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La Iglesia en el Siglo II
DEMOSTRACIÓN DE LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA O "EPIDEIXIS"
Ireneo de Lión
La Demostración de la Predicación Apostólica o "Epideixis"
de Ireneo de Lión (recuerda, discípulo de
Policarpo, a su vez oyente del apóstol Juan en
la iglesia de Esmirna) es el resultado de la
petición de un amigo de Ireneo -Marciano- que le
ruega que le haga una exposición del verdadero
cristianismo tal y como lo predicaron los
apóstoles a los ancianos a los que Ireneo
conoció.
Constituye un compendio digno de ser leído y
meditado (por su aparente sencillez -solo
aparente- llena de profundidad) en estos tiempos
de tan grande crisis en el seno del cristianismo.
Espero que te sea de edificación.
PRÓLOGO (cc. 1-3)
1. Conozco, querido Marciano, tu empeño en
seguir la senda de la piedad el único camino que
lleva al hombre a la vida eterna; me alegro por
ello y pido por ti para que, conservando pura la
fe, resultes grato a Dios, tu Creador. ¡Ojalá
pudiésemos estar siempre juntos para ayudarnos
mutuamente y aligerar las preocupaciones de la
vida terrena mediante el intercambio continuo de
cuestiones provechosas! Dado que en la
actualidad estamos físicamente separados uno del
otro, he decidido, dentro de mis posibilidades,
conversar contigo por escrito y exponerte
brevemente la predicación de la verdad para
fortalecer tu fe. Lo que te envío es una especie
de promemoria sobre los puntos fundamentales, de
tal modo que en pocas páginas puedas encontrar
abundante material teniendo reunidas
concisamente las líneas fundamentales del cuerpo
de la verad y con este compendio tengas a mano
las pruebas de las realidades divinas. Pienso
que te será útil no sólo para tu salvación sino
también para confutar a los que defienden falsas
opiniones y, a quien lo quiera conocer, le
podrás exponer con seguridad nuestra enseñanza
en su integridad y pureza. En realidad, para
aquéllos que ven no hay más que un camino
ascendente, iluminado por la luz celeste; pero
para aquéllos que no ven, los caminos son muchos,
sin iluminación y descendentes. El primero
conduce al reino de los cielos y une al hombre
con Dios; los otros llevan a la muerte y alejan
de Dios. Por lo tanto, para ti y para los que
desean ardientemente su salvación, es necesario
que caminen en la fe, sin desviarse, con coraje
y determinación, para evitar que, por falta de
tenacidad y perseverancia, se entreguen a los
placeres materiales o que, errando el camino, se
alejen de la recta dirección.
2. Y como el hombre es un ser viviente compuesto
de alma y cuerpo, así es necesario y conveniente
que exista en virtud de tales dos elementos; y
puesto que del uno y del otro, de los dos,
emanan las caídas, la pureza del cuerpo está en
abstenerse y rehuir toda cosa inverecunda y toda
acción injusta, y la pureza del alma está en
conservar intacta la fe en Dios, sin agregar ni
quitar nada de ella. Porque la piedad se empaña
y pierde su candor cuando se contamina con la
impureza del cuerpo; se rompe, se mancha y se
desintegra cuando el error entra en el alma; se
mantendrá en su belleza y en su justa proporción
cuando la verdad habita constantemente en el
alma y la santidad en el cuerpo. Pero ¿para qué
sirve conocer la verdad de palabra si se profana
el cuerpo y se realizan acciones degradantes?
¿De qué sirve la santidad del cuerpo si la
verdad no anida en el alma? Ambos, pues, se
alegran de estar juntos, están aliados y luchan
mano a mano para llevar al hombre a la presencia
de Dios. Por esto dice el Espíritu Santo por
medio de David: Dichoso el hombre que no ha
caminado en el consejo de los impíos (Sal 1,1),
es decir, en el consejo de los pueblos que no
conocen a Dios; de hecho, impíos son aquellos
que no veneran a Aquél que es, por naturaleza,
Dios. De ahí que el Verbo dice a Moisés: Yo soy
el que soy (Ex 3,14). De esta forma los que no
veneran a Aquél que verdaderamente es, son
impíos. El que no se ha parado en el camino de
los pecadores (Sal 1,1). Y son pecadores los que
poseen el conocimiento de Dios y no guardan sus
mandamientos, es decir, los que le desprecian.
Que tampoco se sienta en la cátedra de los
cínicos (Sal 1,1). Cínicos son los que con
doctrinas falsas y perversas no sólo se
corrompen a sí mismos sino también a los demás.
La cátedra de hecho es el símbolo de la escuela.
Así son los herejes: se sientan en la cátedra de
los cínicos y corrompen a los que toman el
veneno de sus doctrinas.
3. Así pues, por temor a cosa semejante,
nosotros debemos mantener inalterada la Regla de
la fe, y cumplir los mandamientos de Dios
creyendo en Él, temiéndole como a Señor y
amándole como a Padre. Por lo tanto, un
comportamiento de este estilo es una conquista
de la fe, pues, como dice Isaías: Si no creéis
no comprenderéis (Is 7,9); la fe nos es
concedida por la verdad, pues la fe se
fundamenta en la verdad. De hecho nosotros
creemos lo que realmente es y como es; y
creyendo lo que realmente es y como siempre es,
mantendremos firme nuestra adhesión. Ahora bien,
puesto que la fe sostiene nuestra salvación, es
necesario prestarle mucha atención para lograr
una auténtica inteligencia de la realidad. La fe
es la que nos procura todo eso como nos han
transmitido los presbíteros, discípulos de los
apóstoles. En primer lugar la fe nos invita
insistentemente a rememorar que hemos recibido
el bautismo para el perdón de los pecados en el
nombre de Dios Padre y en el nombre de
Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, muerto y
resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios; que
el bautismo es el sello de la vida eterna, el
nuevo nacimiento de Dios, de tal modo que no
seamos ya más hijos de los hombres mortales,
sino de Dios eterno e indefectible; que el
Eterno e Indefectible es Dios, por encima de
todas las creaturas, y que cada cosa, sea de la
especie que sea, está sometida a Él, y cuanto a
Él fue sometido fue por Él creado. Dios, por lo
tanto, no ejerce su poder y soberanía sobre lo
que pertenece a otros, sino sobre lo que le es
propio. Y todo es de Dios. En efecto, Dios es
omnipotente y todo proviene de Él.
LA ENSEÑANZA APOSTÓLICA (cc. 4-41)
4. Porque es necesario que las cosas creadas
tengan por principio alguna causa grande, y el
principio de todo es Dios; Él no tiene origen en
otro, antes por el contrario, todo fue creado
por Él. Es, pues, necesario creer primeramente
que hay un Dios, el Padre, el cual lo creó y
organizó el conjunto de los seres e hizo existir
lo único que no existía, y conteniendo el
conjunto de los seres es el único incontenible.
Ahora bien, en tal conjunto se halla igualmente
este mundo nuestro, y en el mundo, el hombre.
También, pues, este mundo fue creado por Dios.
Dios crea por medio del Verbo y del Espíritu
5. He aquí la demostración [de esta doctrina]:
que hay un solo Dios, Padre, increado,
invisible, creador del universo; ni por encima
de Él ni después de Él existe otro Dios; que
Dios es racional y por esto todos los seres
fueron creados por medio del Verbo; y Dios es
Espíritu, y con el Espíritu lo dispuso todo,
según dice el profeta: Por la palabra del Señor
fueron establecidos los cielos, y por obra de su
Espíritu todas sus potencias (Sal 32,6). Ahora
bien, ya que el Verbo establece, es decir, crea
y otorga la consistencia a cuanto es, allí donde
el Espíritu pone en orden y en forma la múltiple
variedad de las potencias, justa y
convenientemente el Verbo es denominado Hijo, y
el Espíritu, Sabiduría de Dios. A este propósito
el apóstol Pablo dice: Un solo Dios Padre, que
está por encima de todo, con todo y en todos
nosotros (Ef 4,6). Porque sobre todas las cosas
está el Padre, pero con todo está el Verbo,
puesto que por su medio el Padre ha creado el
universo; y en todos nosotros está el espíritu
que grita «Abbá» (Padre) y ha plasmado el hombre
a semejanza de Dios. Así pues, el Espíritu
muestra al Verbo; a su vez los profetas
anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo lleva
consigo el Espíritu, y así es Él mismo quien
comunica a los profetas el mensaje y eleva al
hombre hasta el Padre.
Los tres artículos de la Fe: Padre, Hijo y
Espíritu Santo
6. He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento
del edificio y la base de nuestra conducta: Dios
Padre, increado, ilimitado, invisible, único
Dios, creador del universo. Éste es el primer y
principal artículo. El segundo es: el Verbo de
Dios, Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor,
que se ha aparecido a los profetas según el
designio de su profecía y según la economía
dispuesta por el Padre; por medio de Él ha sido
creado el universo. Además al fin de los tiempos
para recapitular todas las cosas se hizo hombre
entre los hombres, visible y tangible, para
destruir la muerte, para manifestar la vida y
restablecer la comunión entre Dios y el hombre.
Y como tercer artículo: el Espíritu Santo por
cuyo poder los profetas han profetizado y los
padres han sido instruidos en lo que concierne a
Dios, y los justos han sido guiados por el
camino de la justicia, y que al fin de los
tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre
la humanidad, por toda la tierra, renovando al
hombre para Dios.
El bautismo y el nuevo nacimiento en Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo
7. Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento,
tiene lugar por estos tres artículos, y nos
concede renacer a Dios Padre por medio de su
Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores
del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo,
esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los
presenta al Padre, y el Padre les regala la
incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues
imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo
nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo
es el conocimiento del padre y el conocimiento
del Hijo se obtiene por medio del Espíritu
Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre,
dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien
quiere y como el padre quiere.
Dios Padre bondadoso y justo
8. Y si el padre es denominado por el Espíritu
Santo, Altísimo, Omnipotente y Señor de las
potencias, es para que lleguemos a conocer a
Dios, es decir, el creador del cielo y de la
tierra y de todo el universo, creador de los
ángeles y de los hombres y Señor de todos, por
medio del cual todo existe y permanece en vida,
misericordioso, compasivo, tiernísimo, bueno,
justo, Dios de todos, de los Judíos, de los
Gentiles y de los creyentes; pero de los
creyentes es Dios Padre, pues al fin de los
tiempos abrió Él el testamento de la adopción
filial; sin embargo para los Judíos es Señor y
legislador porque cuando aquellos hombres, en
los tiempos medios, olvidaron a Dios alejándose
y rebelándose contra Él, los recondujo a la
obediencia mediante la ley para que cayeran en
la cuenta que tenían un Señor que es autor,
creador y que da el soplo de vida, al cual
debemos prestar culto día y noche; y para los
Gentiles es creador, demiurgo y omnipotente.
Para todos, sin excepción, es dador de alimento
y manjar, rey y juez, porque nadie escapará a su
juicio, ni judío, ni gentil ni ningún creyente
que haya pecado y ni siquiera un ángel. Aquellos
que en el presente se nieguen a creer en su
bondad, experimentarán en el juicio su poder,
como dice el santo Apóstol: No reconociendo que
la bondad de Dios te está empujando a la
enmienda, antes por el contrario, con la dureza
y la impenitencia de tu corazón te estás
almacenando la ira para el día de la ira cuando
se revelará el justo juicio de DIos que pagará a
cada uno según sus obras (Rm 2,4-6). Éste es
Aquel que en la Ley es llamado el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob,
Dios de vivos (Ex 3,6). De este Dios es
indescriptible su trascendencia y magnitud.
Los siete cielos, los dones del Espíritu y el
culto angélico
9. Este mundo hállase rodeado de siete cielos,
en los cuales habitan innumerables potencias,
ángeles y arcángeles, que aseguran un culto a
Dios todopoderoso y creador del universo. No
porque tenga necesidad de ellos, sino para que
no estén al menos sin hacer nada e inútiles y
malditos. Por eso es múltiple la presencia
interior del Espíritu de Dios, y el profeta
Isaías la enumera en siete formas de ministerio,
que han descansado en el Hijo de Dios, a saber,
el Verbo en su venida humana. En efecto, dice:
Sobre él se posará el Espíritu de Dios, Espíritu
de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo
y de fortaleza, [Espíritu de Ciencia] y de
piedad; le conquistará el Espíritu del temor de
Dios (Is 11,2-3). El primer cielo, pues, a
partir de lo alto, que contiene a los restantes,
es la sabiduría; el segundo es la inteligencia;
el tercero es el consejo; el cuarto, en línea
descendente, es la fortaleza; el quinto es la
ciencia; el sexto es la piedad; el séptimo, que
corresponde a nuestro firmamento, está repleto
del temor de este Espíritu que ilumina a los
cielos. De ahí tomó Moisés el modelo del
candelabro de los siete brazos que arde
ininterrumpidamente en el Santuario. De hecho
organizó el culto según este esquema celeste con
lo que le había significado el Verbo: Te
ajustarás al modelo que te fue mostrado en la
montaña (Ex 25,40).
La glorificación del padre por el Hijo y por el
Espíritu Santo
10. Aqueste Dios, es decir el Padre, viene pues
glorificado por su Verbo, que es su Hijo para
siempre, y por el Espíritu Santo, que es la
Sabiduría del Padre de todos. Y sus potencias,
la del Logos y de la sabiduría, llamadas también
Querubines y Serafines, glorifican a Dios con
voz incesante; y cualquier otra creatura que con
ellas está en los cielos da gloria a Dios, Padre
de todos. Él con la palabra confirió la
existencia al universo entero; y en este
universo hay también ángeles; y a este universo
entero le dio leyes, ordenando que cada cual
esté y permanezca en lo suyo, sin salirse de los
límites decretados por Dios, cumpliendo cada uno
el trabajo que le asignaron.
