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La Iglesia en el Siglo II
IRENEO DE LYON: Un defensor de la ortodoxia y
del Evangelio
"Mas la ignorancia, que es la madre de todos
estos, se elimina con el conocimiento"
(Ireneo de Lyon)
INTRODUCCIÓN:
No puedo ocultar una gran simpatía por Ireneo de
Lyon. Su interés y celo en desenmascarar la
herejía, me hacen pensar en él como un modelo a
seguir en estos tiempos de acomodación donde
tantas y tantas herejías aparecen en el seno de
la iglesia actual. Y pienso, cuando digo
herejías, en movimientos o enseñanzas tales como
la llamada "Súper-fe" o "Movimiento de Fe", la
llamada "Unción de Toronto o Pensacola" o "Unción
de la Risa" y cosas semejantes a estas,
asimilables en ciertos aspectos al gnosticismo,
que aquellos paladines de la fe combatieron es
su momento. Al mismo tiempo me congratulo al ver
la prudencia con la cual juzgó a movimientos
heterodoxos como el Montanismo (¿Los
pentecostales del S. II?) viendo que pese a los
"excesos carismáticos" de éstos, no se podía
como receta, prohibir las manifestaciones del
Espíritu Santo dentro de las iglesias de aquel
tormentoso siglo II, tratando de no caer en el
error de un dislocado y ciego fundamentalismo
que negase cualquier doctrina o movimiento que
pudiese producir desorden en gente poco
espiritual "Son realmente unos desgraciados
aquellos que, tomando como pretexto la
existencia de falsos profetas, se comportan
igual que los que a causa de la existencia de
falsos hermanos, se abstienen de relacionarse
con los verdaderos hermanos. Es normal que
fueran este tipo de personas los que no
quisieran recibir ni siquiera al mismo Apóstol
Pablo. Porque éste, en la carta a los Corintios,
ha hablado con precisión de los dones proféticos
y reconoce a los hombres y mujeres que
profetizan en la iglesia. Por consiguiente, por
estas actitudes, pecan contra el Espíritu de
Dios y caen en un pecado imperdonable" ("Adversus
Haereses", Libro III, 11:9).Ireneo no deja de
ser un pastor, y como tal cuida y vela por su
rebaño, teniendo misericordia de las ovejas
descarriadas, y tratándolas de acercar al redil
de Cristo.
Leo estos días que la película más vendida en
los USA es un film sobre el "arrebatamiento" (se
titula "El Juicio"). A eso lo llamo yo
Analfabetismo Escritural: La cristiandad de hoy
hace más caso a doctrinas de hombres que a la
Palabra de Dios, sin consultar ni molestarse en
comprobar si la Biblia respalda lo que en ese
tipo de películas (o novelas) se cuenta, y dando
por sentado, como si de la misma Palabra de Dios
se tratase, que lo que dichas películas
presentan es doctrina cristiana.
Veamos pues, algo de la vida de este hermano:
Ireneo de Lyon, Hombre de la Palabra de Dios,
que como tantos otros en los primeros siglos de
la era cristiana no se limitó a defender la
Verdad del Evangelio con la pluma, sino que
terminó pagando con su propia sangre, el precio
de llamarse cristiano.
IRENEO DE LYON
Obispo de la ciudad de Lyon, en las Galias
(actual Francia), nace sin embargo en Asia Menor,
posiblemente hacia el 130-140 d.c. donde escucha
de joven al viejo Policarpo, que le transmite
las verdades y doctrinas de la fe cristiana que
él mismo había oído de la boca del apóstol Juan,
muerto solo unas décadas antes. Así la
influencia de Policarpo, y por ende del "Discípulo
Amado" del Señor, dejarán en su doctrina y
legado una huella imborrable. Parece ser que
después pasó un tiempo en Roma, pero sea como
fuese, le encontramos en Galia ejerciendo de
presbítero de la Iglesia de Lyon en el año 177
d.c.
