticos del siglo II que otra vez nos
recuerda a los Telepredicadores del moderno
movimiento carismático que viven con todo tipo
de lujos en impresionantes mansiones,
conduciendo coches costosísimos y viajando en
aviones privados que desde luego no han ganado
honradamente con el sudor de sus frentes,
mientras visten a la última moda:
"¿Un profeta se tiñe el pelo? ¿Un profeta se
pinta las pestañas? ¿Un profeta se agrada en
adornos?"
Basten estos pequeños fragmentos de la
antiguedad paleocristiana para hacer reflexionar
a algún despistado, sobre lo que significa la
verdadera piedad.
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