Dios plasma al hombre con sus manos
11. Al hombre empero lo plasmó Dios con sus
propias manos, tomando el polvo más puro y más
fino de la tierra y mezclándolo en medida justa
con su virtud. Dio a aquel plama su propia
fisonomía, de modo que el hombre, aun en lo
visible, fuera imagen de Dios. Porque el hombre
fue puesto en la tierra plasmado a imagen de
Dios. Y a fin de que pudiera vivir, sopló Dios
en su rostro un hálito vital, de manera que
tanto en el soplo como en la carne plasmada el
hombre fuera semejante a Dios. Fue creado por
Dios libre y señor de sí, destinado para ser rey
de todos los seres del cosmos. Este mundo creado,
preparado por Dios antes de plasmar al hombre,
fue entregado al hombre como territorio propio
con todos los bienes que contenía. En este lugar
trabajaban, cada uno según sus propias funciones,
los siervos de aquel Dios que había creado
todoas las cosas; y allí mandaba el regidor y
cabeza que había sido constituido jefe de sus
consiervos; y los siervos eran ángeles y el
regidor y cabeza era un arcángel.
El paraíso lugar de delicias
12. Habiendo, pues, constituído al hombre dueño
de la tierra y de toda cosa que hay sobre ella,
secretamente le constituyó también dueño de
aquellos que en ella tienen oficio de siervos.
Sin embargo, éstos, es decir los ángeles, se
hallaban en la plenitud de su posiblidad,
mientras que el dueño, esto es, el hombre, era
aún pequeño, como niño, y debía crecer para
llegar a la madurez. Y a fin que se alimentara y
desarrollara con gozo y alegría, fuele preparado
un sitio mejor que este mundo, superior a él por
el aire, la belleza, la luz, el alimento, las
plantas, los frutos, las aguas y todas las demás
cosas necesarias para la vida. Y este lugar
tiene por nombre Jardín. El Jardín era tan bello
y agradable que el Verbo de Dios se personaba
con frecuencia en él; se paseaba y entretenía
con el hombre prefigurando lo que había de
suceder en el futuro, es decir, que el Verbo de
Dios se haría conciudadano del hombre y
conversaría y habitaría con todos los hombres
enseñándoles la justicia. Pero el hombre era
todavía niño y no tenía aún pleno uso de razón,
de ahí que le fuera fácil al seductor engañarle.
La creación de Eva
13. Entonces Dios hizo comparecer ante la
presencia de Adán, que estaba paseando por el
Jardín, a todos los animales y le dió orden de
imponerles nombres a cada uno, y el nombre con
que denominó Adán a un ser viviente, tal fue su
nombre. Decidió, asimismo, crear una ayuda al
hombre, diciendo: No es bueno que el hombre esté
solo, voy a hacerle el auxiliar que le
corresponde (Gn 2,18). Entre todos los vivientes
no fue hallada una ayuda igual, parangonable y
similar a Adán. Dios mismo inspiró, entonces, un
éxtasis a Adán y le adormeció. Como el sueño no
existía en el Jardín, fue inspirado sobre Adán
por voluntad de Dios, para realizar una obra a
partir de otra obra. Tomó, entonces, una
costilla de Adán, llenó de carne el vacío creado,
y con la costilla extraída hizo a la mujer y así
la presentó a Adán. Éste, en viéndola, exlamó: ¡Ésta
si que es hueso de mis huesos y carne de mi
carne. Su nombre será hembra, porque la han
sacado de su hombre! (Gn 2,23).
Adán y Eva en perfecta armonía
14. Y Adán y Eva, pues así se llamaba la mujer,
estaban desnudos y no sentían vergüenza, porque
su mentalidad era inocente e infantil y no
brotaban en ellos imaginaciones y pensamientos
como los que engendran en el alma la
concupiscencia y la pasión atizados por el mal.
De hecho vivían en estado de integridad,
conservando su propia naturaleza, porque lo
inspirado en el plasma era un soplo de vida.
Ahora bien, mientras dura y persevera aquel
soplo, en su orden y con su vigor, no es posible
entender y concebir cosas abyectas. Por eso no
sentían vergüenza al besarse y abrazarse con la
inocencia más infantil.
El mandamiento de Dios
15. Pero para que el hombre no tuviese
pensamientos de soberbia y se enorgulleciese,
como si no tuviera amo, por razón de la
autoridad que le había sido conferida y de la
libertad de acceso a Dios para que no faltase,
y, por complacencia en sí, concibiese
pensamientos de orgullo contra Dios, le fue dada
por Dios una ley, a fin de que reconociera que
tenía por Señor al Señor de todo. Y le impuso
Dios algunas reglas, de suerte que, si observaba
el mandamiento de Dios, permanecería siempre tal
como era, esto es, inmortal. Pero, si no la
observaba, se haría mortal, destinado a
disolverse en la tierra de donde había sido
tomado su plasma. Y éste era el mandamiento: De
todo árbol que está en el interior del Jardín,
come y aliméntate. Mas del árbol de donde
procede la ciencia del bien y del mal, de ése
sólo no comerás, pues el día que comáis de él
moriréis de muerte (Gn 2,16-17).
Satán provoca el pecado, la ruina del hombre
16. El hombre no cumplió el mandato sino que
desobedeció a Dios. El ángel lo sedujo, celoso y
envidioso del hombre por los numerosos dones con
que Dios le había colmado. Y al persuadirle la
desobediencia al mandato divino, provocó su
propia ruina al mismo tiempo que hacía al hombre
pecador. El ángel, convertido así en jefe y guía
del pecado, fue castigado por haber ofendido a
Dios, y consiguió al mismo tiempo que el hombre
fuera expulsado del Jardín. Y porque con su
intento se rebeló y apostató de Dios, fue
llamado en hebreo Satán, es decir, apóstata,
aunque también le dicen diablo. Dios maldijo
además a la serpiente, que había sido disfraz
del diablo; maldición que alcanzó al animal
msimo y al ángel escondido en él, Satán. Y al
hombre le expulsó de su presencia, le transfirió
y le hizo habitar entonces en el camino que
conduce al Jardín, ya que el Jardín no admite al
pecador.
El drama de los hijos de Adán: Caín y Abel
17. Desterrados del Jardín, Adán y su mujer,
Eva, padecieron muchas miserias y vivieron en
este mundo llenos de tristeza, fatigas y
lamentos. Porque el hombre trabajaba la tierra
bajo los rayos del sol, y la tierra producía
espinas y abrojos, castigo del pecado. Entonces
se cumplió el dicho de la Escritura: Adán se
unió a su mujer; ella concibió, dio a luz a Caín
y, después, dio a luz a Abel. Mas el ángel
rebelde, el mismo que impulsó al hombre a la
desobediencia, que le había hecho pecador y
causado su destierro del Jardín, no contento con
el primero, obró un nuevo daño, esta vez sobre
los dos hermanos; porque llenando a Caín de su
propio espíritu le hizo fraticida. Así murió
Abel, asesinado por su hermano, como un signo
del futuro, cuando algunos serían perseguidos,
atormentados y muertos, y serían los injustos
quienes matarían y perseguirían a los justos.
Por esto Dios montó en cólera y maldijo a Caín y
desde entonces todos los descendientes en la
línea de su sucesión fueron semejantes a su
progenitor. Dios, después, hizo que Adán tuviese
otro hijo en sustitución del asesinado Abel.
Los Gigantes. La dilatación de la maldad y la
disminución de la justicia
18. La maldad, extendiéndose continuamente,
alanzó e inundó la raza humana; sólo un poco de
semilla de justicia quedaba en ella. Porque,
además, sobre la tierra tenían lugar uniones
ilegítimas: los ángeles fornicaron con las hijas
de los hombres, quienes dieron a luz unos hijos
que por su enorme estatura fueron llamados
gigantes. Los ángeles, entonces, dieron a sus
esposas como regalo malignas enseñanzas. Les
enseñaron la manera de obtener extractos de
flores y plantas, tintes y pinturas, joyas y
cosméticos, los celos y los amores apasionados,
la seducción y la coquetería, los sortilegios de
la magia, toda clase de adivinación e idolatría
odiados por Dios. Y una vez desencadenadas tales
cosas, el mal se expandió hasta desbordar, y la
justicia disminuyó hasta casi desaparecer.
El diluvio como juicio de Dios
19. Finalmente, cuando vino sobre el mundo el
justo juicio de Dios con el diluvio en la décima
generación, contando desde el primer hombre,
únicamente Noé fue encontrado justo y, gracias a
su propia justicia, fue salvado con su mujer,
sus tres hijos y sus mujeres, encerrados en el
arca con los animales que Dios había ordenado a
Noé introducir en el arca. Cuando la destrucción
se cernía sobre toda la tierra, sobre hombres y
seres vivientes, se salvaron solamente los que
estaban en el arca. Los tres hijos de Noé eran
Sem, Cam y jafet, y su estirpe volvió a
multiplicarse de nuevo. Éstos son el origen de
todos los nacidos después del diluvio.
Las bendiciones y las maldiciones en la familia
de Noé
20. De entre los hijos de Noé, uno cayó en
maldición, mientras que los dos restantes
recibieron la bendición pos sus obras. Pues el
más joven de entre ellos, llamado Cam, por
haberse reído de su padre y haber sido condenado
por pecado de impiedad a causa de ultraje e
ignomia para con su padre, atrájose una
maldición que le trasmitió a toda su
descendencia. Resultó por ello que toda la raza
que le siguió fue maldita y en este pecado
creció y se multiplicó. En cambio Sem y Jafet,
sus hermanos, por razón de su piedad con el
padre, obtuvieron una bedición. He aquí los
términos de la maldición lanzada por Noé sobre
Cam: Maldito sea el joven Cam. Sea el siervo de
su hermanos (Gn 9,25). Cuando alcanzó la edad
adulta, tuvo sobre la tierra un posteridad
numerosa como una floresta, desarrolándose por
catorce generaciones de descendientes, hasta que,
tras haber sido condenada, fue sesgada por Dios.
De hecho los cananeos, los jeteos, los fereceos,
los jeveos, los amorreos, los jebuseos, los
guergeseos, los sodomitas, los árabes, los
habitantes de Fenicia, todos los egipcios y los
libios descienden de Cam y cayeron bajo la
maldición, la cual se extendió apliamente sobre
los impíos.
El triunfo de las bendiciones
21. Igual que la maldición siguió su camino, la
bedición continuó en la posteridad del que había
sido bendecido, cada uno según su orden. En
primer lugar fue bendecido Sem con estas
palabras: Bendito el Señor Dios de Sem. Sea Cam
su siervo (Gn 9,26). De esta bendición resultó
que Dios, Señor del universo, llegó a ser para
Sem objeto privilegiado de su piedad; la
bendición se desarrolló hasta alcanzar a Abrahán,
que, en la posteridad de Sem, llega a la décima
generación según el orden genealógico
descendente. Y es ésta la razón por la que el
Padre, Dios del universo, se complace en ser
llamado Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de
Jacob (Ex 3,6; Mt 22,32; Mc 12,26; Lc 20,37),
porque la bendición de Sem llegó hasta Abrahán.
La bendición de Jafet fue formulada del
siguiente modo: Que Dios dilate a Jafet y habite
en la casa de Sem, y Cam sea su siervo (Gn
9,27). Esta bendición floreció al final de este
período, cuando el Señor se manifestó a las
naciones por su llamamiento -pues Dios dilató su
llamamiento hasta ellas- y a toda la tierra
alcanzó su pregón y sus palabras han llegado
hasta los límites del orbe (Sal 18,5). Dilatar
significa, pues, el llamamiento de entre las
naciones, a saber, la Iglesia. Y habitar en la
casa de Sem indica la herencia de los patriarcas,
por haber recibido en Jesucristo el derecho de
primogenitura. De este modo, según el orden de
la bendición, cada uno recibió por medio de la
descendencia el fruto de la bendición.
La Alianza universal
22. Después del diluvio, Dios estableció un
pacto de alianza con el mundo entero, en
particular con todos los animales y con los
hombres, en virtud del cual no destruiría jamás
con un diluvio lo que reflorece sobre la tierra,
y le dio una señal: Cuando el cielo se cubra de
nubes, aparecerá en las nubes un arco, y yo me
recordaré de la alianza y no volveré a destruir
con el agua todo lo que rebulle sobre la tierra
(Gn 9,14-15). Y cambió de alimento a los
hombres, dándoles orden de comer carne, pues a
partir de la primera creatura, Adán, hasta el
diluvio, los hombres se alimentaban de solos
granos y frutos de árboles; pero el alimento de
la carne no les estaba permitido. Y como los
tres hijos de Noé eran el principio de la raza
de los hombres, Dios los bendijo para que se
multiplicaran y creciesen, diciendo: Creced y
multiplicaos, llenad la tierra y dominadla. Os
temerán y respetarán todos los animales y todas
las aves del cielo. Os servirán de alimento, lo
mismo que los vegetales. Pero no comáis carne
con sangre, que es su vida, porque yo pediré
cuentas de vuestra sangre a cualquier animal y
al hombre. Si uno derrama la sangre de un
hombre, otro derramará la suya, porque Dios hizo
al hombre a su imagen (Gn 9,1-6). Y la imagen de
Dios es el Hijo, a cuya imagen ha sido hecho el
hombre. He aquí por qué, en los últimos tiempos,
se ha manifestado, para dar a entender que la
imagen era semejante a Sí. Depués de esta
alianza el género humano se multiplicó y se
propagó a partir de la posteridad de los tres
hijos de Noé. Y había, entonces, un solo labio
en la tierra, es decir, una sola lengua.
La torre de Babel
23. Levantadas las tiendas, partieron de Oriente
y en su peregrinación llegaron hasta la extensa
llanura de Senaar, donde decidieron edificar una
torre. Buscaban con ella llegar hasta el cielo,
pretendiendo, asimismo, dejar su obra como
memorial para las futuras generaciones.
Construyeron el edificio con ladrillos cocidos y
betún; crecía su audacia y temeridad y, gracias
a su unión en el mismo objetivo y al uso de una
sola lengua, lo que intentaban se realizaba.
Pero para que no fuese adelante su obra, Dios
dividió sus lenguas con el fin de que no se
entendiesen entre ellos. De esta forma se
dispersaron y ocuparon la tierra en distintos
grupos según sus lenguas. De aquí las
diferencias entre los pueblos y la diversidad de
lenguas. De hecho tres razas humanas se
adueñaron de la tierra. Una de ellas estaba bajo
la pesadilla de la maldición, en cambio las dos
restantes eran bendecidas. La bendición
descendió primero sobre Sem, cuyos descendientes
habitaron en Oriente y ocuparon el país de los
caldeos.