Será después el mismo Ireneo de Lyon quien
llevará de propia mano la carta de los Mártires
de Lyon al Obispo de Roma Eleuterio (175-189 d.c.).
A su vuelta a Lyon sustituirá a Potino como
Obispo de esta ciudad, desde dónde escribirá al
obispo de Roma Víctor (189-198 d.c.) para mediar
entre la cristiandad occidental y la oriental,
de dónde él mismo es originario, sobre la
controvertida cuestión de la celebración de la
Pascua (NOTA: las iglesias de Asia menor y
oriente en general la celebraban en las mismas
fechas de los judíos, el 14 de Nisan según el
calendario judío y la tradición legada por el
apóstol Juan; mientras que la cristiandad
satélite de Roma y de Alejandría la celebraban
el domingo inmediatamente después de la primera
luna llena de primavera) que estuvo a punto de
producir un cisma. Ireneo le pide al obispo
Romano comprensión y paciencia hacia las
iglesias orientales. Este hecho es el último del
que tenemos datación precisa en la vida de
Ireneo; después no sabemos más de él, y las
noticias de su martirio serán tardías.
Pero la obra cumbre de Ireneo de Lyon, por la
que se le ha llegado a conocer y estudiar, es
Adversus Aereses, o "Contra las Herejías" (En
adelante CH) que ha llegado a nosotros
prácticamente íntegra por medio de diferentes
fragmentos. El título completo en Griego es "Desenmascarar
y Refutar la falsamente llamada Ciencia (lit.
Gnosis)" lo cual es uno de sus dos principales
objetivos con esta obra, siendo el segundo, en
sus propias palabras: "La Demostración de la
Predicación Apostólica". En CH Ireneo no trata
de inventar nada nuevo ni de elucubrar sobre la
fe cristiana, se limita a transmitir las
doctrinas que él había recibido por medio de
Policarpo y las Escrituras, para de este modo
desenmascarar a los herejes que se habían
infiltrado en la Iglesia.
Los teólogos católicos-romanos quieren ver en
Ireneo una prueba del primado de la iglesia
Romana en la lista que hace al principio del
libro III de CH de la sucesión de obispos de
esta sede desde Pedro y Pablo tratando de hacer
ver como los herejes gnósticos han salido de
ninguna parte y que no se apoyan en la Enseñanza
(o "Tradición" para un cristiano del siglo II)
de los Apóstoles; "Así pues, la tradición de los
apóstoles, que ha sido manifestada en el mundo
entero, puede ser percibida en toda la Iglesia
por todos aquellos que quieren ver la verdad. Y
nosotros podemos enumerar los obispos que fueron
establecidos por los apóstoles en las Iglesias y
sus sucesores hasta nosotros. Ellos no enseñaron
ni conocieron nada que se pareciera a las
imaginaciones delirantes de estos hombres. En
efecto, si los apóstoles hubieran conocido los
misterios secretos y hubieran enseñado a los
perfectos separadamente e ignorando los demás,
hubieran comunicado también esos mismos
misterios sobre todo a los que habían
encomendado las Iglesias. Porque querían que
fuesen totalmente perfectos e irreprensibles
aquellos que dejaban como sucesores suyos: A
quienes transmitían también su propia misión de
enseñanza, para que fuese de gran provecho a los
que desempeñaran su cargo correctamente, y en
cambio fuese el mayor infortunio para los que
faltaran. Mas, como seria demasiado largo en una
obra como esta enumerar las sucesiones de todas
las Iglesias, indicamos solamente la de una de
ellas, la de la iglesia más grande, más antigua
y conocida de todos, que la fundaron y
establecieron en Roma los mas gloriosos
apóstoles Pedro y Pablo; mostrando que la
tradición que posee de los apóstoles y la fe que
ella anuncia a los hombres llega hasta nosotros
por la sucesión de obispos; nosotros confundimos
a todos aquellos que de cualquier manera que
sea, o bien por propia complacencia, o por