La alianza con Abrahán
24. Posteriormente, en la décima generación
después del diluvio, se encuentra Abrahán que
busca al Dios que le corresponde y que le
pertenece por la bendición de su antepasado [Sem].
Cuando, siguiendo el ardiente deseo de su
corazón, peregrinaba por el mundo preguntándose
dónde estaba Dios y comenzó a flaquear y estaba
a punto de desistir en la búsqueda, Dios tuvo
piedad de aquel que, solo, le buscaba en
silencio. Y se manifestó a Abrahán, dándose a
conocer por medio del Verbo como por un rayo de
sol; le habló desde el cielo y le dijo: Sal de
tu tierra, de tu pueblo y de la casa de tu
padre; emigra al país que te indicaré y fija
allí tu morada (Gn 12,1). Él se fio de la voz
celeste y, a pesar de tener setenta años y una
mujer anciana, con ella abandonó la Mesopotamia
y se llevó consigo a Lot, hijo de su hermano
difunto. Cuando llegó a la tierra que hoy se
denomina Judea, habitada entonces por siete
pueblos descendientes de Cam, Dios se le
apareció en visión y le dijo: A ti y a tu
descendencia en futuras generaciones te daré
esta tierra como posesión perpetua (Gn 12,7;
13,15; 17,8; Hch 7,2-5). Y añade que su
descendencia andaría errante por un país
extranjero en el que sería maltratada, afligida
y esclavizada a lo largo de 400 años; pero
aquélla, en la cuarta generación, volvería a la
tierra prometida a Abrahán, y Dios condenaría al
pueblo que le había esclavizado a su posteridad.
Y para que Abrahán conociese la grandeza y
esplendor de su descendencia, Dios le hizo salir
de noche y le dirigió estas palabras: Mira a lo
alto, al cielo, y, si puedes, cuenta las
estrellas del cielo. Así será tu descendencia (Gn
15,15). Y Dios viendo la fe y la firme decisión
de su espíritu, se lo testimonió diciendo en la
Escritura por medio del Espíritu Santo: Abrahán
se fio de Dios y le fue reputado por justicia (Gn
15,6). Era incircunciso cuando recibió este
testimonio, y para que la grandeza de su fe
fuera reconocida con un signo, le dio la
circunsición como sello de la justicia de la fe
de la incircuncisión (Rm 4,11). Después de esto,
según la promesa de Dios, de la estéril Sara le
nació un hijo, Isaac, que circuncidó según el
pacto que Dios había estipulado con él. De Isaac
nació Jacob. De esta manera la inicial bendición
de Sem llegó hasta Abrahán y de Abrahán pasó a
Isaac y De Isaac a Jacob, gracias a la
asignación de la herencia hecha por el Espíritu.
Por esto a Dios se le denomina Dios de Abrahán,
Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex 3,6; Mt
22,32). Jacob, asu vez, engendró doce hijos, de
los cuales tomaron el nombre las doce tribus de
Israel.
El misterio de la Pascua
25. Cuando el hambre afligió a toda la tierra, y
solamente Egipto contaba con géneros
alimenticios, Jacob emigró con toda la familia a
aquel país. El número total de los emigrantes
ascendía a 75 personas y en 400 años llegaron a
ser, según las predicciones, 660.000. Dado que
sufrieron muchas vejaciones y opresiones en una
cruel esclavitud, y gemían y se lamentaban ante
Dios, el Dios de sus padres, Abrahán, Isaac y
Jacob, los sacó de Egipto valiéndose de Moisés y
de Aarón, después de haber castigado a los
egipcios con 10 plagas, en la última de las
cuales mandó un ángel exterminador para matar a
los primogénitos tanto de los hombres como de
los animales. Así salvó a los hijos de Israel,
prefigurando de un modo misterioso la pasión de
Cristo en la inmolación de un cordero inmaculado
y en su sangre, derramada como garantía de
inmunidad, para rociar las casas de los Hebreos.
Este misterio recibe el nombre de «Pasión»,
manantial de liberación. Dividido el mar Rojo,
condujo -con toda clase de precauciones- a los
hijos de Israel al desierto, mientras que los
egipcios, que se lanzaron en su persecución por
el mar, perecieron todos. Éste fue el juicio de
Dios contra los que injustamente habían oprimido
a la estirpe de Abrahán.
El Decálogo entregado a Moisés
26. Moisés, en el desierto, recibió de Dios la
ley: el Decálogo, grabado en tablas de piedra
por el dedo de Dios- el dedo de Dios es lo que
sale del Padre en el Espíritu Santo-, los
preceptos y los derechos que transmitió a los
hijos de Israel para que los guardasen. Por
orden de Dios construyó el tabernáculo del
testimonio, construcción visible en la tierra de
las realidades espirituales e invisibles del
cielo, figura de la Iglesia y representación
profética de las realidades futuras. Allí colocó
los vasos, los altares y el arca en la que
introdujo las Tablas. Constituyó sacerdotes a
Aarón y sus hijos, que descendían de Leví,
confiriendo el sacerdocio a toda esta estirpe
para ejercer el ministerio cultual en el templo
de Dios. Y les dio la ley levítica que fija qué
cualidad y conducta debe adornar a los que
permanentemente van a dedicarse al servicio del
culto en el templo de Dios.
La explotación de la Tierra Prometida y la
peregrinación por el Desierto
27. Cuando estaban cerca de la Tierra Prometida
por Dios a Abrahán y a su posteridad, Moisés
escogió a un hombre de cada tribu y les envió a
explorar aquella tierra, las ciudades y sus
habitantes. Entonces fue cuando Dios le reveló
el único Nombre capaz de salvar a los que en Él
creyeran. Moisés cambió el nombre a Oseas, hijo
de Navé, uno de los exploradores, y le puso por
nombre Jesús. Y Moisés les envió junto con el
Poder de aquel Nombre, persuadido de que los
acogería incólumes a su vuelta, por haber sido
conducidos por aquel Nombre. Lo que, en efecto,
ocurrió. Concluida su misión de espionaje y de
exploración, regresaron trayendo un racimo de
uvas; pero alguno de los doce exploradores
atemorizó y alarmó al pueblo al relatar que las
ciudades eran inmensas y fortificadas y que los
hombres, hijos de los Titanes, tenían una
estatura gigantesca y estaban capacitados para
defender su tierra. Al recibir tales noticias,
el pueblo lloró, resquebrajándosele la fe en
aquel Dios que le fortalecía y le sometía todo
el mundo. Murmuraron del país, como si no fuese
bueno y como si por un país de tal naturaleza no
merecía la pena correr riesgo alguno. Pero dos
de entre los doce, Jesús, hijo de Navé, y Caleb,
hijo de Jefoné, se rasgaron las vestiduras por
el mal cometido y suplicaron al pueblo que no se
abatiese y desanimase porque Dios le había
puesto todo en sus manos y el país era excelente.
Mas, como el pueblo no se convencía y persistía
en la incredulidad, Dios desvió y cambió su
itinerario para que se dispersara y le afligió
en el desierto. Y contando un año por cada día
de los empleados por el viaje de ida y vuelta
por los que habían ido a explorar e inspeccionar
el país, es decir, 40 días, Dios los tuvo
cuarenta años en el desierto. Ningún adulto y en
pleno uso de razón fue juzgado digno de entrar
en el país por motivo de la incredulidad,
excepto Jesús, hijo de Navé, y Caleb, hijo de
Jefoné, que habían hablado bien de la herencia
prometida, y los niños incapaces de distinguir
la derecha de la izquierda. Poco a poco, el
pueblo incrédulo llegó al final y,
paulatinamente, pereció en el desierto,
justamente castigado por su incredulidad. Los
niños crecidos en estos 40 años cubrieron los
lugares que habían dejado vacíos los muertos.
El Deuteronomio
28. Transcurridos los 40 años, el pueblo llegó a
las cercanías del Jordán y, reagrupándose, se
alineó para la batalla frente a Jericó. Aquí,
ante el pueblo reunido, Moisés evocó la historia
pasada recordando las grandes hazañas de Dios
hasta el presente, preparando y disponiendo a
aquellos que habían crecido en el desierto a
temer a Dios y a observar los mandamientos.
Impuso a éstos una nueva legislación,
añadiéndola a la que había establecido
anteriormente. Este nuevo cuerpo legislativo lo
llamó Deuteronomio, es decir Ley segunda, en el
que están escritas muchas profecías referentes a
Nuestro Señor Jesucristo, al pueblo, a la
vocación de los gentiles y al Reino.
La distribución de la Tierra
29. Cuando Moisés estaba a punto de acabar sus
días, Dios le dijo: Sube al monte y muere en él,
porque no serás tú quien entre con mi pueblo en
la Tierra Prometida. Según la palabra del Señor,
murió Moisés y le sucedió Jesús, hijo de Navé.
Atravesó éste el Jordán, condujo al pueblo a la
Tierra Prometida y, vencidos y aniquilados los
siete pueblos que la habitaban, la distribuyó
entre el pueblo. Allá se encuentra Jerusalén,
donde reinaron David y su hijo Salomón, quien
construyó el templo en el nombre de Dios a
imagen del tabernáculo hecho por Moisés como
tipo de las realidades celestes y espirituales.
El envío de profetas
30. Allá a Jerusalén fueron enviados por Dios,
por medio del Espíritu Santo, los profetas que
aconsejaban al pueblo y lo convertían al Dios
Omnipotente de sus padres; como heraldos de la
revelación de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de
Dios, anunciaban que de la estirpe de David
había de florecer Su cuerpo, para que fuese,
según la carne, hijo de David -que era hijo de
Abrahán- en virtud de una larga cadena de
generaciones y, según el Espíritu, Hijo de Dios,
preexistente con el Padre, engendrado antes de
la fundación del mundo, y aparecido, como
hombre, al mundo entero en los últimos tiempos;
Él es el Verbo de Dios que recapitula en sí
todas las cosas, las del cielo y las de la
tierra (Ef 1,10).
La desobediencia y la Encarnación
31. Unió, pues, al hombre con Dios y obró la
comunión entre Dios y el hombre, porque no
habríamos podido en absoluto obtener
participación alguna en la incorruptibilidad si
no hubiera venido [el Verbo] a habitar entre
nosotros. Pues si la incorruptibilidad hubiera
permanecido invisible y oculta, no nos hubiera
sido de ninguna utilidad. Hízose, pues, visible
a fin de que íntegramente [es decir, en cuerpo y
alma] recibiésemos una participación de esta
incorruptibilidad. Y porque, envueltos todos en
la creación originaria de Adán, hemos sido
vinculados a la muerte, por causa de su
desobediencia, era conveniente y justo que, por
obra de la obediencia de quien se hizo hombre
por nosotros, fueran rotas las [cadenas] de la
muerte. Y porque la muerte reinaba sobre la
carne, era preciso que fuera abolida por medio
de la carne, y que el hombre fuera liberado de
su opresión. El Verbo se hizo carne (Jn 1,14)
para destruir por medio de la carne el pecado
que por obra de la carne había adquirido el
poder, el derecho de propiedad y dominio; y para
que no existiese más entre nosotros. Por esta
razón Nuestro Señor tomó una corporeidad
idéntica a la de la primera creatura para luchar
en favor de los primogénitos y vencer en Adán a
quien en Adán nos había herido.
Adán y Cristo
32. Ahora bien ¿de dónde proviene la esencia de
la primera creatura? De la voluntad y de la
Sabiduría de Dios y de la tierra virgen. Porque
Dios aún no había enviado lluvia a la tierra
-dice la Escritura- antes de que el hombre fuese
plasmado y antes de que el hombre estuviese allí
para cultivar la tierra (Gn 2,5). De esta tierra,
pues, todavía virgen, Dios tomó barro y plasmó
al hombre, principio del género humano. Para dar,
pues, cumplimiento a aqueste hombre, asumió el
Señor la misma disposición suya de corporeidad,
que nació de una Virgen por la Voluntad y por la
Sabiduría de Dios, para manifestar también él la
identidad de su corporeidad con la de Adán, y
para que se cumpliese lo que en el principio se
había escrito: el hombre a imagen y semejanza de
Dios.
Eva y María
33. Y así como por obra de una virgen
desobediente fue el hombre herido y -precipitado-
murió, así también, reanimado el hombre por obra
de una Virgen, que obedeció a la Palabra de
Dios, recibió él en el hombre nuevamente
reavivado, por medio de la vida, la vida. Pues
el Señor vino a buscar la oveja perdida, es
decir, el hombre que se había perdido. De donde
no se hizo el Señor otra carne, sino de aquella
misma que traía origen de Adán y de ella
conservó la semejanza. Porque era conveniente y
justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a
fin de que fuera abismado y sumergido lo que es
mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese
recapitulada en María, a fin de que una Virgen,
venida a ser abogada de una virgen [Eva],
deshiciera y destruyera la desobediencia
virginal mediante la virginal obediencia. El
pecado cometido a causa del árbol fue anulado
por la obediencia cumplida en el árbol,
obediencia a Dios por la cual el Hijo del hombre
fue elevado en el árbol, aboliendo la ciencia
del mal y aportando y regalando la ciencia del
bien. El mal es desobedecer a Dios; el bien, en
cambio, es obedecer.
La crucifixión
34. El Verbo, preanunciando por medio del
profeta Isaías los acontecimientos futuros -son
profetas porque anuncian lo que va a suceder-,
se expresa así: Yo no me rebelo ni contradigo.
He ofrecido mis espaldas a los azotes y mis
mejillas a las bofetadas; no hurtaré mi rostro a
la afrenta de los esputos (Is 50,5-6). Así pues,
por la obediencia a que se sometió hasta la
muerte, pendiente del madero, destruyó la
desobediencia antigua cometida en el árbol. Y
como el Verbo mismo Omnipotente de Dios, en su
condición invisible, está entre nosotros
extendido por todo este universo [visible] y
abraza su largura y su anchura y su altura y su
hondura -pues por medio del Verbo de Dios fueron
dispuestas y gobernadas aquí todas las cosas-,
la crucifixión [visible] del Hijo de Dios tuvo
también lugar en esas [dimensiones, anticipadas
invisiblemente] en la forma de cruz trazada [por
Él] en el universo. Al hacerse en efecto
visible, debió de hacer manifiesta la
participación de este universo [sensible] en su
crucifixión [invisible], a fin de revelar,
merced a su forma visible, su acción [misteriosa
y oculta] sobre lo visible, a saber, cómo es Él
quien ilumina la altura -es decir, lo celeste- y
contiene la hondura -las regiones subterráneas-
y se extiende a lo largo desde el Oriente hasta
el Ocaso y gobierna como piloto la región Norte
y la anchura del Mdiodía y convoca de todas
partes al conocimiento del Padre a los dispersos.
El cumplimiento de la promesa de Abrahán
35. Se realizó así la promesa hecha por Dios a
Abrahán según la cual su descendencia sería como
las estrellas del cielo. Cristo cumplió la
promesa naciendo de la Virgen, de la estirpe de
Abrahán, y convirtiendo en luminarias del mundo
a los creyentes en Él y justificando a los
gentiles con Abrahán por medio de la misma fe.
Abrahán creyó al Señor y le fue reputado por
justicia (Gn 15,6). Del mismo modo también
nosotros somos justificados en virtud de la fe
en Dios, porque el justo vivirá por la fe. La
promesa de Abrahán no fue hecha por el
cumplimiento de la ley sino por medio de la fe.
De hecho Abrahán fue justificado por la fe: la
ley no fue establecida para el justo (1 Tm 1,9).
De igual forma también nosotros no somos
justificados por la ley sino por la fe, que ha
recibido el testimonio de la ley y los profetas
y que nos presenta el Verbo de Dios.
Cristo, nacido de la Virgen de la descendencia
de David
36. Y cumplió lo prometido a David, pues Dios
habíasele comprometido a suscitar del fruto de
su seno un Rey eterno, cuyo reino no tendría
ocaso. Este Rey es el Cristo, Hijo de Dios hecho
hijo del hombre, es decir, nacido, como fruto,
de la Virgen descendiente de David; y si la
promesa fue del fruto de su seno -a saber un
pimpollo de la concepción característica de una
mujer, y no del fruto del lomo ni del fruto de
los riñones, lo que es característico del varón,-
era para anunciar lo que de singular y propio
había en la producción de este fruto de un seno
virginal procedente de David, que reina en la
casa de David, por los siglos, y cuyo reino no
conocerá el ocaso.
La Encarnación: destrucción de la muerte y don
de la vida
37. En tales condiciones, pues, realizaba
magníficamente nuestra salvación, mantenía las
promesas hechas a los patriarcas y abolía la
antigua desobediencia. El Hijo de Dios se hace
hijo de David e hijo de Abrahán. Para cumplir
las promesas y recapitularlas en Sí mismo con el
fin de restituirnos las vida, el Verbo de Dios
se hizo carne por el ministerio de la Virgen, a
fin de desatar la muerte y vivificar al hombre,
porque nosotros estábamos encadenados por el
pecado, y destinados a nacer a través del
régimen del pecado y a caer bajo el imperio de
la muerte.
Nacimiento, muerte y resurrección de Cristo
38. Dios Padre, por su inmensa misericordia,
envió a su Verbo creador, el cual, venido para
salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la
misma situación y en los ambientes donde
nosotros hemos perdido la vida. Y rompió las
cadenas que nos tenían prisioneros. Apareció su
luz e hizo desaparecer las tinieblas de la
prisión y santificó nuestro nacimiento y abolió
la muerte, desligando aquellos mismos lazos en
que nos habían encadenado. Manifestó la
resurrección, haciéndose él en persona
primogénito de los muertos; levantó en su
persona al hombre caído por tierra, al ser
elevado a él a las alturas del cielo hasta la
diestra de la gloria del Padre, como había Dios
prometido por medio del profeta al decir:
Levantaré la tienda de David, caída en la tierra
(Am 9,11), es decir, el cuerpo que proviene de
David. Nuestro Señor Jesucristo cumplió
realmente esto actuando gloriosamente nuestra
salvación, a fin de resucitarnos de veras y
presentarnos libres al Padre. Y, si alguien no
acepta su nacimiento de una virgen, ¿cómo va a
admitir su resurrección de entre los muertos?
Porque nada tiene de milagroso, extraño e
inesperado, que resucite de entre los muertos el
que no nació; ni siquiera podemos hablar de
resurrección para el que vino a la existencia
sin nacimiento; el innascible, en efecto, es
también el inmortal, y quien no se ha sometido
al nacimiento, tampoco será sujeto a la muerte.
Pues quien no tomó principio del hombre, ¿cómo
va a poder recibir su fin?
Cristo primogénito de toda la cración
39. Si, pues, no nació, tampoco murió. Y, si no
murió, tampoco resucitó de entre los muertos. Y,
si no resucitó de entre los muertos, no es el
vencedor de la Muerte ni el destructor de su
imperio. Y, si no quedó vencida la Muerte, ¿cómo
subiremos a la vida quienes, desde los orígnes
de aquí abajo, sucumbimos al imperio de la
Muerte? Según eso los que niegan al hombre la
redención y no creen que Dios le resucitará de
entre los muertos, desprecian también la
natividad de nuestro Señor, a que por nosotros
se sometió el Verbo de Dios al hacerse carne, a
fin de mostrar la resurrección de la carne y
tener la primacía sobre todos en el cielo: como
primogénito de la mente del Padre, el Verbo
perfecto dirige todas las cosas en persona y
legifera en la tierra; como primogénito de la
Virgen es justo, hombre santo, piadoso, bueno,
agradable a Dios, perfecto en todo, libra del
infierno a los que los siguen; como primogénito
de los muertos es origen y señal de la vida de
Dios.
La continua llamada del Vebo
40. Así pues el Verbo de Dios ostenta el primado
sobre todas las cosas, porque es verdadero
hombre y admirable consejero y Dios fuerte (Is
9,6), que llama de nuevo [con la resurrección]
al hombre a la comunión con Dios para que por
medio de la comunión con Él participemos en la
incorruptibilidad. El que es anunciado por
Moisés y por los profetas del Dios altísimo y
omnipotente, Padre del universo, origen de todo,
que conversó con Moisés, vino a Judea,
engendrado por Dios por medio del Espíritu
Santo, y nacido de la Virgen María, que era de
la estirpe de David y de Abrahán, Jesús, el
Ungido de Dios, el que se reveló a sí mismo como
el que había sido predicho por los profetas.
La Iglesia comunica el espíritu de salvación por
medio del Bautismo
41. Juan el bautista, el precursor, cuando
preparaba y disponía al pueblo para recibir el
Verbo de la vida, hizo saber que éste era el
Cristo sobre quien el Espíritu de Dios había
descansado unido con su carne. Los dicípulos y
testigos de todas sus buenas obras, de su
enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su
resurrección, de la ascensión al cielo después
de la resurrección corporal, es decir los
apóstoles, con el poder del Espíritu Santo,
enviados por Él por toda la tierra, convocaron a
los gentiles, enseñando a los hombres el camino
de la vida para apartarlos de los ídolos, de la
fornicación y de la avaricia, purificando sus
almas y sus cuerpos con el bautismo de agua y de
Espíritu Santo, distribuyendo y suministrando a
los creyentes este Espíritu Santo que habían
recibido del Señor. Así instituyeron y fundaron
esta iglesia. Con la fe, la caridad y la
esperanza confirmaron la llamada a los gentiles
que, preanunciada por los los profetas, les fue
dirigida según la misericordia de Dios
manifestada con su ministerio, acogiéndoles en
la promesa hecha a los patriarcas, es decir, a a
quellos que creyeron y amaron a Dios; y a los
que viven en su santidad, la justicia y la
paciencia, el Dios de todos otorgará, por medio
de la resurrección de los muertos, la vida
eterna; gracias a aquel que murió y resucitó,
Jesucristo, al cual confió la realeza sobre
todos los seres de la tierra, la autoridad sobre
los vivos y los muertos, y el juicio. Los
apóstoles, con la palabra de verdad, exhortaron
a los gentiles a guardar su cuerpo sin mancilla
en orden a la resurrección y su alma al abrigo
de la corrupción.
LA DEMOSTRACIÓN PROFÉTICA (cc. 42-85)
La obra del Espíritu en los fieles y en los
profetas
42. En efecto, así deben comportarse los
creyentes por el hecho de que en ellos habita
permanentemente el Espíritu Santo, donado por el
Señor en el bautismo y custodiado por aquel que
lo recibe si es que vive en la verad y en la
santidad, en la justicia y en la paciencia. De
hecho la resurrección de los creyentes es
también obra de este Espíritu cuando el cuerpo
acoge nuevamente al alma, y a una con ella
resucita por la fuerza del Espíritu Santo y es
introducido en el reino de Dios. El fruto de la
bendición de Jafet es manifestado por la Iglesia
en la llamada a los gentiles que viven en
continua obediencia para poder habitar en la
casa de Sem, según la promesa de Dios. Que estas
cosas hubieran de ocurrir, lo predijo el
Espíritu Santo por medio de los profetas, a fin
de que cuantos sirven a Dios en la verdad tengan
tengan fe firme sobre ellas. En realidad, todos
estos hechos imposibles a la naturaleza humana
y, por lo tanto, poco creíbles a los hombres,
Dios, por medio de los profetas, los predijo
mucho tiempo antes -y se realizaron a su tiempo
como se había anunciado- para que, por el hecho
de haber sido profetizados, y aún mucho tiempo
antes, conociésemos que era Dios el que desde el
principio nos había preanunciado nuestra
salvación.
Identdad entre el Verbo y el Hijo de Dios, por
medio del cual todo fue hecho
43. A Dios se debe creer todo porque es veraz en
todo. Y creer que un hijo existía en Dios y que
existía no sólo antes de su aparición en el
mundo sino también antes de que el mundo fuese
creado. Y Moisés fue el primero en profetizarlo
cuando escribió en hebreo: BERESIT BARA ELOVIM
BASAN BENOWAM SAMENT'ARES. Y esto traducido [en
armenio] significa: Un Hijo en el principio
estableció Dios, luego estableció el cielo y la
tierra. El profeta Jeremías lo testimonió cuando
dice: Antes de la estrella matutina te he
engendrado y antes del sol [es] tu nombre, es
decir, antes de la creación del mundo y antes de
las estrellas creadas con el mundo. Dice todavía:
Dichoso Aquel que existía antes de ser hombre.
Pues para Dios el Hijo fue el principio antes de
la cración del mundo, pero para nosotros no
existe más que desde ahora, es decir, desde
cuando se ha manifestado. Antes, pues, no
existía para nosotros porque no lo conocíamos.
Por esto su discípulo Juan explicándonos quien
es el Hijo de Dios que estaba junto al Padre
antes de que el mundo fuese formado y que por su
mediación todo fue creado, dice: Al principio
era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el
Verbo era Dios. Él estaba al principio en Dios.
Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él,
no se hizo nada de cuanto ha sido hecho (Jn
1,1-3). De esta forma demuestra claramente que
todas las cosas han sido creadas por medio de
este Verbo, el cual desde el principio estaba
con el Padre, es decir, su Hijo.
El Hijo de Dios conversa con Abrahán
44. Dice también Moisés que el Hijo de Dios se
acercó a Abrahán para conversar con él: Y Dios
se apareció junto al encinar de Mambré, al
mediodía... Y alzando la vista vio a tres
hombres de pie frente a él, se posternó en
tierra diciendo: Si realmente he hallado gracia
a tus ojos... (Gn 18,1-3). Y a continuación lo
que él dijo al Señor y el Señor a él. Ahora bien,
dos de los tres eran ángeles, pero el tercero
era el Hijo de Dios. Con él también habló
Abrahán suplicándole por los habitantes de
Sodoma, para que no fuesen exterminados si al
menos se encontraban allí diez justos. Mientras
discurrían así sobre esto, los dos ángeles que
bajaron a Sodoma fueron recibidos por Lot. A
este respecto dice la Escritura: El Señor hizo
llover azufre y fuego provenientes del Señor,
desde lo alto del cielo, sobre Sodoma y Gomorra
(Gn 19,24). Quiere decir que el Hijo, aquel
mismo que conversaba con Abrahán, siendo Señor,
había recibido el poder de castigar a los
habitantes de Sodoma del Señor desde lo alto del
cielo, del Padre, que es Señor del Universo.
Abrahán, pues, era profeta y vio cuánto había de
suceder en el futuro; a saber, cómo el Hijo de
Dios, bajo humanas formas, conversaría con los
hombres, comería con ellos, y luego ejercitaría
el oficio de Juez, por el hecho de haber
recibido del Padre, Señor del Universo, la
autoridad para castigar a los habitantes de
Sodoma.
Jacob contempla el Verbo
45. Y también Jacob cuando viajó a Mesopotamia,
le vio en sueños de pie en lo alto de la
escalera, es decir, en el madero que estaba fijo
de la tierra al cielo. Pues por este madero los
que creen en Él ascienden al cielo, porque su
pasión es nuestra ascensión. Todas las visiones
de este género significan al Hijo de Dios que
conversa con los hombres y está en medio de
ellos. Ciertamente, no es el Padre del Universo,
invisible al mundo y creador de todo, quien
dice: El cielo es mi trono, y la tierra el
estrado de mis pies; ¿qué casa vais a edificarme
o qué lugar para mi descanso? (Is 66,1-2; Hch
7,49), y, ¿quién sostiene la tierra en un puño y
el cielo en la palma de la mano? (Is 40,12); no
era ciertamente Él el que estaba de pie en un
pequeño espacio y conversaba con Abrahán, sino
el Verbo de Dios que, siempre presente en medio
del género humano, nos daba a conocer
anticipadamente lo que había de suceder e
instruía a los hombres sobre las cosas de Dios.