gloria vana, por ceguera y error doctrinal,
constituyen grupos ilegítimos; porque con esta
Iglesia, a causa de su origen mas excelente,
debe necesariamente estar de acuerdo toda la
iglesia, es decir, los fieles de todas partes en
ella, por medio de las gentes que son de todas
partes, se ha conservado siempre la tradición
que viene de los apóstoles. Por tanto, después
de haber fundado y edificado la Iglesia, los
bienaventurados apóstoles entregaron a Lino la
dignidad del episcopado: Pablo hace mención de
Lino en sus cartas a Timoteo. Le sucede Anacleto,
después de él, en tercer lugar a a partir de los
apóstoles el episcopado corresponde en suerte a
Clemente. El cual había visto a los apóstoles
mismos y se había relacionado con ellos; y, como
tenia todavía la predicación apostó1ica sonando
en sus oídos y la tradición ante sus ojos no
estaba solo: porque todavía quedaban entonces
muchos que habían sido adoctrinados por los
apóstoles..." (CH Libro III 3.1-3.3) No es el
lugar aquí de discutir si en este texto se
hallan intercalados ciertas frases espurias de
copistas de siglos posteriores interesados en
hacer de Roma sede de la cristiandad universal,
citaré en todo caso la opinión de Ramón
Trevijano Etcheverría sacerdote diocesano de
Logroño, doctor en Teología por la Univ.
Gregoriana de Roma, Licenciado en Sagrada
Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico,
Licenciado en Historia por La Universidad de
Zaragoza y profesor de Teología, Nuevo
testamento y Patrística de las universidades de
Córdoba (Argentina), Buenos Aires, Burgos y
Vitoria (España) y Universidad Pontificia de
Salamanca, cuando dice: "Se ha discutido si el
último párrafo se refiere a la Iglesia de Roma o
a la Iglesia Universal. Opinamos que el
principio de que la Iglesia que puede justificar
el mantenimiento de la tradición desde los
apóstoles debe contar con el acuerdo de todos
los cristianos, se aplica aquí a la de Roma,
pero puede aplicarse a todas las iglesias
apostólicas. De hecho Ireneo ha escogido la
Iglesia de Roma; pero nos dice que una
investigación de las otras iglesias (apostólicas)
daría el mismo resultado. Lo que queda claro es
la exigencia para los cristianos de todas partes
de unirse con la Iglesia de Cristo sobre la base
de la tradición apostólica" (Patrología, Ramón
Trevijano, "Sapientia Fidei" Serie de Manuales
de Teología", Ed. Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid 1994).
Entendamos que en la época en que Ireneo escribe
no se ha compilado aún el Canon del Nuevo
Testamento, y para la cristiandad de los tres
primeros siglos de nuestra era, Tradición
Apostólica es equivalente a decir Enseñanzas de
los Apóstoles (que se reúnen en el Nuevo
testamento dos siglos después). Lo que si
interesa ver, en todo caso, es que Ireneo trata
de demostrar que la fe cristiana se ha
transmitido fielmente por medio de la
Predicación Apostólica y de las Escrituras (que
cita constantemente como única regla de fe
segura a la hora de demostrar sus ideas), y que
es la Sola Escritura, que refleja esa
Predicación Apostólica, la que debe bastarnos
para nuestra salud, ya que, en palabras del
propio Ireneo "¿Qué médico hay que, queriendo
curar a un enfermo, obre según el capricho del
enfermo y no según lo que mande la medicina?"
(CH L.III 5.2). Cuanto caso no deberíamos hacer
hoy en día a estas palabras, viendo a nuestro
alrededor nuevos movimientos y doctrinas que, lo
único que quieren es satisfacer los propios
deseos de los oyentes, en vez de procurarles
doctrina por medio de la enseñanza del Evangelio,
así nos dice Ireneo sobre los herejes: "Mas la
ignorancia, que es la madre de todos estos, se
elimina con el conocimiento".