El Hijo de Dios conversa con Moisés
46. Fue Él quien en la zarza ardiente conversó
con Moisés y dijo: He visto los sufrimientos de
mi pueblo en Egipto y he bajado para liberarlo
(Ex 3,7-8). Él subía y bajaba para liberar a los
oprimidos arrancándonos del poder de los
Egipcios, es decir, de toda clase de idolatría e
impiedad; salvándonos del mar Rojo, es decir,
liberándonos de las turbulencias homicidas de
los Gentiles y de las aguas amargas de sus
blasfemias. Estos acontecimientos eran continua
repetición de lo que a nosotros se refiere en el
sentido que el Verbo de Dios mostraba entonces
anticipadamente en tipo las cosas futuras,
mientras ahora nos arranca de veras de la
servidumbre cruel de los Gentiles. Y en el
desierto hizo brotar con abundancia un río de
agua de una roca. Y la roca es Él. Y produjo
doce fuentes, esto es, la doctrina de los doce
apóstoles. Y a los recalcitrantes e incrédulos
los hizo morir y desaparecer en el desierto. Y a
los que creían en Él, hechos niños por la
malicia, los introdujo en la herencia de los
Padres que recibió y distribuyó no Moisés sino
Jesús; todavía más, nos ha liberado de Amaleq
extendiendo sus manos, y nos condujo e hizo
subir al reino del Padre.
La Unción del Verbo
47. El Padre, pues, es Señor y el Hijo es Señor;
es Dios el Padre y lo es el Hijo, porque el que
ha nacido de Dios es Dios. Así según la esencia
de su ser y de su poder, hay un solo Dios; pero,
al mismo tiempo, en la administración de la
economía de nuestra redención, Dios aparece como
Padre y como Hijo. Y dado que el Padre del
Universo es invisible e inaccesible a los seres
creados, es por medio del Hijo como los
destinados a acercarse a Dios deben conseguir el
acceso al Padre. David, clara y patentemente, se
expresó de este modo a propósito del Padre y del
Hijo: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre;
tú has amado la justicia y detestado la
iniquidad, por eso Dios te ha ungido con óleo de
alegría más que a tus compañeros. Esto significa
que el Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre,
es decir, de Dios, el trono de un reino eterno y
el óleo de la unción más que sus compañeros. El
óleo de la unción es esl Espíritu Santo con el
que es ungido, y sus compañeros son los profetas,
los justos, los apóstoles y todos los que
participan del reino, es decir, sus discípulos.
El primado y realeza de Cristo, Sacerdote eterno
48. Y también dice David: Dice el Señor a mi
Señor: siéntate a mi derecha, hasta que yo haga
de tus enemigos el estrado de tus pies. Desde
Sión extenderá el Señor un cetro de poder; ¡domina
en medio de tus enemigos! Contigo, al principio,
en el día de tu poder, en el esplendor de los
santos, del seno, antes de la aurora, te he
engendrado. El Señor lo ha jurado y no se
arrepentirá. Tú eres sacerdote eterno según el
orden de Melquisedec y el Señor está a tu
derecha. En el día de su cólera ha quebrantizado
a reyes; juzgará a las naciones, llenará de
ruinas, quebrantará las cabezas de muchos sobre
la tierra. En el camino beberá del torrente, por
eso levantará la cabeza (Sal 109,1-7). Mediante
estas palabras, anunció que vino primero a la
existencia, domina sobre los pueblos, juzga a
los hombres y a los reyes, a los que aborrecen
ahora y persiguen su nombre, pues esos son su
enmigos. Denominándole sacerdote eterno de Dios
declara la inmortalidad. Cuando dice: En el
camino beberá del torrente, por eso levantará la
cabeza, se refería a la exaltación gloriosa,
después de su condición humana, de su
humillación y abyección.
El Hijo de Dios rey universal
49. El Profeta Isaías a su vez afirma: Así dice
el Señor Dios al Ungido, mi Señor, a quien yo he
tomado de la diestra para que le obedezcan las
naciones (Is 45,1; Ps.-Bern. 12,11). En cuanto a
la afirmación de que el Hijo de Dios es llamado
Ungido y rey de las naciones, es decir, de todos
los hombres, David repite que Él es y es llamado
Hijo de Dios y rey de todos con estas palabras:
El Señor me ha dicho: tú eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las
naciones; te daré en propiedad los confines de
la tierra (Sal 2,7-8). Estas palabras no fueron
pronunciadas refiriéndose a David porque no
gobernó todas las naciones, ni toda la tierra,
sino solamente a los Judíos. Es, pues, evidente
que la promesa hecha al Ungido de reinar sobre
toda la tierra se refiere al Hijo de Dios, al
que el mismo David reconoce como su Señor cuando
escribe: Dice el Señor a mi Señor: siéntate a mi
derecha (Sal 109,1), como poco ha hemos referido.
En efecto, esto significa que el Padre conversa
con el Hijo, como arriba hemos demostrado a
propósito de Isaías que decía: Así dice el Señor
al Ungido mi Señor: obedézcanle las naciones.
Idéntica promesa aparece en ambos profetas: Él
será rey; consecuentemente las palabras de Dios
se refieren a una sola y a una misma persona, a
saber, a Cristo, Hijo de Dios. Desde el momento
que David dice: El Señor me ha dicho, es preciso
afirmar que ni David ni otro profeta hablan por
propia iniciativa, pues no es un hombre quien
profiere las profecías, sino el Espíritu de
Dios, el cual, tomando figura y una forma
semejantes a las personas interesadas, hablaba
en los profetas y discurría ora en nombre de
Cristo ora en el del Padre.
Testimonio de los profetas sobre la
preexistencia de Cristo
50. Oportunamente, pues, Cristo afirma por medio
de David que el padre le habla a él, y por medio
de los profetas dice él mismo, a su propia
cuenta, las demás cosas, como, por ejemplo,
entre otras en Isaías cuando escribe: Y ahora
así habla el Señor, el que me plasmó para
servidor suyo desde el seno materno para hacer
que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una.
Yo seré glorificado a los ojos del Señor, y mi
Dios será mi fuerza... Él me ha dicho: Gran cosa
será para ti ser llamado siervo mío, para
levantar y restablecer las tribus de Jacob y
hacer volver a los preservados de Israel; te he
puesto como luz de las gentes para que mi
salvación alcance hasta los confines de la
tierra (Is 49,5-6).
El Hijo siervo del Padre
51. Porque aquí, sobre todo, del coloquio del
Padre con el Hijo y del hecho que aún antes de
su nacimiento el Padre se hizo visible a los
hombres, se deduce la preexistencia del Hijo de
Dios; después, [también se manifiesta] aún antes
de nacer, el que había de ser hombre nacido de
hombres, el que Dios mismo había de plasmar del
seno -es decir, que había de nacer del Espíritu
de Dios- el que es Señor de todos los hombres y
Salvador de los que creen en Él, de los judíos y
de todos los hombres. «Israel», de hecho, es el
nombre del pueblo Judío en lengua hebrea, nombre
que le proviene del patriarca Jacob, que fue el
primero en ser llamado «Israel». Y denomina
«Gentiles» a todos los hombres. El Hijo de Dios
se llama a Sí propio «siervo del Padre», a causa
de su obediencia al Padre, ya que todo hijo, aun
entre los hombres, es siervo de su padre.
La preexistencia a la luz de la Escritura
52. Que Cristo, Hijo de Dios, existente antes
del mundo, estaba con el Padre y junto al Padre
y al mismo tiempo cercano a los hombres y en
íntima unión con ellos, rey del Universo, porque
el Padre le ha sometido todas las cosas, y
Salvador de aquellos que creen en Él, tal es el
mensaje de semejantes textos de la escritura.
Porque no es nuestra intención ni está, por otra
parte, dentro de nuestras posiblidades hacer
unas concordancias de todos los textos bíblicos,
pero con la ayuda de los pasos ya citados podrás
comprender también los otros que hablan de la
misma manera, mas los interpretarás a condición
de que creas en Cristo y le pidas a Dios
sabiduría e inteligencia para comprender cuanto
fue dicho por los profetas.
El signo profético que anuncia al Mesías-Cristo
y Jesús-Salvador
53. Que este Cristo, que estaba junto al Padre,
por ser el Verbo del Padre, haya debido
encarnarse, hacerse hombre, someterse a la
generación y al nacimiento de una Virgen y vivir
entre los hombres, operando asimismo el Padre
del Universo su encarnación, es lo que expresa
Isaías: Pues el Señor mismo va a daros una
señal; he aquí que una virgen concebirá y dará a
luz a un hijo que llamaréis Emmanuel; comerá
mantequilla y miel y antes de conocer o
distinguir el mal, escoge el bien, porque antes
que este niño conozca el bien o el mal,
rechazará el mal para escoger el bien (Is
7,14-16). Indicó que nacería de una Virgen.
Significó que sería verdadero hombre por el
hecho de comer y por llamarle «el infante», y
hasta por imponerle su nombre. Ya que éste es un
extravío aún del que ha nacido. En hebreo tiene
un doble nombre: Mesías-Cristo y Jesús-Salvador.
Estos dos nombres indican las obras que había de
realizar. En efecto, ha recibido el nombre de
Cristo, porque el Padre por su medio y teniendo
en cuenta su venida como hombre ha ungido y
dispuesto todas las cosas, porque fue ungido por
el Espíritu de Dios su Padre, como afirma
refiriéndose a Sí mismo en Isaías: El Espíritu
del Señor está sobre mí, por cuenta que me ha
ungido para llevar la buena noticia a los pobres
(Is 61,1). Y el nombre de «Salvador» porque es
causa de salvación para todos los que, desde
entonces, fueron liberados por Él de toda
enfermedad y de la muerte; para los que
habían de creer en él después de ellos es
también dador de salvación eterna.
Emmanuel: Dios-con-nosotros
54. He aquí el por qué es llamado «Salvador».
«Emmanuel» se traduce por «Dios-con-nosotros», o
como expresión de buen deseo formulada por el
profeta «Dios esté con nosotros». De este modo
Él es la interpretación y la revelación de la
«buena nueva». Por eso dice: He aquí que una
Virgen concebirá y dará a Luz a un hijo (Is
7,14). Y éste, que es Dios, tiene el destino de
estar con nosotros. Y al mismo tiempo,
maravillado por tal acontecimiento, anuncia lo
que ha de suceder, es decir, que «Dios estará
con nosotros». Y también, en torno a su
nacimiento, el mismo profeta dice en otra parte:
Antes de que engendre la que está en dolores y
antes de que lleguen los dolores de parto, dio a
luz un niño (Is 66,7). Así dio a conocer lo
inesperado e inopinado de su nacimiento de la
Virgen. El mismo profeta dijo aún: Un hijo nos
ha nacido y un niño nos han dado, y recibió por
nombre Admirable Consejero, Dios fuerte (Is
9,6).
Admirable Consejero
55. Le llama «Admirable Consejero» sea del Padre
sea nuestro. Del Padre, lo indica el hecho de
que el Padre hizo con él todas las cosas, según
se dice en el primer libro de Moisés, titulado
«Génesis»: Y dijo Dios: hagamos al hombre a
imagen nuestra y a semejanza (Gn 1,26). Aquí
visiblemente habla el Padre al Hijo, como a
Admirable Consejero del Padre... . Él es también
consejero nuestro; habla y no obliga, como Dios,
aunque sea igualmente como el Padre «Dios
fuerte». Nos aconseja renunciar a la ignorancia
y recibir la gnosis, apartarnos del error para
encaminar hacia la verdad, rechazar la
corrupción para poseer la incorruptibilidad.
La paz y su dominio no tendrán límites
56. E Isaías dice de nuevo: Querrán haber sido
consumidos por el fuego, porque un niño nos ha
nacido, un hijo se nos ha dado; en cuyos hombros
estuvo el poder y es llamado con el nombre del
Angel del gran consejo. Y traerá la paz entre
los príncipes y aun paz y salvación para Él.
Grande es su dominio y la paz no tendrá límites
sobre el trono de David y su reino, para
sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el
derecho, desde ahora y por siempre (Is 9,5-7
(LXX)). En estos términos es anunciado el
nacimiento del Hijo de Dios y la eternidad de su
reino. Pero las palabras, querrán haber sido
consumidos por el fuego (Is 9,5 (LXX)),están
dichas dirigiéndose a quienes no creen en el
Emmanuel e hicieron contra Él todo lo que
hicieron. Pues dirán en el día del juicio:
«¡Ojalá hubiésemos sido abrasados antes del
nacimiento del Hijo de Dios que no haber creído
en Él luego que nació!». Porque aquellos que han
muerto antes de la manifestación de Cristo
tienen esperanza de obtener la salvación en el
Juicio del Resucitado. A esta categoría
pertenecen los que temieron a Dios y han muerto
en la justicia y han poseído el Espíritu de
Dios, como los patriarcas, los profetas y los
justos. Mas para aquellos que después de la
manifestación de Cristo no han creído en Él será
inexorable la vindicación en el juicio. En
cuanto a aquello, En cuyos hombros estuvo el
poder (Is 9,6), se designa alegóricamente la
cruz, en la que tenía clavados los brazos;
porque la cruz que era y es oprobio para Él -y
para nosotros, a causa de Él- esa misma cruz es,
dice, su poder, a saber, el signo de su realeza.
Lo llama Angel del gran consejo de aquel Padre
que Él nos ha revelado.
El esperado de las naciones
57. Por todo lo que fue dicho y expuesto con la
ayuda de los profetas está claro que el Hijo de
Dios debía nacer, de qué manera había de nacer y
que se daría a conocer como Cristo. Incluso fue
predicho en qué país y entre qué hombres debía
nacer y darse a conocer. Así lo dio a entender
Moisés en el Génesis: No le faltará un príncipe
a Judá, ni un jefe de su estirpe, hasta que
venga aquel a quien le está reservado; y El será
el esperado de las gentes; lavará en el vino su
vestimenta y en la sangre de la uva su manto (Gn
49,10-11). Pero Judá, hijo de Jacob, es el
antepasado de los Judíos, de quien éstos han
tomado su nombres. Hasta la venida de Cristo no
les faltó ni príncipe, ni jefe. Pero después de
su venida, le fueron quitadas las flechas de la
aljaba, el país de los Judíos fue sometido por
los Romanos y no volvió a tener un príncipe o un
rey propio. Ya que había venido aquel a quien
esta reservado el reino del cielo; aquel que
lavó su vestimenta en el vino y con sangre de la
uva su manto. Su vestimenta igual que el manto,
son quienes creen en Él, a los cuales también Él
purificó, con su sangre; y su sangre dícese
sangre de la uva, porque así como no es producto
del hombre la sangre de la uva, sino de Dios que
hace que se alegren aquellos que la beben, de
igual forma su cuerpo y su sangre no son obra
del hombre sino de Dios. El Señor mismo dio el
signo de la Virgen, es decir, el Emmanuel,
nacido de la Virgen y alegra los ánimos de
aquellos que lo beben, es decir, de aquellos que
reciben su Espíritu, alegría eterna. Por eso es
también el esperado de las gentes, para aquellos
que esperan en Él. También nosotros esperamos de
Él la restauración del reino.
La estrella de Jacob
58. Y Moisés cuando escribe de nuevo: Se
levantará una estrella de Jacob y un jefe
surgirá de Israel (Nm 24,17), anuncia
explícitamente que la economía de su encarnación
se realizará entre los hebreos y que Aquel que
descendiendo del cielo nacerá de Jacob y de la
estirpe judía se ha sometido a esta
economía.Porque una estrella apareció en el
cielo y si se llama jefe a un rey es porque éste
es el rey de todos los salvados. Por otra parte
esta estrella apareció, cuando su nacimiento, a
los Magos, que habitan en Oriente y por su medio
tuvieron conocimiento del nacimiento de Cristo.
Guiados por la estrella vinieron a Judea, hasta
que la estrella llegó a Belén, donde había
nacido Cristo, y entrada en la casa donde estaba
acostado el niño envuelto en pañales, se detuvo
encima de su cabeza, indicándoles a los Magos al
Hijo de Dios, Cristo.
El vástago de Jesé
59. Y el mismo Isaías dice aún más: Saldrá un
vástago del tronco de Jesé y de su raíz brotará
una flor. Sobre Él se posará el Espíritu de
Dios, espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de
conocimiento y de piedad. Lo llenará el espíritu
de temor de Dios. No juzgará por sola opinión ni
acusará por solos rumores, sino que juzgará la
causa del humilde y tendrá piedad de los
humildes de la tierra. Castigará a la tierra con
la palabra de su boca, ejecutará al impío con el
soplo de sus labios. La justicia será cinturón
de sus lomos, y la lealtad cinturón de sus
flancos. Pacerá el lobo con el cordero, el
leopardo con el cabrito, el novillo y el león
pacerán juntos... El niño meterá la mano en la
boca del áspid y en el escondrijo de los
viboreznos y no le harán daño. En aquel día
sucederá...; la raíz de Jesé es aquel que se
yergue para ejercer el poder sobre las naciones,
y éstas a Él le buscarán; y su resurrecciónserá
gloriosa (Is 11,1-10).Con estas palabras quiere
decir que nacerá de aquella que desciende de
David y de Abrahán. Efectivamente, Jesé
descendía de Abrahán y era padre de David. De
este modo la Virgen, que concibió a Cristo, era
el vástago. Por esto Moisés hacía sus prodigios
ante el Faraón, sirviéndose de un bastón. Entre
los hombres el bastón es signo de poder. Llama
flor a su cuerpo, que floreció bajo la acción
del Espíritu, como antes hemos indicado.
Justo juez
60. En cuanto a: No juzgará por sola opinión,ni
acusará por solos rumores, sino que juzgará la
causa del humilde y tendrá piedad del humilde de
la tierra (Is 11,3-4), da a entender con mayor
firmeza su divinidad. Pues juzgar imparcialmente
y sin acepción de personas, sin honrar al
ilustre y otorgando al pobre lo que merece en
equidad e igualdad es conforme a la suprema y
celeste justicia de Dios. Dios, en efecto, no se
deja influir por nadie, y sólo compadece al
justo. Y el hacer misericordia es propio y
peculiar de aquel Dios que puede asimismo salvar
en virtud de su misericordia. Y herirá la tierra
con una palabra y destruirá al impío con la sola
palabra (Is 11,4) es propio de Dios que hace
todas las cosas con su Verbo. Cuando dice: La
justicia será el cinturón de sus lomos y la
verdad cinturón de sus flancos (Is 11,5),
anuncia su forma externa humana y su verdadera y
suprema justicia.
La concordancia y la paz universal
61. En cuanto al entendimiento, la concordia y
la paz entre los animales de especies diferentes
y que por naturaleza son contrarios y hostiles
unos a otros, enseñan los Presbíteros que así
será en verdad a la venida de Cristo, al tiempo
en que debe personalmente reinar sobre todas las
cosas. Pues ya [aquí] en símbolo da a conocer
que los hombres de razas diferentes, pero de
costumbres semejantes, se juntarán en la
concordia y la paz, gracias al nombre de Cristo;
porque los justos [unidos] a la vez, que han
sido parangonados a los novillos y a los
corderos y a los cabritos y a los niños tiernos,
no recibirán daño por parte de ninguno de
cuantos, en época anterior, se habían convertido
-hombres y mujeres- a causa de su codicia, por
forma y costumbres, en bestias feroces, hasta el
punto que algunos de ellos se asemejaban a lobos
o a leones, y despojaban los bienes de los más
débiles y hacían guerra a sus semejantes; y las
mujeres eran como leopardos y víboras, cuando
recurriendo a venenos mortales llegaban a dar
muerte a los propios amantes, o arrastrados por
su pasión... Reunidos en un solo nombre,
lograrán tener costumbres de justos, por la
gracia de Dios, cambiando su naturaleza salvaje
y feroz. Esto es lo que ha ocurrido ya, pues los
que antes eran crudelísimos hasta no retroceder
ante ningún acto impío, una vez instruidos sobre
Cristo y creído en Él, han dado fe todo a una y
han cambiado hasta no retroceder ante ningún
exceso de justicia. Tanta es la mudanza que la
fe en Cristo, Hijo de Dios, opera entre cuantos
en Él creen. Y si dice: Se levantó para
enseñorear sobre los gentiles (Is 11,10), es
porque, una vez muerto, resucitará y será
confesado y creído Hijo de Dios, rey. Por eso
dice: Y su resurrección será gloriosa (Is
11,10), esto es, magnificencia, porque en el
momento en que fue glorificado como Dios, es
cuando resucitó.
La tienda de David y el cuerpo de Cristo
62. Por eso el profeta cuando dice: En aquel día
levantaré la tienda de David, caída en tierra
(Am 9,11), afirma claramente que el cuerpo de
Cristo, nacido de David, como hemos dicho,
después de la muerte es resucitado de entre los
muertos. Llama tienda a su cuerpo. Y, en efecto,
por estas palabras dijo también que Cristo -el
cual según la carne desciende de David- será
Hijo de Dios y después de su muerte resucitará y
será hombre por el aspecto externo, pero Dios
por el poder será juez del universo y el único
justo y Redentor. Todo ello se encuentra en la
Escritura.
Belén: patria de David
63. A su vez el profeta Miqueas indicó también
el lugar del nacimiento de Cristo, a saber en
Belén de Judá. Se expresa así: Y tú, Belén de
Judá, no eres insignificante entre los jefes de
Judá, pues de tí saldrá un jefe que será pastor
de mi pueblo, Israel (Mi 5,1). Pero Belén es
también el pueblo de David, de suerte que Cristo
es de la posteridad de David, no sólo por la
Virgen que le dio a luz, sino también por ser
nacido en Belén, patria de David.
Rey para siempre
64. A su vez dice David que Cristo nacerá de su
posteridad: Por causa de David, tu siervo, no
apartes el rostro de tu Cristo. El Señor juró a
David la verdad y no la mentira: del fruto de tu
seno pondré sobre tu trono, si tus hijos guardan
mi alianza y mis testimonios, objeto de mi pacto
con ellos, y el hijo de ellos será hasta la
eternidad (Sal 131,10-12). Mas no hay ninguno,
entre los hijos de David, que haya reinado hasta
la eternidad, ni su reino permaneció para
siempre, pues ha sido destruido; [indica] en
efecto al rey que ha nacido de David, a saber
Cristo. Todos estos testimonios dan a entender
clarísimamente, sobre su descendiente según la
carne, tanto el linaje como el lugar donde iba a
nacer. Los hombres no tienen por qué buscar el
nacimiento del Hijo de Dios entre los Gentiles o
en cualquier otro lugar, sino en Belén de Judá,
entre la descendencia de Abrahán y David.
La entrada en Jerusalén
65. Cómo hizo su entrada en Jerusalén, la
capital de Palestina, donde estaba su residencia
y el Templo de Dios, díjolo Isaías: Decid a la
Hija de Sión: he aquí viene a ti tu rey, dulce,
sentado en un asno, sobre un borrico, hijo de
asna (Is 62,11). Entró en Jerusalén sentado
sobre un pollino de asna, y la muchedumbre
alfombraba el camino con sus mantos para que
pasase por encima. Hija de Sión es el nombre
dado a Jerusalén .
El anuncio de los profetas
66. Los profetas anunciaban entonces que el Hijo
de Dios había de nacer, cómo y dónde había de
nacer y quién es Cristo, el único rey eterno.
Han predicho también, que una vez hecho hombre,
había de curar a los que curó, de resucitar a
los muertos que ha resucitado, que había de ser
odiado, despreciado, torturado, matado y
crucificado, tal como fue odiado, despreciado y
matado.
Los milagros de Jesús
67. Trataremos ahora de las curaciones. Dice
Isaías: El soportó nuestras dolencias y aguantó
nuestros dolores (Is 53,4; Mt 8,17), es decir,
soportará y aguantará. A veces el Espíritu de
Dios narra en los profetas como pasados,
acontecimientos que han de suceder en el futuro.
Esto acontece porque en Dios lo que es
establecido, determinado y destinado a existir
ya es considerado como existente y el Espíritu
se expresa teniendo en cuenta el tiempo en que
se realiza la profecía. En estos términos
recuerda los distintos modos de curaciones: En
aquel día oirán los sordos las palabras del
libro; y en las tinieblas y oscuridad verán los
ojos de los ciegos (Is 29,18). Y todavía:
Fortaleceos, manos débiles, rodillas vacilantes
y débiles; animaos, pusilánimes, tomad fuerzas,
no temáis; mirad, nuestro Dios hace justicia,
vendrá a salvarnos. Entonces se abrirán los ojos
de los ciegos y oirán los oídos de los sordos;
entonces el cojo saltará como un ciervo y se
soltará la lengua del mudo (Is 35,3-6). Y acerca
de la resurrección de los muertos dice: Así
resucitarán los muertos y se levantarán los que
están en los sepulcros (Is 26,19). Cuando esto
se cumpla se creerá que es Hijo de Dios.
La Pasión de Cristo
68. Isaías dice que había de ser despreciado,
torturado y finalmente matado: He aquí que mi
Hijo comprenderá: será exaltado y glorificado
sobremanera. Como muchos se espantarán de ti,
así sin gloria será tu rostro a los ojos de los
hombres; muchos pueblos se asombrarán y los
reyes cerrarán la boca porque contemplarán algo
inenarrable y comprenderán algo inaudito. Señor
¿quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló
el brazo del Señor? Lo hemos narrado ante Él,
como a un niño, como a una raíz en tierra árida;
no tenía figura ni gloria. Lo hemos visto sin
aspecto y sin belleza. Su aspecto era
despreciable, más abatido que los demás hombres.
Hombre de dolores acostumbrado a sufrimientos;
porque volvía su rostro hacia otra parte era
despreciado y tenido a menos. El cargó con
nuestros pecados y sufre por amor a nosotros; lo
hemos creído víctima del dolor, de los golpes y
torturas. Fue traspasado por nuestros delitos,
maltratado por nuestros pecados. El castigo que
nos da la paz cayó sobre él y sus cicatrices nos
curaron (Is 52,13-53, 5). David anunció con
estas palabras sus torturas: Yo fui torturado
(Sal 38,9). Sin embargo David nunca fue
torturado sino Cristo cuando ordenaron que fuese
crucificado. Una vez más el Verbo dice en
Isaías: Ofrecí la espalda a los golpes y las
mejillas a las bofetadas; no me tapé el rostro
ante ultrajes ni salivazos (Is 50,6). El profeta
Jeremías repite lo mismo en estos términos:
Presentará la mejilla al que lo hiere y será
colmado de oprobios (Lm 3,30). Todo esto lo
sufrió Cristo.
La Pasión y su sentencia
69. Isaías continúa así: Merced a sus llagas
hemos sido curados todos. Errábamos como un
rebaño, cada uno iba por su camino y el Señor lo
consignó por nuestros pecados (Is 53,5-6.7).
Está claro que por voluntad del Padre le han
sucedido estas cosas en favor de nuestra
salvación. Y luego prosigue: A pesar de sus
padecimientos no abrió la boca; como oveja fue
llevado al matadero; como un cordero ante el
esquilador está sin voz (Is 53,7). De esta forma
anuncia que acepta libremente la muerte. Mas al
decir el profeta: En la humillación fue
eliminado su juicio (Is 53,8), se refiere a su
humilde aspecto exterior. Según su aspecto sin
honra fue pronunciada la sentencia; y proferida
la sentencia conduce a algunos a la salvación, a
otros a las penas de la perdición. Hay
efectivamente lo tomado por uno a cuestas, y lo
que quitan a otro. Así es la sentencia: por
algunos ha sido sufrida y estos la toman sobre
sí mismo como propia condena; para otros ha sido
eliminada y se salvan. Han cargado sobre sí la
sentencia quienes lo crucificaron, y habiéndose
portado así no creen en Él; de tal suerte, la
sentencia recibida por ellos los condenará a la
perdición entre los tormentos. La sentencia ha
sido eliminada para quienes en Él creen, y no
están ya sujetos a ella, es decir a la sentencia
de condenación. La sentencia de condenación,
acompañada de fuego, será de exterminio para los
incrédulos, al fin de este mundo.