Ireneo, hombre de la Palabra, insiste en todo
este libro en la regla de la fe, que es la
Tradición Apostólica conservada por la acción
del Espíritu santo, y que dicha tradición se
haya en la suma íntegra de las escrituras (recuerdo
una vez más que no será hasta un par de siglos
más tarde que no se reunirían en un solo libro,
el Nuevo Testamento, los escritos apostólicos),
insistiendo en que son los herejes los que usan
las partes de estos escritos que les interesan,
y no todos ellos en conjunto, tanto en el
Antiguo Testamento, como en el Nuevo (que para
él es la Tradición Apostólica reflejada en los
diferentes escritos: Evangelios y Epístolas).
En "Contra las Herejías", Ireneo de Lyon nos va
desgranando una a una las verdades fundamentales
de la fe cristiana: En el libro I hay una serie
de exposiciones sobre los herejes a los que
combate, y sus doctrinas, el Libro II es la
refutación propiamente dicha, el Libro III es
una demostración de las verdades fundamentales
de la fe cristiana: La verdad de las Escrituras,
La Unicidad de Dios, Cristo hecho hombre, etc.
En el libro IV citando ampliamente las
escrituras y las Palabras del Señor demuestra la
unidad del A.T. y del N.T. frente a los
gnósticos y otros herejes (de ahí la idea de la
Iglesia como Universal, no solo en el sentido
físico, sino en el Escritural). El libro V
expone su escatología milenarista, heredada de
los apóstoles: el Anticristo, la Resurrección de
los justos y el Milenio.
Su información sobre el Anticristo (Libro V,
25:1), del que dice que provendría de la Tribu
de Dan (la única que no se menciona en el
Apocalipsis entre los 144.000 sellados de
Israel) es más que interesante. Nos habla del
Número de la bestia y su significado (lo pone en
relación con el dios Sol -que más tarde sería
adoptado por Constantino como divinidad
protectora-), del juicio venidero, de la Gran
tribulación (de la que dice, como siempre ha
dicho la iglesia hasta hace poco más de un siglo,
que será antes del arrebatamiento, a este
respecto ver el artículo de esta WEB sobre la
doctrina del arrebatamiento) y muchos otros
temas de candente actualidad. No olvidemos que
él esuchó y cita constantemente las doctrinas de
Policarpo y Papías que fueron oyentes directos
del Apóstol Juan).
Otra de sus obras más interesantes es la llamada
"Demostración de la Predicación Apostólica" o "Epideixis"
dedicada a un amigo suyo que le escribe
solicitándole una exposición del verdadero y
original cristianismo tal y como lo habían
transmitido los apóstoles. El obispo de Lión le
responde con una obra digna de leer por
cualquier cristiano hoy en día, exponiendo de
manera magistral y más que edificante las
verdades fundamentales del cristianismo
apostólico, comenzando por la creación del
hombre, pasando por su caída, hasta llegar a la
redención.
Personalmente la he leído recientemente y puedo
decir que Ireneo, en momentos de negras nubes en
mi vida como cristiano, ha sabido ser un fiel
acompañante y maestro de viaje. Se puede
conseguir esta obra en Ed. Ciudad Nueva,
colección Fuentes Patrísticas, 1992 Madrid.
Recordando las palabras del Apóstol Pablo "Porque
vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana
doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias
concupiscencias, y apartarán de la verdad el
oído y se volverán a las fábulas". (1ª Tim.
4:3-4) y firmemente convencido de que ya estamos
en ese "tiempo" del que nos habla Pablo en su
epístola, pienso cuanta falta hacen hoy en día
hombres como Ireneo de Lyon, que levanten la
Escritura y las sanas doctrinas del Evangelio,
por encima de tradiciones de hombres y fábulas
de reciente creación, que seducen y adormecen
nuestras conciencias, en vez de despertarlas a
la Luz de Cristo.
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