La generación inenarrable
70. A continuación dice: ¿Quién narrará su
nacimiento? (Is 53,8).Esto se dijo para ponernos
en guardia con el fin de que no le tengamos como
a un hombre insignificante y de poca importancia
por razón de sus adversarios y de los dolores de
su pasión. Aquel que ha sufrido todo esto cuenta
en su haber con un origen inefable. Porque por
nacimiento se entiende su origen, o sea, su
Padre inefable e indescriptible. Reconoce, pues,
que este es el origen de Aquel que ha soportado
esta pasión y no lo tengas a menos por la pasión
que ha sufrido por ti intencionadamente. Mas,
por su origen, guárdale temor.
La vida a la sombra de su cuerpo
71. Dice en otra parte Jeremías: El Espíritu de
nuestro rostro es el Señor Cristo;cómo fue
apresado en sus redes, aquel de quien hemos
dicho: A su sombra viviremos entre las naciones
(Lm 4,20). La Escritura dice que Cristo, aun
siendo Espíritu de Dios, debía hacerse hombre
sometido al sufrimiento, y revela en cierto modo
sorpresa y sobresalto ante la Pasión que debía
sufrir Aquel a cuya sombra hemos dicho que
íbamos a vivir. Sombra significa su cuerpo,pues
así como la sombra viene producida por un
cuerpo, así el cuerpo de Cristo fue producido
por su Espíritu. Mas la voz sombra significa
asimismo la humillación de su cuerpo y la
facilidad de ser humillado.En efecto, como la
sombra de los cuerpos erguidos se proyecta al
suelo y es hollada bajo los pies, así el cuerpo
de Cristo, echado a tierra en la Pasión, fue,
por así decirlo, hollado bajo los pies. Llama
sombra al cuerpo de Cristo por haber venido a
ser sombra de la gloria del Espíritu que velaba.
Con frecuencia, al paso del Señor, venían
colocadas a lo largo de su camino personas
afectadas de enfermedades varias;y todos
aquellos a quienes alcanzaba su sombra eran
salvos.
La muerte del justo
72. Y el mismo profeta, a propósito de la Pasión
de Cristo, dice lo siguiente: He aquí como el
justo ha perecido y nadie hace caso; los hombres
justos son quitados de en medio y nadie se
entera, pues el justo es llevado en presencia de
la injusticia. Su sepultura será paz: él ha sido
preservado (Is 57,1-4). ¿Qué otro hay
perfectamente justo fuera del Hijo de Dios, que
hace del todo justos a quienes en Él creen, los
cuales, a semejanza de Él, son perseguidos y
muertos? Cuando dice: Su sepultura será paz,da a
conocer como murió por nuestra salvación, que
está en la paz de la salvación; y [anuncia] que
por su muerte quienes antes eran enemigos y
adversarios unos de otros, no bien crean juntos
en Él, tendrán paz entre sí, dando y recibiendo
señales de amistad por su común fe en Él. Es
exactamente lo que ocurre. Las palabras ha sido
preservado se refieren a la resurrección de
entre los muertos, porque después de la
sepultura nadie le vio muerto. Que una vez
muerto y resucitado Cristo, debía permanecer
inmortal, dícelo el profeta en estos términos:
Pidió la vida y tú le has concedido además la
longevidad por los siglos de los siglos (Sal
21,5). ¿Por qué dijo pidió la vida, cuando debía
morir? En efecto, anuncia su resurreccion de
entre los muertos, y que resucitado de entre los
muertos es inmortal. Ya que recibió la vida para
resucitar, y la longevidad por los siglos de los
siglos para ser incorruptible.
La muerte (sueño) y resurrección según David
73. Y dice de nuevo David a propósito de la
muerte y de la resurrección de Cristo: Yo me
acosté y me dormí; me desperté porque el Señor
me acogió (Sal 3,6). David no decía esto de sí
mismo, porque muerto él no resucitó. Sino el
Espíritu de Cristo, que habló también de Él en
otros profetas, dice también ahora por medio de
David: Yo me acosté y dormí; me desperté porque
el Señor me acogió.Llama sueño a la muerte,
porque resucitó.
Herodes y Pilato
74. Sobre la Pasión de Cristo, David dice: ¿Por
qué se agitan los gentiles y los pueblos planean
fracasos? Se alían los reyes de la tierra y los
príncipes conspiran contra el Señor y su Ungido
(Sal 2,1-2; Hch 4,24-28). De hecho, Herodes, rey
de los Judíos, y Poncio Pilato, procurador de
Claudio César, se reunieron y lo condenaron a
ser crucificado. Porque Herodes temía perder el
reinado, como si Él fuese a ser un rey terreno,
y Pilato fue obligado, contra su voluntad, por
Herodes y por los judíos que lo rodeaban, a
condenarlo a muerte, por el hecho de que no
hacerlo se interpretaría como ir en contra del
César dejando en libertad a un hombre al que se
dio el título de Rey.
El anuncio de la Pasión
75. Y, a propósito de la Pasión, dice todavía el
mismo profeta: Tú nos has rechazado y
despreciado; has repudiado a tu Ungido; has roto
la alianza de mi siervo; has echado a tierra tu
santuario; has derrumbado su cerca; has hecho
temblar sus fortalezas; cuantos pasan de largo
la han saqueado; se ha convertido en el oprobio
de sus vecinos; has robustecido la derecha de
sus opresores, has alegrado a sus enemigos; le
has torcido la hoja de su espada y no lo has
sostenido en el combate; lo has excluído de la
purificación, echando por tierra su trono; le
has acortado los días de su tiempo y lo has
cubierto de ignominia (Sal 88,39-46). El profeta
afirma abiertamente que debía sufrir todo esto y
que ésta era la voluntad del Padre, puesto que
por voluntad del Padre sufrió la Pasión.
La captura de Jesús
76. Zacarías se expresa así: Alzate, espada,
contra mi pastor, contra el hombre, mi
compañero; hiere al pastor y se dispersarán las
ovejas del rebaño (Za 13,7; Mt 26,31; Lc 14,27).
Y esto sucedió cuando fue capturado por los
Judíos. Entonces todos los discípulos lo
abandonaron por miedo a perecer con Él, porque
ellos no creyeron firmemente en Él hasta que no
le vieron resucitado de entre los muertos.
Jesús motivo de reconciliación entre Pilato y
Herodes
77. Y se dice también en los doce profetas:
Prisionero le presentaron al rey como tributo(Os
10,6 (LXX)). Poncio Pilato era procurador de
Judea y alimentaba entonces un profundo rencor
en contra de Herodes, rey de los Judíos.
Precisamente en esta situación Pilato remitió a
Cristo, a quien se lo había enviado, atado a
Herodes con el ruego de que le interrogase para
confirmar lo que quería hacer con Él. De este
modo Cristo se convirtió en un buen pretexto
para reconciliarse con el rey.
La bajada a los infiernos
78. Y en Jeremías, ve con qué términos se
expresa para dar a conocer su muerte y su
descenso a los infiernos: Y el Señor, el Santo
de Israel, acordóse de sus muertos, de los que
estaban ya dormidos en el polvo de la tierra, y
descendió a ellos para llevarles el Evangelio de
su salvación y salvarles. Aquí se revelan
también las razones de su muerte, porque su
descenso a los infiernos era para la salvación
de los difuntos.
Profecías sobre la Cruz
79. Y de nuevo en torno a su cruz Isaías dice:
Extendí las manos todo el día hacia un pueblo
indócil y rebelde (Is 65,2). Así prefiguraba la
cruz. Y todavía más claramente David: Perros de
caza me rodearon, una multitud de malvados me ha
cercado; me han taladrado mis manos y mis pies
(Sal 21,17). Y nuevamente: Mi corazón se hizo
como cera líquida en medio de mis entrañas; han
descoyuntado mis huesos (Sal 21,15). Y sigue
diciendo: Perdona a mi alma la espada y enclava
mis carnes, pues una muchedumbre de malvados se
levantó contra mí. En estos pasajes, muestra e
indica en modo luminoso su crucifixión. Moisés
dice la misma cosa a su pueblo: Y tu vida
colgará delante de tus ojos, y temerás día y
noche, y no creerás en tu vida (Dt 28,66).
Profecías sobre los vestidos
80. Nuevamente dijo David: Ellos me miraron
fijamente. Se dividieron mi vestido y echaron a
suertes mi túnica (Sal 21,19). En efecto, cuando
le crucificaron, repartieron los soldados sus
vestidos según su costumbre; el vestido se lo
dividieron luego de haberlo desgarrado; mas en
cuanto a la túnica, como estaba tejida desde
arriba y sin costura, la echaron a suertes para
ver quién se la llevaba (Jn 19,23-24).
Judas, la venta de Cristo y la compra del campo
a un alfarero
81. El profeta Jeremías añade: Tomaron las
treinta monedas de plata, el precio de uno que
fue tasado según la tasa de los hijos de Israel,
y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como
me lo había mandado el Señor (Mt 27,9). En
efecto, Judas, uno de los discípulos de Jesús,
habiéndose comprometido con los Judíos y
habiendo sellado con ellos un pacto -de hecho
sabía que le querían matar- y porque había sido
reprendido por Él, aceptó los treinta denarios
del país y le entregó a Cristo. A continuación,
movido por los remordimientos de lo que había
hecho, tiró el dinero a los pies de los jefes de
los Judíos y se ahorcó. Pero éstos no
consideraron conveniente devolver el dinero al
Tesoro, porque era precio de sangre, y con él
compraron el campo perteneciente a un alfarero
para enterrar allí a los extranjeros.
Profecía sobre el vinagre mezclado con hiel
82. Y una vez crucificado, al pedir de beber, le
dieron vinagre mezclado con hiel. Y esto mismo
lo había dicho David: Me dieron por alimento
hiel, y en mi sed me dieron a beber vinagre (Sal
69,22; Mt 27,34; Jn 19,28).
La Ascensión
83. He aquí lo que dice David de la Ascensión al
cielo, después de la resurrección de entre los
muertos: Los carros de Dios a decenas de
millares, y millares los cocheros. El Señor está
entre ellos, en Sión, en el Santuario; subió a
lo alto, cautivó al cautiverio; ha recibido y
entregado dones a los hombres (Sal 67,18-19).
Por cautivar entiende la destrucción de poder de
los ángeles rebeldes. Dio a conocer el lugar
donde habría de subir de la tierra al cielo al
decir: El Señor en Sión subió a lo alto (Sal
67,18). En efecto, en el monte de los Olivos,
frente a Jerusalén, después de resucitado de
entre los muertos, reunió a sus discípulos y
habiéndoles recordado lo concerniente al reino
de los cielos, fue levantado ante sus ojos y
vieron ellos cómo lo acogían, abiertos, los
cielos.
El triunfo del Rey de la gloria
84. La misma cosa dice nuevamente David: Alzad,
oh príncipes, vuestras puertas; levantaos,
puertas eternas, y entrará el rey de la gloria
(Sal 23,7). Las puertas eternas son,
efectivamente, los cielos. Mas como el Verbo
decendió invisible para los seres creados, no
fue reconocido, a su descenso, por ellos. Pero
como se había encarnado, se hizo visible cuando
ascendió al cielo. Al verle los principados de
los ángeles inferiores, gritaron a los que
estaban en el firmamento: Alzad vuestras
puertas; alzaos, puertas eternas, para que entre
el rey de la gloria. Éstos, asombrados, se
preguntaban: ¿Quién es éste?, y los que le
habían visto, atestiguan por segunda vez: El
Señor poderoso y fuerte es el rey de la gloria
(Sal 23,10).
El Juicio
85. Resucitado y subido al cielo, aguarda a la
diestra del Padre el momento por Él fijado para
juzgar a todos sus enemigos que a Él habían de
ser sometidos. Los enemigos son todos los que
fueron hallados en rebelión: ángeles,
arcángeles, principados, tronos, que menoprecian
la Verdad. David afirma aún: Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a
tus enemigos a tus pies (Sal 109,1). Aún más,
David dice que subió al lugar de donde había
bajado: Él sube de los últimos confines del
cielo y su reposo alcanza el otro extremo del
cielo. Señala después el juicio al decir:
Ninguno se sustraerá a su ardor (Sal 18,7).
LA BUENA NOTICIA (cc. 86-97)
El testimonio de los Apóstoles
86. Ahora bien, si los profetas han vaticinado
que el Hijo de Dios debía manifestarse sobre la
tierra y han predicho el lugar, la manera y la
forma de su manifestación sobre la tierra, y si
en el Señor se han cumplido todas estas
predicciones, nuestra fe en Él está bien
fundada, es auténtica la tradición de la
predicación, es decir, el testimonio de los
Apóstoles. Éstos, enviados por el Señor, han
predicado por el mundo entero que el Hijo de
Dios había venido para sufrir la Pasión, la
había soportado para destruir la muerte y dar
vida al cuerpo, y que dando fin a la hostilidad
hacia Dios, es decir, a la iniquidad, hemos de
obtener su paz cumpliendo lo que es de su
agrado. Así nos ha sido dado a conocer por los
profetas cuando dicen: ¡Qué hermosos son los
pies de los mensajeros que anuncian la buena
nueva de la paz, que pregonan la alegre noticia
del bien! (Is 52,7; Rm 10,15). Isaías dice que
estos mensajeros vendrían de Judea y de
Jerusalén para anunciarnos la palabra de Dios,
que para nosotros es también ley: Pues de Sión
saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del
Señor (Is 2,3). David afirma que habían de
predicar por toda la tierra: A toda la tierra
alcanza su pregón y hasta los límites del orbe
su palabra (Sal 18,5).
El primado del amor
87. Pero no es con la locuacidad de la ley como
se salva el género humano sino con la brevedad y
precisión de la fe y de la caridad. Isaías dice:
Una palabra concisa y breve en la justicia,
porque Dios enviará una palabra concisa, con
eficacia, sobre toda la tierra (Is 10,23 (LXX);
Rm 9,28). De ahí que Pablo afirme: El amor es la
plenitud de la ley (Rm 13,10).Pues el que ama a
Dios cumple la ley. Cuando le preguntaron al
Señor: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?,
respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu fuerza; y el segundo es
similar a éste: Amarás al prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos penden la ley y
los profetas (Mc 12,30; Mt 22,37). Así pues, con
la fe en Él ha crecido nuestro amor por Dios y
por el prójimo, haciéndonos piadosos, justos y
buenos. Es por esto por lo que ha enviado con
eficacia una palabra concisa sobre la tierra, en
el mundo.
Salvados por un hombre-Dios
88. Y que después de la Ascensión había de ser
elevado sobre todas las creaturas y que nadie
había de ser parangonado o comparado a Él, lo
dice Isaías: ¿Quién es juzgado? Que comparezca.
¿Quién es justificado? Que se acerque al Hijo
del Señor. Ay de vosotros que os consumís como
un vestido y la polilla os roerá. El hombre será
humillado y abatido. Sólo el Señor será exaltado
con aquellos que serán enaltecidos (Is
50,8.10.9; 2,17). Isaías afirma que los que le
sirvieron a Dios serán, al final, salvados por
medio de su nombre: Los que me sirven recibirán
un nombre nuevo que será bendito en toda la
tierra y ellos bendecirán al Dios verdadero (Is
65,15-16). Esta bendición debía Él realizarla
personalmente y Él mismo debía salvarnos por su
propia sangre, según lo dio a conocer Isaías
cuando dijo: No un intercesor ni un ángel, sino
el Señor en persona los salvó, porque los ama y
tiene cuidado de ellos. Él mismo los redimió (Is
63,9).
El Espíritu sobre la faz de la Tierra
89. A los que fueron así liberados [Dios] no
quiere llevarlos de nuevo a la legislación de
Moisés -pues la ley se cumplió en Cristo-, sino
salvarlos mediante la fe y el amor hacia el Hijo
de Dios en la renovación de la Palabra, como lo
dio a entender Isaías cuando exclamó: No
recordéis lo de antaño, no penséis en lo
antiguo; mirad que renuevo a quien va a germinar
ahora, y vosotros le conoceréis. Abriré un
camino en el desierto, y en la región árida ríos
para dar de beber a mi nación y a mi pueblo
elegido, que adquirí para contar mis hazañas (Is
43,18-20). Desierto y yermo era antes la
vocación de los gentiles, pues el Verbo no había
pasado entre ellos, ni les había dado a beber el
Espíritu Santo. El [Verbo] dispuso el nuevo
camino de la piedad y de la justicia, e hizo
brotar ríos en abundancia, diseminando el
Espíritu Santo sobre la tierra, según había
prometido mediante los profetas, que extendería
al fin [en los últimos tiempos] el Espíritu
sobre la faz de la tierra.
La novedad del Espíritu
90. Nuestra vocación, pues, acontece en la
novedad del Espíritu y no en la letra vieja,
como profetizó Isaías: Mirad que llegan días,
dice el Señor, en que yo con la casa de Israel y
la casa de Judá haré [una alianza nueva no como]
la alianza que hice con sus padres cuando los
llevé de la mano para sacarlos de Egipto, pues
ellos quebrantaron la alianza y yo me
desinteresé de ellos, dice el Señor. Porque ésta
será la alianza que yo haré con la casa de
Israel después de aquellos días, dice el Señor:
pondré mi ley en sus mentes y además la
escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo. No tendrán que enseñarse
unos a otros, entre conciudadanos y hermanos
diciendo: ¡Conoced al Señor!, porque todos me
conocerán, desde el más pequeño al más grande;
porque les perdonaré sus maldades y no me
acordaré más de sus pecados.
La apertura de la nueva Alianza (= N.T.)
91. Y estas promesas habían de ser una herencia
en el tiempo de la vocación de los gentiles,
para quienes fue también inaugurada la nueva
Alianza; así lo recuerda Isaías en estos
términos: Dice el Dios de Israel: En aquel día
el hombre pondrá su esperanza en su Creadora y
sus ojos contemplarán al Santo de Israel; y ya
no pondrán su esperanza en los altares de los
ídolos, ni en las obras de sus manos, que
fabricaron sus dedos (Is 17,6-8).
Manifiestamente estas palabras están dirigidas a
aquellos que abandonan a los ídolos y creen en
Dios, nuestro Creador, gracias al Santo de
Israel. El Santo de Israel es Cristo. Él se
manifestó a los hombres y en Él tenemos fija
nuestra mirada. Y ya no ponemos nuestra
esperanza en los altares ni en las obras de
nuestras manos.
Manifestado a los que no le buscaban
92. Y que debía manifestarse en medio de
nosotros -porque el Hijo de Dios se haría hijo
del hombre- y que nosotros habíamos de encontrar
al que desconocíamos, lo afirma el mismo Verbo
en Isaías: Me he manifestado a los que no me
buscaban; he sido hallado por los que no
preguntaban por mi. Dije: Aquí estoy ante un
pueblo que no había invocado mi nombre (Is 65,1;
Rm10,20).
Profecías sobre el pueblo de Dios
93. Que este pueblo estaba llamado a ser un
pueblo santo, lo vaticinó Oseas, uno de los doce
profetas: Al no-pueblo-mío lo llamaré pueblo mío
y a la no-amada será amada. Donde se diga
no-mi-pueblo, allí se llamarán hijos del Dios
viviente (Os 2,25; 1,9; Rm 9,25,26). También
Juan Bautista vuelve a decir lo mismo: Dios
puede hacer surgir de estas piedras hijos de
Abrahán (Mt 3,9). En efecto, después de habernos
arrancado por la fe del culto a las piedras,
nuestros corazones ven a Dios y se hacen hijos
de Abrahán, el cual fue justificado por la fe
(Rm 3,28; 4,3; Ga 3,6; St 2,23). Por esto dice
Dios por boca del profeta Ezequiel: Y les daré
otro corazón y pondré en ellos un espíritu
nuevo; quitaré de su cuerpo su corazón de piedra
y les daré un corazon de carne para que sigan
mis mandamientos y observen y practiquen mis
preceptos. Ellos serán mi pueblo y yo seré su
Dios. (Ez 11,19-20; 36,26-27).
La Iglesia y la Sinagoga
94. De ahí que por la nueva llamada se realiza
un cambio de corazones entre los gentiles por
medio del Verbo de Dios que se encarnó y puso su
tienda en medio de los hombres, como dice Juan,
su discípulo: Y su Verbo se hizo carne y habité
entre nosotros (Jn 1,14). Por lo tanto la
Iglesia engendra un gran número de frutos, es
decir, de salvados, porque ya no es un
intercesor -Moisés- ni un mensajero -Elías-
quienes nos salvan sino el Señor en persona, que
da más hijos a la Iglesia que a la Sinagoga del
pasado, como predijo Isaías con estos términos:
Regocíjate, estéril, que no dabas a luz -y
estéril es la Iglesia que antes no había dado
hijo alguno a Dios- grita y dama, tú que no has
tenido los dolores porque los hijos de la
abandonada son más numerosos que los hijos de la
que tenía marido (Is 54,1; Ga 4,27). Y la
antigua Sinagoga tenía por marido la Ley.
La incorporación de los Gentiles
95. Moisés dice en el Deuteronomio que los
Gentiles estarán a la cabeza y el pueblo
incrédulo a la zaga. Y poco después: Habéis
provocado mi celo con vuestros no-dioses, me
habéis irritado con vuestros ídolos; yo
provocaré vuestro celo con uno que no es pueblo
y os irritaré con un pueblo insensato (Dt
32,21). Pues han abandonado al Dios verdadero,
adoraron a falsos dioses, mataron a los profetas
de Dios y profetizaron por medio de Baal, que
era un ídolo de los Cananeos; rechazaron a]
verdadero Hijo de Dios al escoger a Barrabás, un
bandido detenido por flagrante homicidio, al
abjurar del rey eterno y reconocer como rey al
César que es perecedero. Por esto Dios decidió
entregar su heredad a los estultos Gentiles y a
aquellos que no eran ciudadanos de la ciudad de
Dios y desconocían quién es Dios. Ahora bien,
dado que por esta llamada se nos ha dado la vida
y Dios ha restaurado en nosotros la fe de
Abrahán en Él, no debemos volver atrás, es
decir, a la antigua legislación. Porque hemos
acogido al Señor de la ley, el Hijo de Dios, y
por medio de la fe en Él aprendemos a amar a
Dios con todo el corazón y al prójimo como a
nosotros mismos. Pues el amor a Dios excluye
todo pecado y el amor al prójimo no causa mal a
nadie.
La superación de la Ley
96. Por lo tanto no necesitamos de la ley como
pedagogo; he aquí que nosotros hablamos con el
Padre y estamos en su presencia convertidos en
niños sin malicia y afincados en la justicia y
honestidad. La Ley, en efecto, no afirmará más:
no cometer adulterio a aquel que ni siquiera ha
deseado la mujer de otro; o no matar a aquel que
ha erradicado de sí la ira y la enemistad; o no
desear el campo de tu vecino, su buey o su asno
a los que no tienen ambición por las cosas
terrenas sino que acopian provisiones para el
cielo; ni siquiera ojo por ojo, diente por
diente a quien no tiene enemigos y a todos trata
como prójimo y por eso no levanta la mano para
vengarse; no exigirá los diezmos de quien ha
consagrado a Dios todos sus bienes y ha dejado
padre, madre y toda su familia para seguir al
Verbo de Dios . Ya no mandará guardar un día de
descanso al que todos los días observa el
sábado, es decir, al que rinde culto a Dios en
el templo de Dios que es el cuerpo del hombre y
practica siempre la justicia. Prefiero
misericordia, dice, al sacrificio, el
conocimiento de Dios a los holocaustos. Pero el
impío que inmola un ternero es como si matase a
un perro, y cuando ofrece flor de harina es como
si ofreciese sangre de cerdo (Is 66,3). Y todo
el que invocare el nombre del Señor se salvará
(Hch 2,21; Rm 10,13; Jl 2,32 (Vulg.)), y ningún
otro nombre se nos ha dado bajo el cielo por el
cual los hombres se salven (Hch 4,12) si no es
el nombre de Dios, Jesucristo, Hijo de Dios, al
que obedecen todos los demonios, los espíritus
malvados y todas las potencias rebeldes.
La salvación en Jesucristo
97. Por la invocación del nombre de Jesucristo,
crucificado bajo Poncio Pilato, Satanás fue
alejado definitivamente de entre los hombres.
Allí donde haya alguien que creyendo en Él y
haciendo su voluntad le recuerde e invoque,
Jesús se hace presente y atiende las súplicas de
quien le invoca con corazón puro. De este modo,
habiendo obtenido la salvación, nosotros
permanecemos en constante acción de gracias a
Dios, nuestro Salvador, el que por su magna e
insondable Sabiduría, nos salva y proclama la
salvación desde lo alto de los cielos, salvación
que es la venida visible de Nuestro Señor, es
decir, su vida humana, salvación que por
nuestras propias posibilidades no podíamos
conseguir. Pero lo que es imposible para los
hombres es posible para Dios (Lc 18,27).A este
respecto Jeremías dice: ¿Quién subió al cielo y
se apoderó de ella y la hizo descender de las
nubes? ¿Quién atravesó los mares y la descubrió
y la trajo con preferencia al oro más puro? No
hay quien haya encontrado su camino ni quien
conozca su sendero. Pero el que sabe todas las
cosas, la conoce con su sabiduría, el que
cimentó la tierra para siempre y la pobló de
animales cuadrúpedos, el que manda a la luz y
ésta se expande, el que la llama y ella le
obedece temblando; los astros se levantan para
sus vigilias y se complacen. Él los llama y
contestan: Henos aquí; y lucen alegremente en
honor del que los hizo. Este es nuestro Dios;
ningún otro cuenta a su lado para nada. Él
descubrió todos los caminos con su sabiduría y
se lo comunicó a Jacob, su siervo, y a Israel,
su amado. Y después de esto se hizo ver en la
tierra y converso con los hombres. Éste es el
libro de los mandamientos de Dios y de la Ley
perdurable, para siempre. Los que la guardan
alcanzarán la vida; los que la abandonan
morirán. Llama Jacob e Israel al Hijo de Dios
que ha recibido del Padre dominio sobre nuestra
vida y, después de haber recibido la vida, hace
que descienda sobre nosotros, que estábamos
alejados de Él, cuando se manifestó sobre la
tierra y converso con los hombres mezclando y
uniendo el Espíritu de Dios Padre con el cuerpo
plasmado por Dios para que el hombre fuese a
imagen y semejanza de Dios.
CONCLUSIÓN (cc. 98-100)
A modo de conclusión
98. Ésta es, mi querido amigo, la predicación de
la verdad y la imagen de nuestra salvación: así
es el camino de la vida que los profetas han
anunciado, el que Cristo ha instituido, que los
Apóstoles han consignado y que la Iglesia
transmite a sus hijos a través de toda la
tierra. Debe ser custodiado con mimo y con
voluntad decidida para agradar a Dios con las
buenas obras y con un modo sano de pensar.
Las desviaciones de los herejes
99. Por lo tanto, que ninguno piense que existe
otro Dios Padre distinto de nuestro Creador,
como lo imaginan los herejes, que desprecian al
Dios verdadero y hacen un ídolo del Dios
inexistente, creándose un padre por encima de
nuestro Creador y tienen para sí el haber
descubierto algo más grande que la verdad. En
realidad todos estos son impíos y blasfeman
contra su Creador y Padre como ya hemos
demostrado en la Exposición y Refutación de la
falsa gnosis. Otros, todavía desprecian la
venida del Hijo de Dios y la economía de su
encarnación trasmitida por los Apóstoles y
vaticinada por los profetas para la restauración
de la humanidad, como concisamente hemos
demostrado. También a estas personas hay que
contarlas entre los incrédulos. Otros todavía no
acogen los dones del Espíritu Santo y rechazan
el carisma profético, por cuyo rocío el hombre
produce frutos de vida divina. De estos dice
Isaías: Serán como un terebinto sin hojas y como
un jardín sin agua (Is 1.30). Estos no son de
utilidad alguna para Dios, pues no producen
frutos.
Hay que mantenerse lejos del error
100. En lo referente a los tres artículos de
nuestro bautismo, el error motivó muchas
digresiones lejanas de la verdad. Porque o
desprecian al Padre, o no acogen al Hijo
hablando en contra de la economía de la
encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir,
desechan la profecía. Debemos defendernos de
esta clase de personas, evitar sus caminos si de
verdad queremos agradar a Dios y obtener la
salvación.
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